Mi pequeño gran valiente

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Sólo tenías ocho años. Algo que un niño pequeño no debería vivir.

Nadie te dijo que me iba a ir, nadie fue sincero contigo. Por eso no entendías por qué todos en la habitación tenían tristeza en el rostro. No entendías por qué todos allí te decían que debías ser un niño fuerte.

Te dejaron a solas conmigo, aún sin decirte qué era lo que me pasaba.

Te quedaste en pie, mirando la tranquilidad en mi rostro, pensaste que dormía. Intentabas comprender qué pasaba.

Pensando que me dolía la herida de la cabeza, te pusiste de puntillas y me colocaste en la sien tu tirita favorita con dibujos de gatitos y frotaste sobre ella, como solías hacer para que me pusiera bien.

Pero pequeño mío, esta vez mucho me temo que tus poderes no bastarán. Ya me había ido.

Pero sé que vas a ser fuerte, como tu padre, aguantando las lágrimas en frente de ti, intentando hacerte ver que el mundo no se acaba con mi ida.

Hay muchas formas de ser fuerte, yo fui fuerte al sonreírte en aquel coche, aún sabiendo que para mí era el fin. Tu padre es fuerte al no llorar en frente de ti. Se es fuerte al no querer olvidar aunque duela más recordar.

Pasó todo tan rápido que tu cabecita no llegó a procesar todo en su momento. Veníamos en coche después de ver a mi amiga Audrey y a su hija Chloè, como cada semana. La calle por la que íbamos no era peligrosa, nunca había habido un accidente en ella. Hasta en ese momento. Era un día de nieve, la calle estaba helada y se me cruzó por delante un coche que resbaló con el hielo, haciendo que yo también resbalase. En el mismo instante en el que me di cuenta de que el accidente era inevitable, me quité el cinturón y me lancé a ti, para protegerte con todo mi ser. Ya me había llevado el golpe en la cabeza, y no sé cómo, pude sacar lo que me quedaban de fuerzas para resguardarte del peligro entre mis brazos. Mi vida a cambio de la tuya, me parecía un trato justo. Te vi asustado dentro de mi abrazo, y para tranquilizarte, a pesar de saber cuál iba a ser mi fin, te sonreí con la más amplia sonrisa que pude sacar y te acaricié el pelo como en los días de tormenta. Vi como te tranquilizaste al momento. Si mamá sonreía de ese modo, significaba que todo iba bien. Y te aferraste a mí esperando a que todo pasase. Hasta que llegó la ayuda y nos separaron. Al día siguiente me pusiste esa tirita.

Eres mi pequeño gran valiente, el niño más fuerte y valeroso de todo el mundo. Hijo mío, tú eres mi héroe. Lo has sido siempre que mantenías la sonrisa ante cualquier inquietud o problema.

Como el primer día de tormenta en el que fuiste capaz de quedarte en tu cama sin venir con mamá y papá en la noche. Siempre tuviste miedo a los truenos. Veías como se alumbraba fugazmente tu habitación para dar paso a un inminente y estruendoso trueno, y solo el saber lo que iba a llegar te hacía temblar. Por eso siempre que había tormenta venías a la cama de papá y mamá. Te acurrucabas entre los dos y te dejabas abrazar por mi mientras tu padre te contaba una historia, te tranquilizabas al ver que ante los horribles truenos mamá te seguía sonriendo. Siempre el mismo patrón.

Pero un día decidiste afrontar al ruido que te asustaba y en lugar de venir hasta donde yo estaba, te acurrucaste en tu cama y cerraste fuertemente los ojos y sonreíste al miedo como hacía yo.

Pero ahora ya no veo tu sonrisa.

Es normal que ante esto que te ha pasado no sonrías, pero debes intentarlo. No pido que me olvides, si no que sonrías a la vida, demostrándole que por muy cruel que sea contigo, tú te vas a mantener fuerte ante cualquier adversidad, como con los truenos.

Porque mientras que no me olvides, no me habré marchado del todo. Pasen los años que pasen, mientras mi recuerdo siga vivo en ti, yo seguiré contigo por siempre.

Mi pequeño gran valiente [OneShot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora