Último Domingo

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La reunión había finalizado, las personas se marchaban por las amplias puertas de madera que otorgaba la iglesia a la visión y como todos los domingos, el joven pastor Craig se encargaría de cerrar toda ventana y puertecita por haber, obviamente quedándose él solo y de los últimos en salir de la catedral.

Le gustaba quedarse solo en su iglesia, se sentía realmente en paz y en armonía, una dulce tranquilidad que podía ser sentida desde afuera, con una magnitud tan grande que hasta la persona más hiperactiva se quedaría dormida si pusiera un pie dentro del templo. No escuchaba nada más que su respiración, el insistente sonido del reloj y el de sus zapatos besando el suelo de un color acaramelado.

Siguió caminando con esa mentalidad de triunfo, contemplando los hermosos vitrales que reflejaban la luz de la noche como una cortina diáfana que deja entre ver colores vibrantes y diversos matices preciosos mezclados con una dulce luz oscura; continuando su caminar junto al monótono sonido del reloj a su espalda y el sonoro retumbar de las suelas de su calzado contra la cerámica pulida y pulcra.

Se detuvo cuando el reloj ya había anunciado las doce de la noche, preguntándose en dónde estaba él, siempre era puntal, nunca se retrasaba. Tweek siempre llegaba a eso de las doce de la noche a confesar sus pecados y ese domingo se estaba tardando más de la cuenta; no es como si le importase realmente la llegada del demonio que cada domingo iba a molestarlo, con esos ojitos rojos pidiendo misericordia y una salvación para su condición lamentable. Cabe destacar que a Craig, el indecente monstruo le llenaba su cabeza de curiosidad preguntándose como sería ver a  un demonio sodomizado, humillado, vulnerable. Le encantaría poder ver, aunque sea, una carita de sumisión en las rojizas mejillas de Tweek. Agitó su cabeza sacando los pensamientos inmorales que azotaban sus sienes, sin embargo no puede negar que más de una vez pensó en poseerlo, en dominarlo, observando su rostro avergonzado del cual se escapan deliciosos gemiditos de placer, viendo su cuerpo agitarse sobre el suyo con pasión y tanto anhelo que...

Su teléfono sonó distrayendolo por suerte, ya que si dejaba a su mente imaginar tales cosas podría caer nuevamente en ese pecado que tanto le costó deshacerse. Se sentó en la pequeña escalera que descendía del púlpito y le contestó su hermana, le sorprendió que aún esté despierta a esa hora, aunque claro que lo iba a estar; sabía que ese niñito Ike no dejaría pasar una oportunidad cómo esta: la casa sola. Chistó y sus dedos comenzaron a bailar sobre su pierna cuando la chica le habló.

—¿Cuándo vienes? —cuestionó Tricia sin saludar siquiera. 

—Tarde —anunció con su voz invariable y un tono dominante del cual nunca ha podido desligarse.

—Agh siempre llegas tarde —se quejó la chica al otro lado de la línea telefónica mientras se acomodaba en la cama—. ¿Cuál es tu excusa ahora?

—Unas personas quieren hablar conmigo —mintió cerrando los ojos, odiaba mentir, pero no podía decirle que esperaba a que un demonio que iba todos los domingos a confesarse llegara porque seguramente se había atrasado. No.

—¿Otra vez? Ya deja de robarte el dinero y ven a dormir como la gente normal —ajustó sus piernas para que quedara una sobre otra mirando tentadoramente hacia la puerta, donde unas escandalosas mechas negras se asomaban desvergonzadas.

—Yo no robo idiota, deja de decir tonterías.

—Sí, tonterías ¿Acaso esas chicas con las que te vi coqueteando el otro día también son tonterías? Ah —rió entre dientes mientras esperaba una respuesta de su hermano.

—¡Yo no estaba coqueteando! —refutó exaltado. No era su culpa ser tan solicitado por las jovencitas que en vez de seguir un camino a la salvación, querían seguir un camino a su cama.

¿Cómo descifrar a un pecador? [One-Shot] Место, где живут истории. Откройте их для себя