100 NOCHES

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La muerte de las 100 noches

Me sofoca este aberrante deseo que llevo en mi alma, que la corroe desde el interior.

Deseo pecaminoso que me condena a arder en el infierno, deseo que me nubla la mente y me lleva a recordar cada centímetro de tu piel, cada estrella, cada constelación, cada galaxia que en tu providente cuerpo moraban.

Recuerdo acercándome a los dos soles que iluminaban tu rostro, me vi reflejado en ellos y supe en aquel instante de furor y calor intenso que habíamos nacido en éste cosmos, en esta vida para llegar a ese momento y unir nuestras almas con un acto de placer y amor verdadero.

La noche era de esas noches en las que la obscuridad era total, era negro, sobre negro, la luna había desaparecido en nuestro cielo, la única testigo era una estrella curiosa que a lo lejos, tan lejos como puede ser posible pero que aún se distinguía, nos observaba en silencio, penitente, con una morbosidad estelar que reconfortaba nuestros pecados.

Tal vez mi morada jamás será el paraíso, pues mis actos me arrancaron las alas con las que era libre, dejándome caer desde la gloria divina, hasta lo más profundo del infierno, me he condenado.

Dios, sabiendo que no podría salvarme de mi negro destino, como regalo, te cruzo en mi camino, para probador un poco de lo que era el cielo. No me importa si muero en las sombras, porque ya he probado el cielo y lo disfrute hasta el último suspiro de placer.

En todas las noches sin luna, te recuerdo, recuerdo tu voz como el sonido de la brisa en las noches frías; recuerdo tu piel tan suave como el algodón de la más fina confección; recuerdo tus labios, pétalos de rosa, tan hermosos y hacedores de sublimes besos; recuerdo tu cabello, hebras cobrizas que se movían con el viento, seduciendo a la vida; recuerdo tu sonrisa, estrellas brillantes que son las puertas del universo; recuerdo tus grandes ojos que me miraban, me miraban solo a mí, que me enamoraban; recuerdo tu belleza divina, radiante fulgor de estrellas que iluminaban tu rostro, aroma de las flores más bellas y el toque de Dios que te hacía sublime.

Ya se cumple hoy una noche más en la que no suspiras en mis oídos, una noche más en la que el éxtasis ya no forma parte de mis noche, una noche más en la que nuestro amor sigue muerto, pues para amar hay que ser correspondido.

Aún me atormentan las imágenes de aquella tarde gris, en la que el sol no quería vivir y las nubes moraban en el cielo.

Quién iba a saber que aquella tarde te iba a perder, quién iba a saber que aquella tarde yo iba a morir.

Mientras nuestra conversación nos distraía, una sombra a los lejos nos seguía, cual fiera acecha a su presa, esperando el momento oportuno para atacar.

Paramos frente a una juguetería, tomaste delicadamente mis manos y con una sonrisa en la cara me dijiste, "Viene un niño y es tu hijo", el júbilo llenó mi corazón y en esos momentos la verdadera felicidad me llenó por completo, con un beso, largo y apasionado te demostré lo feliz que me sentía.

A nuestro alrededor no había ni un alma, pues la tarde era fría, de esas en las que nadie quiere enfermarse.

Mientras te abrazaba y te decía lo mucho que te amaba, de entro lo negro, apareció un hombre con las fachas sucias y mal oliente, me puse en frente de ti y le dije que se marchara que no teníamos nada de valor, que solo éramos una pobre pareja que se amaba.

Los oídos de aquel ser no me escuchaban y de su agujereado abrigo, sacó un gran cuchillo. Tuve miedo, debimos correr pero decidí enfrentarlo pues el saber que iba a ser padre, me llenaba de valor.

Tras insultos y blasfemias, empezamos a pelear, esquivaba cada uno de mis golpes y en un abrir y cerrar de ojos, yo estaba en el suelo, inmóvil. Me había golpeado y dejado casi en la inconciencia.

Vi cómo se te acercaba, con qué intenciones movía sus manos, pude ver en sus ojos el verdadero infierno.

Desee que alguien, un grupo de persona, algún policía o el dueño de la juguetería apareciesen y te salvaran, pero no...

Él con una lujuria intensa, te tomo una y otra vez entre tus lágrimas y gritos, yo no podía créelo era real lo que sucedía y yo ni permanecer consiente podía.

Cuando tus gritos se tornaron desgarradores y más fuertes, tuvo miedo, te golpeo hasta más no poder y con su cuchillo te lo clavó en el abdomen sin cesar, pude ver como tus intestinos se asomaban, mientras yacías en el suelo y aquella bestia se perdía de nuevo entre las sombras.

Me arrastré hasta tu cuerpo, te vía agonizando, llorar era inútil pero igual lo seguía haciendo.

Te tomé en mis brazos y te dije que todo iba a estar bien, te bese en la frente con dulzura, con amor; cuando me alejé de tu rostro, pude apreciar como el brillo de tus ojos desaparecía, yéndose junto con tu alma a condensarse en el cosmos para ser una estrella.

Perdí a mi cielo, a mi hijo, perdí mi vida...yo había muerto.

Para amar hay que ser correspondido, pero cómo mi amor iba a ser correspondido por un cadáver.

Han pasado 100 noches desde que te fuiste, han pasado 100 noches desde que llorar se convirtió en mi rutina nocturna, han pasado 100 noches y en está por fin he encontrado a la bestia que te quitó la vida.

Lo encontré en un barrio pobre, rodea de ratas y dolor, estaba robando cuando lo acechaba entre las sombras, se veía tan frágil.

Me acerqué a él, mientras contaba los billetes que había robado y le dije, "Tal vez eso no sea suficiente para comprar tu entrada al cielo, pero todo lo que has hecho es suficiente para vivir eternamente en el infierno.", cuando se volvió a mí, intrigado, le eche arena en los ojos, tomé sus manos y con un cuchillo las rebané, cayó al suelo y pude sentir su miedo, tan exquisito dolor y sufrimiento, no le dije nada más, solo... continué rebanando, corté tu lengua, sus pies y lo puse en píe, lo hate de brazos y piernas y lo metí en un basurero, tomé un último trago de ron y se lo rocié en el cuerpo, tal vez el fuego se extinguiría rápido, tal vez no, le calve el cuchillo en el cuello para asegurar su muerte y lo prendí en llamas; me alejé entre las sombras y desaparecí.

Han pasado 100 noches y aún te extraño, han pasado 100 noches y sigo contándole a las estrellas lo mucho que te amo, han pasado 100 noches y sigo pensando que entre todos esos astros que iluminan el cielo, eres una de ellos, cuidándome.

Han pasado 100 noches desde tu partida y hoy será la mía, he pecado, he tomado una vida y por muy miserable que sea esa vida, me condené de nuevo, pero no me arrepiento de haberlo hecho sufrir, estoy satisfecho y me iré al infierno en paz.

Lo siento por no haberte protegido, lo siento por haberte dejado morir, pero ahora es mi turno.

Te amo y de ti despido en esta centésima noche, pidiendo disculpas y dándole gracias a Dios por ponerte en mi camino.

Sé que no te veré en el cielo, pero te seguiré amando en el infierno...

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⏰ Last updated: Dec 03, 2017 ⏰

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LA MUERTE DE LAS 100 NOCHESWhere stories live. Discover now