Capítulo 1: Cepeda no se queda.

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Era una mañana lluviosa en Pescadiño, un pequeño pueblo remoto de Galicia, donde los prados eran verdes y bonitos.

Me encontraba comiendo un pulpo a la gallega en el huerto comunitario, cuando una ventosa de un turgente tentáculo del animal octópodo al que estaba deglutiendo con mis molares no fue bien deglutido, y se atoró en mi prieta garganta. "¡SQKJ!", exclamé (porque no podía respirar), y tosí. Mi angustia desapareció por unas milésimas, cuando el turgente tentáculo salió disparado, pero volví a sentir pavor cuando vi que este gelatinoso elemento iba a parar a la frente de un apuesto macizo (galaico). Pude observar cómo el trozo de pulpo giraba lentamente en el aire, mientras la luz del sol le hacía resplandecer, y entonces aterrizó en la frente pulcra y pura del susodicho muchachuelo, pegándose a esta por una ventosa.

Entonces, me miró.

Pude ver el disgusto en su cara, mas cuando hicimos contacto visual todo cambió en su expresión. Me sonrió y se acercó.

—¿Qué hace una moza como tú atragantándose en un huerto como este?— preguntó, despegándose el tentáculo de la frente y arrojándolo despreocupadamente hacia el matorral de frutos.

—Pues acabo de plantar un pino...—reí nerviosamente, y vi el desconcierto en su cara—¿Quieres verlo?

—No, no te molestes... No me gusta ver los excrementos de la gente —dijo, con aversión.

Entonces me percaté de su confusión y empecé a reír a carcajadas; la situación me parecía hilarante.

—No, no, no, lo digo en serio, ven. Te gustará— dije, sonriéndole ampliamente.

Le agarré de su extremidad superior y lo llevé a ver mi pino recién plantado. Noté que iba un poco asustado y que intentó escapar agarrándose a ramas y árboles cercanos, pero le até un nudo a modo de correa.

Poco después, llegamos al campo donde unos compañeros y yo acabábamos de plantar decenas de pinos.

—Es precioso... —observó el muchacho.

Nos hallábamos ante una explanada junto a un riachuelo, rodeada de sicamoros, y la hierba resplandecía con la luz solar.

—¿Sabes? Este es mi lugar secreto. —Él me miró — Suelo venir aquí a oler la esencia de los riachuelos y la tierra húmeda.

—Oh, ¿de veras? Gracias por compartirlo conmigo, sé que esto es muy especial, y que no lo compartirías con el primero que pasara por ahí —se rascó la nuca, desconcertado—. Por cierto, ¿cómo te llamas?

— ______. —dije, titubeando.

—______ —repitió, saboreando cada sílaba de mi nombre entre sus labios, y me estremecí— Qué nombre tan bonito.

—¿Y tú?... ¿A ti cómo te llaman?

—Oh, me sorprende gratamente esa cuestión. Verás, me llamo Luis, pero por cuestiones personales que ya te contaré, me llaman... Cepeda.

Al pronunciar ese apodo, mi corazón dio un vuelco, y sentí zonas de mi cuerpo desconocidas para mí entrar en frenesí.

De repente, la cara de Cepeda se tornó pálida, como la rosa que había tras él. Pude comparar la fragilidad de ambas, y aun así diría que su rostro lo era más.

—Cielos, acabo de recordar que... Espera un momento, ¿no me reconoces?

—¿Reconocerte? Pero, ¿quién te crees que eres? ¿El rey de Francia?

Cepeda soltó una carcajada al cielo, dejándome posar mis ojos en su enorme y turgente cuello. La forma en la que sus ojos se achinaban, formando arrugas en las esquinas de éstos me parecía, simplemente, adorable. Sus graznidos al reírse eran música para mis oídos.

—Soy... Un triunfito.

—Pero... ¿Qué centellas es eso?

—No es por ser vanidoso, pero... —Entonces metió su mano en el bolsillo delantero de sus pantalones turquesa y sacó un disco morado con las siglas "OT".

— Oh —Actué como si entendiese sobre el tema del que me hablaba —. Pues felicidades por el premio de la pelicula "Oté".

Yo era solo una pueblerina y no había oído hablar de esas locuras del área urbana, pero él ya me había dado varias pistas al hablarme de su "triunfito" y al enseñarme la caratula, un poco hortera, de su película.

Cepeda soltó otra carcajada al cielo, dejándome posar mis ojos otra vez en su enorme y turgente cuello. La forma en la que sus ojos se achinaban, formando arrugas en las esquinas de éstos me parecía, simplemente, adorable. Sus graznidos al reírse eran música para mis oídos.

—Lo siento enormemente, pero he de partir. Tengo un asunto con mi "película" — Dijo haciendo comillas en los dedos.

Cepeda se marchó antes de que me diese tiempo a responder, pude observar como su cuerpo curtido se alejaba con cada paso y no pude evitar posar mi mirada en sus firmes glúteos contoneándose al son de su leve trote.

La rápida añoranza que sentí nada más verle partir fue tal que tuve que sentarme en un tronco del pino que acababa de talar con mis propias manos para poder plantar otro nuevo.

Entonces mis pensamientos tomaron cartas sobre el asunto."¿Le habré espantado con mi pulpo a la gallega?" Pero si he sido muy dulce con él... Le he maniatado para que no se perdiese al guiarle por este sin fin huerto comunitario. No sabía qué le había llevado a abandonarme en este solitario páramo, pero lo que sí sabía era que mi corazón gritaba "Cepeda, ¿Por qué no te quedas?"

Recogí mis hortalizas y me fui, ya no había nada que me atase a ese lugar. Con un malestar presente en mi interior me subí en el primer tractor que vi pasar.

—A la oficina de Asesoramiento de Publicidad Callejera de Restaurantes de Comida Rápida en Concreto Perritos Calientes, por favor — Dije con desgana.

—Pero, tú ¿Qué te crees? ¿Que esto es un uber? — Respondió el apático granjero, aunque me fue difícil entenderlo ya que estaba mascando una rama de trigo.

—Por favor, se lo ruego.

—Bueno chica, se ve que estás en un apuro, un mal de amores si no me equivoco, pero a cambio debes concederme una de tus preciadas hortalizas.

Me sobresalté al escuchar tal indecente propuesta, ¿De verdad me estaba pidiendo que le diese una de mis berenjenas? Hice un rápido análisis marginal y opté por darle la más pequeña de todas. Que también era la más brillante.

Le tendí la berenjena y sus manos callosas la acogieron, entonces me miró. El morado resplandecía en su sucio rostro, y su mirada se suavizó.

—Como me has concedido este manjar — Dijo ajustándose el sombrero, el cual no tenía función alguna ya que estábamos en Galicia y allí no había sol —, Yo, el granjero de los consejos, te ofreceré una sabia lección. Presta atención;

>>Como ya sabes estamos en Galicia, donde el plato típico es el pulpo a la gallega, bien pues escucha bien jovencita, si alguna vez ves a un apuesto forastero en la lejanía y por algún casual un trozo de pulpo acaba siendo salpicado en su rostro, mas cuando el muchacho contempla este suceso no huye despavorido, sino que te sonríe... Eso, querida, eso es amor.

Estamos empezando este proyecto con mucha ilusión, por favor no hieras nuestros sentimientos. -M & H(&A)

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⏰ Last updated: Jan 20, 2018 ⏰

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Pulpo a la GallegaWhere stories live. Discover now