ESPECIAL. ¿QUÉ PASÓ CON LA ESPALDA DE JORGE?

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Jorge.

Acabar mi segundo año de universidad es real. ¡Por fin estamos de vacaciones!

Nunca lo había deseado tanto. Desde que la conocí todo ha ido cuesta arriba, todo ha ido a mejor. Nat era esa pieza que faltaba y hacía falta a mi corazón. Creí que nunca llegaría a conseguir superar todos los obstáculos que la vida puso en mi camino durante años atrás, pero lo he hecho. Lo he conseguido. La muerte de mi padre fue la que acabó por destrozarme. Destrozó a mi madre al completo, y me destrozó a mí. Recuerdo verla vagar por los pasillos de casa como un alma en pena, como si fuese un fantasma. No hablaba, no comía, no salía de casa... Y todas las noches, sin excepciones algunas, la escuchaba llorar. A pesar de que siempre fui un chico centrado, esto me hizo terminar de poner los pies sobre la tierra. Maduré, me encargué de ella, la cuidé como merecía... Quería y necesitaba lo mejor para los dos, así que tomé por mí mismo una decisión. Los recuerdos nos hacían daño a ambos, así que decidí que comenzaríamos a vivir una nueva vida lejos de nuestro hogar. Empezaríamos una vida de cero, así que nos mudamos, y gracias a esto le conocí.

Siempre he creído en el destino, y en las casualidades. Si las cosas pasan, por algo será. Cada día lo tengo más claro, si Nat se cruzó en mi camino fue por algo, y ese algo resulta nada más y nada menos que ella es y será mi compañera de por vida. Cada vez que estoy con ella trato de dar lo mejor de mí mismo. Quiero ser esa persona que esté las veinticuatro horas del día disponible para ella. Quiero ser esa persona que la haga feliz. Quiero ser esa persona que da todo lo que esté en sus manos por hacerla reír. Quiero ser esa persona que la haga llorar, pero solamente de felicidad. Quiero ser esa persona que cure sus heridas en los momentos más débiles, y también esa persona que seque sus lágrimas a besos.

Ahora mismo la miro con adoración mientras estamos tumbados en la cama, y ella me sonríe. Me siento orgulloso y feliz de saber que soy yo quien causa esas sonrisas.

—Nat, para de hacer lo que estás haciendo —digo.

—¿El qué?

Su ceño se frunce de un momento a otro, y yo me río.

—Deja de enamorarme cada vez que sonríes.

Enseguida esconde la cabeza en el hueco de mi cuello, para así tapar su rostro ahora rojo. Siempre suele hacer lo mismo cuando le digo algo así, y creo que nunca se acostumbrará a ello.

—Para tú de decirme cosas así... —susurra—. No me acostumbro a que me digas esas cosas... —susurra.

—Nat por favor, llevamos juntos ya dos años... —digo.

Intento con un movimiento leve despegarla de mi hombro para conseguir verle la cara, pero ella se aferra a mi brazo con fuerza mientras sigue escondiendo la cabeza.

—Y los que te quedan por aguantarme... —murmura.

—Que feliz me hace veros tan bien —escucho de fondo la voz de mamá,

Ambos giramos la cabeza a la misma vez hacia ella, quien nos mira desde el marco de la puerta de mi habitación. Suelo dormir con la puerta del dormitorio abierta, ya que siempre solía hacerlo cuando mamá estaba mal y tenía que acudir a media noche a verla. Las únicas veces que cierro la puerta es cuando Nat se queda a dormir porque odia dormir con la puerta de par en par, ella tiene que dormir con la puerta bien cerrada o no pega ojo en toda la noche. Nunca se fía de mí cuando me encargo de cerrarla, normalmente suele revisarla antes de meterse junto a mí en la cama o no se queda tranquila.

—A mí sí que me hace feliz verte tan bien, tan guapa y tan perfecta —menciono.

Mi madre me dedica un mohín gracioso. Ella es y será siempre la primera mujer de mi vida. Fuerte, valiente, luchadora... Y no acabaría nunca si comienzo a describirla.

La primera vez con mi peor enemiga.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora