1.- Así nacen las leyendas.

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Nací en un pequeño pueblo de la india, uno cuyo nombre hace mucho tiempo se lo ha tragado el tiempo, ni siquiera yo recuerdo como se llamaba con exactitud, no viví mucho tiempo allí en cualquier caso. Desde que nací, quedo claro que no era un niño como los otros.

En cualquier otro lugar del mundo en esa época, posiblemente hubiera muerto al ser abandonado por mis padres cuando nací. Pero estamos hablando de la india. Mis padres se dieron cuenta de inmediato que yo tenía un destino grande, que eso era lo que decían las marcas en mi piel, esos tatuajes que tengo desde que vine al mundo. No sé cómo hicieron para que la mujer que ayudo a mi madre desde mi nacimiento no dijera nada. Había muchas cosas que hicieron que mis padres y la partera pensaran que era especial: Era el noveno hijo de la familia, el único varón hasta entonces, y si sumamos las marcas en mi brazo.

— Serás grande, Kiran— me solía decir mi madre, cuando estábamos a solas. Con la ingenuidad de un niño siempre creí que se refería a la altura. Recuerdo mucho a mi madre, con más frecuencia que a mi padre, aun después de mucho tiempo.

— Hace calor— me quejaba con seguido por tener que usar siempre ropas calurosas, ropas que ocultaban mis marcas.

— déjate eso, Kiran— Kiran. Después de tantos indicios, mi madre decidió ponerme ese nombre, Kiran, rayo de luz. Eso era lo único que me gustaba de mí, mi nombre.

Crecí siendo un niño normal, al menos lo más normal que me permitía el mantener ocultas mis marcas. Nunca supe que es lo que tenía que esperar, yo solo quería salir a jugar a la calle con los niños y mis hermanas. La casa en la que vivíamos era pequeña, pero no éramos pobres, mi padre tenía tierras, y cuando era tiempo de cosechar, pasábamos el día allá. Pero eran pocas veces, mis recuerdos son más de estar jugando, subiendo a los árboles y corriendo por las calles. Me gustaba mucho ir a la entrada del pueblo y seguir a los comerciantes hasta la plaza, ver como vendían sus cosas, escuchar sus historias de tierras lejanas, ciudades casi perdidas en la arena, ciudades rodeadas de agua. Soñaba con ir con ellos una vez.

— Dharani, ¿puedo entrar al agua?— Dharani era mi hermana favorita, era la mayor, y siempre me cuidaba cuando mi madre estaba ocupada.

— No, Kiran, aquí no. Navani te lo ha dicho muchas veces.

— Pero quiero jugar— el arroyo tenía mucha agua en esa época del año. Dharani se inclinaba hasta mi altura para hablarme, su trenza oscura le caía por el hombro.

— Busquemos un lugar donde no te vean— esa era la razón por la que la quería. Ni Navani o las demás buscaban una solución para mí, solo ella. Dharani se sentaba en la orilla, vigilando que nadie me viera mientras yo chapoteaba en el agua. A veces Mayura y Disha jugaban conmigo, mis dos hermanas menores. Todas se parecían mucho.

— Dharani, ¿otra vez? No tienes que dejar que haga que lo quiera...— mi madre siempre la reñía cuando llegaba mojado. Mi hermana solo me empujaba para que siguiera y no escuchara las discusiones que tenían. Muchos años después, me di cuenta de lo que mi condición le había hecho a mi familia.

Tenía como nueve años cuando comencé a notar que era diferente. Entendía las cosas mucho mejor que los niños de mi edad, o incluso mayores. La naturaleza me fascinaba, quería entender todo, me la pasaba haciendo preguntas que la mayoría no se hace nunca. Y nunca enfermaba. En un lugar como esa aldea, enfermar era común. Yo nunca enferme, ni cuando había cambio de estación, o alguien llevaba alguna epidemia. Nada. Mi familia enfermaba, pero siempre se recuperaban pronto. Si a alguien se le hacía raro, nunca comentaron nada. Yo era feliz saliendo a las calles, y durante años no note la forma en que vivíamos. Más o menos por esa época, entendí que hay gente menos privilegiada. Gente que enfermaba, que vivía con hambre, frio, que pedía limosna en las calles, que moría.

Crónicas de un héroe (Crónicas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora