Desconectado

Osus

Después de muchos días de espera por fin llego, la insistencia de los doctores ha dado frutos,  estoy muy emocionado, tanto dolor por fin valió la pena, en este punto no sé qué hacer, que llevar, como será aquel lugar. He pasado toda mi vida escuchando que podría ser bueno o malo así que los nervios me están ganando. Sé que será hoy, pero todavía no me han confirmado la hora, ojala sea pronto. No puedo seguir viendo a mi madre así, es como si cada día parte de su alma se perdiera y todo es culpa mía, no entiende que ya es momento de que me deje ir, tarde o temprano tendría que pasar.

Antes de irme decido dar un paseo por todos los pasillos que he recorrido en estos últimos días, son bastantes, aunque ya me los conozco de memoria, decido pasar primero por la sección de los ancianos, verlos sentados pensando en lo que fue su vida me llena de una tristeza inmensa, pensar que no podre llegar hasta ese punto me duele, echo un vistazo rápido hasta que por fin lo encuentro, sentado, en una silla mecedora viendo por la ventana, el Sr Tomas  fue una gran compañía, sus historias eran agradables, no podría irme sin despedirme, aunque será mejor que lo haga rápido, no sé cuánto tiempo me queda.

-ya es hora- le digo acercándome por la espalda y dándole un fuerte abrazo.

-creí que durarías más tiempo, tu madre no parece de las personas que se rinden con facilidad.

-lo sé, y no lo es, pero ya ha pasado mucho, tiene que seguir adelante.

-bueno mi querido niño, lamento que te haya pasado esto a ti, pero al mismo tiempo me alegro, pasamos momentos agradables, espero yo también irme pronto y volvernos a ver.

Decido seguir con mi paseo, camino inconsciente por un rato y ahora me encuentro en la sección de los niños, como corren y juegan, a pesar de las circunstancias siguen conservando esa alegría, todos menos uno, el pequeño Antonio, no siempre está aquí, pero en más de una ocasión ha estado a punto de irse. La verdad no tengo muchas ganas de despedirme de él, pero son pocas las personas con las que he compartido, todos llegan y se van, pocos llegan al punto en el que nos encontramos nosotros. A mitad de camino me arrepiento y decido marcharme sin decir nada pero justo cuando me estoy devolviendo hacia la puerta agarran mi mano.    

-¡¡¡Antonio!!!- grito un poco, me sorprendió, no escuche cuando se acercó.

-perdón, no era mi intención asustarte. ¿Qué haces aquí?

-venía a despedirme, ya por fin me voy.

-Oh! Me alegro mucho, espero que llegues a un lugar bonito, aunque nada se podrá comparar con este lugar, tiene algo que te hace desear quedarte.

Hasta este momento nunca había pensado en ello pero tenía razón, ese olor a vida en el air te hace desear quedarte, o quizás la dulzura con la que te tratan las enfermeras,  no lo sé, pero ya no se puede echar marcha atrás

-bueno, espero que encuentres pronto tu camino, ojala logres vivir lo que yo no –una lagrima se escapó de mi rostro y con eso digo adiós.

Estoy cansado, el día se ha pasado más lento de lo normal. Me dirijo a la recepción a ver qué ha pasado de nuevo en este día, cuando de la nada unos enfermeros pasan a mi lado empujando una camilla a toda velocidad, la curiosidad me gana y decido ir tras ellos y ver de qué se trata, cuando por fin los alcanzo me doy cuenta que llevan a una señora embarazada, en todo el tiempo que llevo en el hospital nunca he visto una mujer dar a luz y ya que este es mi último día por qué no hacerlo, entro con ellos en el quirófano y observo en una esquina como todos se mueven de un lado a otro, esforzándose por traer a salvo una nueva vida al mundo, la habitación se llena de una majestuosa luz dorada q solo yo soy capaz de ver,  y ahí está, bajando desde lo más alto del cielo un ángel y en sus brazos se alanza a ver al niño que está por nacer, nadie logra captar la belleza de este momento a excepción mía. Lo deja en tierra y se escucha, tan claro como cualquier otro canto, el llanto del bebe que acaba de nacer, a pesar de la palidez, se nota la alegría en el rostro de la madre. No puedo ver más, salgo corriendo de ahí de regreso a mi cuarto.

Todo este tiempo he estado pensando solo en mí y mi dolor, sabiendo que al lado de mi cama siempre ha estado otra persona compartiéndolo con migo, mi madre,  que ha llorado todo lo que yo no, q ha sufrido lo mismo o más de lo que yo he sufrido, la misma persona que me dio la vida tendrá que autorizar para que me la quiten. No lo puedo permitir, tengo que hacer algo, pero qué.

Entro a la habitación y está más llena de lo usual, a un lado veo a mi madre con los ojos llenos de lágrimas, acompañada de los doctores y al otro lado una figura negra, alta y delgada que nunca antes había visto, todos alrededor de mi cuerpo con la única diferencia de que la figura me ve en la puerta y los demás en la cama. Así que ya es la hora, la figura se acerca a mí y me extiende la mano, no logro verle la cara, pero siento frio estando cerca de ella, y así mismo, mi ritmo cardiaco va disminuyendo.

-¿eres la muerte? – pregunto, aun sabiendo la respuesta.

Asiente y se acerca aún más a mí.

 -¿algún último deseo? –su voz era suave, casi como un susurro que te ínsita a dormir. No pensé que en realidad fuera a decir eso y tampoco había pensado en que me gustaría – apresúrate, todavía me queda mucho trabajo que hacer.

Pase todo el día dando vueltas esperando a que llegara este momento y ahora que lo tengo desearía tener más tiempo, pero ¿tiempo para qué?, la respuesta es fácil, quiero más tiempo para vivir, para sentir el sol en mi piel y el agua al caer, quiero tiempo para amar y así mismo para ser amado, quiero llegar a ser como el Sr Tomas, que vivió por mucho tiempo y ahora puede esperar a la muerte tranquilo, ¿será posible que me de eso?

-quiero tiempo para despedirme – dije con la voz temblorosa.

-concedido – respondió.

Todo se puso negro y la atmosfera en la habitación cambio, no hay luz, no hay nada, me siento débil, casi no me puedo mover, y con gran esfuerzo abro los ojos y me encuentro con la mirada de tristeza de mi madre que al verme cambia repentinamente a alegría, entre lágrimas se lanza sobre mí y me abraza, una alegría inmensa se apodera de mí y con las pocas fuerzas que tengo logro decir mis últimas palabras.

-te amo.

Mi pulso se detiene y todo llega a su fin.

Me encuentro en la entrada del hospital y al lado está la muerte tendiéndome la mano, esperando que vaya a su encuentro.

-ese fue todo el tiempo –le digo, algo enojado.

-fue más que suficiente para ella.

-creí que duraría un poco más.

-ya lograste tu cometido, ahora es tiempo de que alguien más continúe tu trabajo.

-y que trabajo era.

-vivir.

Y eso fue todo, 17 años en los que ahora pienso que pude amar más y odiar menos, reír a carcajadas en lugar de llorar en silencio.

-vamos, nos están esperando.

Le doy la mano a la muerte y atravesamos juntos la puerta que nos lleva a una vida nueva.

Fin.

 






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