La elegida

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Vivo en un pueblo muy pequeño en contacto de la naturaleza y sin mucha tecnología, hay centros de comunicaciones pero nadie tiene teléfonos en casa, ni los necesitan estamos tan cerca de los familiares que no es ninguna molestia caminar hasta sus casa. Somos dedicados a la agricultura en especial por nuestra venta del maíz que nos ha otorgado fama en el interior.

Mi madre siempre ha dicho que soy una chica especial, bella e inteligente y que algún día ayudaré mucho al pueblo. Yo realmente no lo creo de físico me considero normal, de piel blanca pálida cabello liso negro y ojos oscuros. Es verdad que me va bien en el colegio pero no creo ayudar a mi pueblo, ya que mi mayor sueño es irme de aquí y vivir en la gran ciudad llena de sus luces colores y oportunidades. Viajar es mi meta, salir de esta pequeña caja de zapatos y ver como es el mundo de verdad.

Mis amigos me tienen mucha envidia ya que todos los adultos dicen de mí lo mismo que mi madre por tal motivo siempre me andan elogiando en todas partes y soy como una especie de superestrella en el pueblo. Realmente no me importa, en estos momentos solo estoy concentrada en que a final de mes se celebra la fiesta de la cosecha, una antigua celebración realizada desde la fundación del pueblo que alaba a la luna llena de abril momento en que supuestamente sucede algo mágico que da el ingrediente secreto a nuestro maíz, además de un festín, música y bailes. Al mismo tiempo algo siniestro cubre esa noche ya que ese día siempre algún joven desaparece, simplemente durante el festival no se sabe más de esa persona, lo extraño es que nadie le llora, solo es olvidado. Por suerte varios amigos míos lograron irse del pueblo antes de que les tocara tal suerte, y esa noche estaba decidida a averiguar que oscuro secreto envuelve tal esperado y temido evento.

La noche del festival de la cosecha llegó, a mí alrededor veía gente disfrazada, cantando, bailando, comiendo y tomando hasta desfallecer. A todos mis amigos los tenía a la vista siempre cerca lista para detectar el más mínimo indicio de actividad sospechosa. Todo parecía ir en orden, mis amigos jugaban a atrapar al cerdo, el alcalde daba su habitual discurso anual sobre la historia del pueblo y el resto de la gente bailaba y contaba historias para asustar a los niños, lo único que no encontraba era ¡a mi madre! Desesperada empecé a preguntar si alguien sabía algo de ella, sin obtener respuestas positivas me senté en un tronco angustiada cuando un granjero me informó que vio a mi madre adentrándose en el maizal, sin perder tiempo corrí a su persecución.

Estar dentro del maizal fue una de las experiencias más aterradoras que he experimentado, no sé cuánto tiempo estuve corriendo pero parecía no tener final, finalmente llegué a un espacio despejado bordeado por el maíz en donde se encontraba mi madre se encontraba en el suelo llorando, me acerqué a ella y me percaté de que murmuraba algo, se repetía una y otra vez: "eres perfecta, naciste maldita".

Me aleje lentamente de mi madre para darme cuenta que de los maizales salieron la gente del pueblo encapuchada con un raro símbolo colgando del cuello y guadañas. No decían nada, solo se acercaban murmurando una especie de rezo.

Petrificada no sabía qué hacer. De entre el público pasó el alcalde con una túnica blanca diciendo: "gracias por tu ofrenda de carne y sangre, hija del pueblo, ahora te unirás a él, que bajo está luna roja a la vista de los dioses sea grato tu llanto. Ahora la dadora de luz será la arrebatadora de la misma".

Paralizada solo pude observar como mi madre se levantaba del suelo, se acercaba a mí y me susurraba al oído: "disculpa, al menos allá abajo no estarás sola". Acto seguido me empujó a una gran fosa detrás de mí. Fueron unos segundos que parecieron eternos mientras caía, no escuchaba nada y solo podía sentir el aire frío recorriendo mi cuerpo y la enorme luna que parecía ser todo lo que el agujero me permitía ver de la noche. La caída lastimó mi cuerpo impidiéndome mover, logré divisar que efectivamente abajo habían otros cuerpos, por la poca carne que les quedaba pude reconocer que eran mis amigos que supuestamente se habían ido del pueblo. Me dijeron la verdad, al menos aquí abajo no estaré sola, las lágrimas corrían por mis mejillas mientras tierra caía por mi cuerpo, en la superficie celebraban con música, brindis y risas que la siguiente cosecha será la mejor de todas gracias a todos los atributos que les concederé.

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La elegidaWhere stories live. Discover now