La fuente de los deseos

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Desde pequeño he vivido en una feria, junto a mis otros hermanos, niños que, como yo, han sido abandonados, hemos sido criado por un buen hombre llamado TinTin. Un hombre gordo vestido de cirquero, siempre esbozando una gran sonrisa con unos graciosos bigotes largos que al final se enrollan y siempre con un monóculo que nadie sabe si usa por problemas de visión o sólo para complementar su excéntrica vestimenta. Este bonachón nos cuida a cambio de que trabajemos en su circo. Sin embargo nos cuida y alimenta pero se queda con todas las ganancias que logramos recolectar, lo que nos deja prácticamente pobres y sin más vestimenta que los trajes de cirquero que este hombre nos obliga a vestir.

Desde mucho antes de que yo llegara al circo circula una leyenda de un niño que se aventuró entrar al cuarto secreto de TinTin. Un cuarto que además de estar cerrado con llave, candados y maderas clavadas, tiene la típica franja policiaca de "no cruce". La leyenda cuenta que este niño llamado Zero entró en esta habitación escapando de TinTin, puesto que el joven había gastado todo el dinero de la recolección en ropa nueva, al entrar en la misteriosa habitación por un pequeño agujero que tuvo que terminar de romper para poder pasar, descubrió que no había más que una pequeña fuente de pared, hecha de piedra blanca. Se veía como caía el agua de unos jarroncitos muy bien hechos que la llevaban de un lado a otro, hasta desecharla toda al final de la fuente donde se apreciaba, a través del agua cristalina, un fondo lleno de monedas. Era tan pura que uno al asomarse podía ver su reflejo. Sobre la fuente había un cuadro muy grande donde estaban pintadas muchas personas, algunas con caras felices, otras con caras tristes, algunas alegres con botellas de licores en las manos y otras tiradas en el piso muertas.

Zero, sin entender por qué tanta protección para tan simple fuente y siendo incitado por la magia y el misterio que esta fuente expandía, sacó una moneda, la tiró a la fuente y deseó tener el dinero que había ganado de vuelta para que TinTin no estuviese molesto con él. Zero esperó incrédulamente toda la noche hasta que en la mañana, desanimado y cansado, salió de la misteriosa habitación. Después de arrastrarse de nuevo por el agujero, sin haber dado tres pasos cayó al suelo y al levantarse se dio cuenta que había tropezado con una bolsa llena de algo metálico. Zero no podía creerlo, ¡era dinero! Y exactamente la cantidad que había ganado el día anterior.

Creyendo que no era más que pura coincidencia, Zero decidió volver a la fuente durante la madrugada, momento en el que todos dormían y la feria estaba cerrada. Arrojó una moneda a la fuente y deseó lo que siempre había querido: una de esas deliciosas pizzas que aparecen en los carteles de la ciudad. En la mañana, apenas al abrir la feria, un motorizado apareció de la nada estrellándose contra un carro. El hombre salió volando muriendo al instante con el impacto de la caída, casualmente era un repartidor de pizzas, y la pizza que repartía cayó justo al lado de Zero. Sin poder creer lo maquiavélica que era la fuente al cumplir los deseos, temió por un instante los poderes de aquel macabro artefacto, sin embargo, una maliciosa sonrisa se dibujó en su rostro y salió corriendo con la pizza a un lugar donde ni TinTin ni nadie lo pudiese encontrar. El joven sólo podía pensar en lo afortunado que era al tener la mano del diablo como amiga.

Desde que Zero llegó a la feria, su trabajo había sido encargarse del vestuario de los trabajadores, cosa que el odiaba intensamente, pues a menos que fuera la hora de abrir o cerrar la feria, o una de sus escapadas, nunca salía a la luz. Así que le pidió a la fuente que algún trabajo simple en la feria se desocupara para el poder dejar su viejo encargo. Al día siguiente Zero fue avisado que un viejo conocido entre ellos había muerto al quedar atrapado entre unos engranes y el puesto de operador de la rueda de la fortuna había quedado vacante, por si acaso le interesaba. Zero no lo pensó dos veces y lo aceptó. Sin embargo, dentro de su corazón empezaba a crecer el típico miedo humano a lo desconocido, el joven ya estaba jugando con magia negra, una magia siniestra que le cumplía favores pero con terroríficos medios y sin nada más a cambio que unas monedas.

Después de muchos deseos y muchas desgracias, el chico decidió parar los deseos pues ya le tenía mucho miedo a la fuente y le preocupaba que su próximo deseo le costara algo que él realmente amaba o incluso su propia vida. Una noche Zero estaba ante la diabólica fuente contemplándola y preguntándose como algo tan hermosamente hecho por la mano del hombre, puede contener un poder tan malévolo. El atemorizado joven con mucho miedo en su corazón, decidió sacar unas monedas de su pantalón para desear jamás haber encontrado esa fuente y así no tener que recordar las maravillas que esta le ha traído a través de desgracias. Pero al registrarse los bolsillos se dio cuenta que de la paca que siempre llevaba en el bolsillo le quedaba poco menos de la mitad. Extrañado trató de recordar cómo había gastado semejante suma de dinero tan rápido, fue allí cuando se dio cuenta que cada vez que pedía un deseo, lanzaba más y más monedas, en su primer deseo lanzó tres, en el segundo cinco, y así hasta quedarse casi sin monedas. De repente en la habitación entró de golpe TinTin con su macabra sonrisa de oreja a oreja.

-Así que has encontrado mi fuente, eh? Ya decía yo que el infeliz Zero había tenido mucha suerte últimamente.

-¿es su fuente señor?

-¡Claro que es mi fuente! ¿De quién más ha de ser? Si fui yo mismo quien se la compré al diablo. Esta maravilla es lo que me ha hecho quien soy ahora, pero a un precio muy alto: por cada deseo me ha quitado lo que más quiero, empezando por mi familia y al no tener nada más que quitarme, esta fuente, extensión del diablo, me ha ido quitando poco a poco lo que ha sido de él desde el momento en que estreché su mano: mi alma. Ahora chico, lamento decirte que has quedado maldito también, así que te pido cordialmente que te vayas de mi feria.

Zero, con su corazón lleno de dolor asintió y se fue. Sin embargo, el niño que desde muy joven aprendió a valerse por sí mismo y que se volvió un maestro en el arte de escabullirse, se quedó en la feria sin ser detectado. Sobrevivió durante unos días robando el dinero de la feria y, como ya no trabajaba para TinTin, podía gastarse sus ganancias en lo que él quisiera. Pero el infeliz joven aún tenía un dolor en su pecho y un deseo que anhelaba hacer realidad, así que juró que recurriría una última vez a su amiga la fuente.

Era de noche, afuera llovía y tronaba como si se tratara de la última noche de la tierra. Zero yacía recostado de la fuente con un buen puñado de monedas en su mano, mientras decía con los ojos cerrados y en voz baja: "si me cumples este deseo, lo que quieras será tuyo". Lanzó el puñado de monedas a la fuente y gritó: "deseo estar con mi familia"... la puerta detrás de él se abrió de golpe, el joven volteó asustado y feliz al mismo tiempo, pero decepcionado, se dio cuenta que en la habitación no habían entrado sus padres, sino un mojado y furioso TinTin. El hombre por primera vez no sonreía sino que mostraba una cara de disgusto:

-¡Te dije que te fueras niño! ¿Crees que soy estúpido? Dos personas malditas no pueden estar en la misma zona pues la suerte de uno se acabara y eso es lo que ha pasado, por no acatar mi orden han clausurado mi feria.

-Lo lamento señor, sólo permita que la fuente cumpla mi deseo y le prometo que me iré, solo deje que la fuente traiga a mis padres y jamás me volverá a ver.

-Niño tonto... ¡la fuente no puede revivir muertos ni puede traer a aquellos que han consumido su vida enfrente de ella!

Zero se volteó y vio en la pintura a una pareja que miraban a los huéspedes de la habitación con melancolía. Aunque no tenía ni idea de en base a quien hicieron a esa infeliz pareja, el joven sintió un alivio en su corazón.

-Chico, como no te has querido ir tendré que deshacerme de ti ahora mismo...

Zero se cubrió la cara gritando repetidamente: "¡No! ¡No! Yo sólo quiero estar con mi familia, sólo quiero estar en un lugar donde me acepten"... sin darse cuenta el chico tropezó con la fuente y cayó en el agua para nunca más levantarse. TinTin corrió al agua para descubrir que sólo monedas yacían en su interior. Zero jamás volvió a ser visto, pero dicen los desgraciados que han logrado colarse a la diabólica habitación que la melancólica pareja de la pintura ahora sonríe con un niño entre sus brazos.

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