Capítulo único

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Sus labios pintados de un hermoso rosado brillante llamaban la atención de todos los jóvenes que pasaban a su lado. Sus ojos azules encantaban a quien lograba obtener aunque fuera una pequeña mirada de ella, y no era para menos. Sus cabellos oscuros pedían tanto la atención como su piel clara.

Su vestido, era sencillo, pero lindo. Le gustaba de vez en cuando lucir y presumir las prendas que ella misma diseñaba y confeccionaba, como diciéndole al mundo "Si, lo he hecho yo y estoy orgullosa".

El anciano que caminaba a su lado sonrió; Marinette Dupain era la hija de un agradable hombre que conoció a finales del año pasado. Su hija era un encanto y lograba llevar a un montón de clientes a su tienda de reliquias.

La gente no creía mucho en los amuletos de la buena suerte, pero la chica funcionaba como uno en su tienda, pues todo mundo quería usar los collares y pulseras que allí se fabricaban para su venta.

-¿Crees que sea buena idea hablar con ese tal Gabriel Agreste?-preguntó con una mueca asustada la de hermosa cabellera oscura.

Debido al éxito de su "joyería", el hombre más famoso del país, un gran diseñador de modas, quería contactar con ellos para hablar de lo que él llamó "negocios".

-No veo por qué estás tan preocupada, en caso de que no nos convenza su trato, solo habrá que irnos.

Ella apretó un poco más su bolso, realmente inquieta. Tal vez el hombre junto a ella no lo supiera, y lo más lógico era que así fuera, pero ella conocía al hijo de aquel hombre al que iban en camino de visitar.

Adrien Agreste era un joven tremendamente atractivo y que cautivaba a cualquiera que se le pusiera en frente. El problema es que era sumamente serio y asustaba a todos los que a su alrededor se ubicaban.

Todas miraban al rubio con anhelo y desesperación, era muy incómodo, sobre todo teniendo en cuenta que su protectora era la misma chica que se encargaba de hacerle la vida de cuadritos por ser "pobre"

Pobre tenía el cerebro la chica de mirada aceituna, se decía constantemente la joven de ojos azules, pero eso no disminuía el dolor al pensar al atractivo chico pensando igual que Lila.

-Escuché que tiene un hijo.-comentó con una sonrisilla el hombre de larga barba. Los años le habían dado la experiencia y el conocimiento suficiente para saberse conocedor de esa mirada que Marinette tenía.- Tal vez puedas hablar un poco con él mientras yo arreglo mis asuntos con el señor "mis diseños se usan en todo Paris"

La cara de la chica de piel pálida frunció el ceño, visiblemente inquieta.- ¿No puedo quedarme contigo?

-Creo que esto será mejor atenderlo solo. Hombres como él, parecen ser aún de los que tienen en su cabeza la tonta mentalidad de las mujeres siendo un estorbo. Muchos dicen que por eso su esposa se fue.

-Eso es muy desagradable.

-No toda la gente es buena, mi pequeña.

Ella suspiró.- Ojalá no esté Adrien, me da mucho miedo.

-Creí que te gustaba...-mencionó el pequeño hombre, con una mueca de verdadero disgusto.

Los labios de la joven se apretaron al tiempo en el que sus mejillas se sonrojaban violentamente.- Quizá si fuera un joven de nuestro nivel me gustaría, pero es amigo de Lila y...

El anciano la interrumpió.- ¿De esa desagradable chica de cabello castaño que me llama "anciano japonés"?

Marinette suspiró, sintiéndose comprendida ante las palabras del mayor. Rossi era una joven de cuidado. Nadie con menos dinero que ella le hablaba, por miedo a las consecuencias. Eso, la hacía terriblemente insoportable, pues pasaba por encima de cuanto se le cruzara y nadie podía intervenir.

Soy YoWhere stories live. Discover now