Única parte

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   El cielo estaba oscuro y en él apenas resplandecían las estrellas. La luna aún no aparecía y una profunda oscuridad se hallaba establecida. En medio de esa noche, en un lejano campo, dos niños se encontraban, ambos menores de dieciseis años, teniendo una seria conversación; diferente a la que cualquier niño común y corriente podría tener a esa hora. 

  — Pero, Oswald, es verdad. Mamá y papá se fueron, y no regresarán jamás. Debemos irnos, antes de que tengamos que quedarnos con ellos.— El mayor de los niños, llamado Gilbert, murmuró esto por lo bajo, nerviosamente.

  — Si, ya lo entendí hermano. Pero, ¿no podemos volver a casa un rato? tengo demasiado frío y no cené.—  Oswald, quién contaba con apenas once años, juntó sus manos para soplar en ellas temblando por el frío de una noche otoñal.

  Gilbert suspiró, resignado, decidiendo volver e irse en otro día, por lo que ambos niños comenzaron a caminar a campo traviesa. A cada segundo que recorrían el pequeño Oswald soltaba quejidos de cansancio, los cuales eran interrumpidos por su hermano, quién lo amonestaba comentándole como hace un rato había fingido haber comprendido la situación, y como si seguía quejándose así iban a ser oídos, para su propia desgracia. Ante tamañas palabras el joven Oswald cerró sus labios con firmeza, dejando que lágrimas empezaran a bajar por sus mejillas sin ningún ruido o interrupción. 

  Aunque Gilbert aparentaba estar insensible a todo, el chico era cualquier cosa menos esto. Estaba aterrado de que su plan fallara y eso implicara la perdida de su amado hermanito, ya que aún era un niño que tenía tan solo trece años de edad y encontraba aún muchas cosas que no estaban hechas para su entendimiento. 

  Pronto ambos niños cruzaron todo el campo para llegar a una lujosa mansión, situada justo enfrente de ellos. Sin hacer el más mínimo ruido los dos hermanos se aventuraron por el parque hasta la puerta de servicio, por donde entraron. Subieron por la cocina, y al atravesarla entraron al vestíbulo sigilosamente, para luego correr y pasar por delante de la sala sin ser vistos. Al ver logrado su primer objetivo lentamente comenzaron a subir las grandiosas escaleras, llegando al final de estas exhautos, pero su miedo y adrenalina les impidió detenerse, siguiendo hasta la puerta de su cuarto. Sin más tardanza tomaron el picaporte y jalaron de este para poder entrar a continuación, pero una voz les detuvo de continuar. Esta era una voz familiar, la cuál mencionaba algo inentendible seguido de un comentario diciendo que no valían la pena. Confundidos e intrigados por esto y por qué demonios significarían estas palabras los dos niños terminaron de abrir la puerta y entraron al cuarto esperando una explicación. Pero lo único que consiguieron fue verse envueltos en una oscuridad sin chances de poder moverse.

    Semanas más tarde, la familia B***** lamentaba la desaparición y muerte de sus queridos hijos Gilbert y Oswald, de tan sólo trece y once años, obligando a toda su gente a vestirse de luto.

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