I. Los dioses merecen morir.

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Los ángeles no tienen género.
El amor, el erotismo no tiene género.
La belleza no tiene género.


Jungwoo deidad de la belleza y del amor, no tiene género ni forma. Podía optar por parecer una damisela, o ser simplemente un rayo de sol, si quería podría transformarse en un ciervo de cuernos dorados, al igual que podría parecer un colibrí multicolor o tan solo un hombre de divina belleza, inalcanzable y al mismo tiempo, tan deseable.

Sus ofrendas eran nada más y nada menos que joyas preciosas, desde obsidiana hasta jades, perlas y diamantes color carmesí. Recibía donaciones de frutos silvestres prohibidos para el hombre y le construían templos.
Jungwoo gozaba de la devoción de la gente, le agradecían en las bodas y utilizaban estatuillas de su ser, en las lunas de miel. Al igual que las familias le pedían a susurros que los hijos por nacer, llegaran con belleza natural.

Jungwoo de alma pura y leal y tal como su título lo decía, con belleza inigualable, tenía un secreto. Porque nadie, ni en el plano divino, se escapa de tener cosas ocultas.

Su olor favorito es el de la sangre.



La sangre es la ofrenda para el dios de la guerra, amo de todo lo que la conlleva: la muerte, el pánico...

Los soldados hacían fiestas y brindis antes de una batalla a lo que terminaba en una ceremonia donde se sacrificaban corderos o toros. Todo esto para que Doyoung les favoreciera y les diera la oportunidad de regresar victoriosos.


La guerra no tiene piedad.
La guerra no tiene más que dolor.
La guerra no tiene pudor.


Doyoung detestaba el olor de la sangre que lo solía impregnar pero al mismo tiempo lo portaba con orgullo, signo de su fiereza y poder. Invencible y temido, cualidades que creía mejores que cualquier otra.

Pero Doyoung, guardaba un detalle.

Su olor favorito era el de las flores.

Todo por que una vez, decidió tomar forma de un halcón para observar los alrededores, y así, con su poderosa vista, encontró un prado que jamás había conocido, en donde ninfas bailaban libremente. Ascendió para preguntarles a las vírgenes tomando de nuevo su aspecto original. Los seres de la naturaleza se asustaron y huyeron, todos menos uno.

Este parecía claramente una falla, porque una ninfa solo podía ser mujer, pero este, era un hombre. Absorto por ver por primera vez una ninfa de sexo masculino y en su belleza, no notó que temblaba exageradamente pero al final le informó a Doyoung que todo este campo, era obra de una deidad, la cual, al derramar unas lágrimas en el suelo, estas cobraban vida en forma de bellas plantas y flores preciosas con un aroma gratificante.

Doyoung jamás pudo olvidar ese perfume y jamás pudo quitarse de la cabeza a aquella deidad, causante de este.

El dios de la guerra solo quería saber, porqué estaba llorando. ¿Quién osó perturbar su estado de ánimo?


Jungwoo lloraba en las noches mientras caminaba bajo la luz de la luna, se lamentaba porque estaba atado a su marido, al cual detestaba y repudiaba. El "dios herrero" famoso por su brutalidad, trataba a Jungwoo con frialdad a tal grado de solo utilizarlo para saciar su sed pasional.
Abandonaba su hogar por las noches, cuando trabajaba forjando armaduras y espadas para los mejores guerreros y dioses y en las mañanas entraban en un acto de obligación para consumir su deseo carnal. Aunque el herrero, no tenía suficiente y nunca le fue fiel al ser más maravilloso de la existencia.

Jungwoo no tenía el poder para desobedecer a su compañero de vida y lo único que hacía era bendecir a las parejas enamoradas que le rezaban, para que estas sí vivieran felices por siempre.

La deidad del amor, sufría de desamor en un círculo de ironía, casi como una sátira.

A la espera de que algo cambiara o que muriera de dolor.
Jungwoo se preguntó si los dioses podían morir porque también ellos lo merecen.


Doyoung tenía la mala fama de ser un dios al que se le debe temer. La gente solo recurría a su ayuda por sed de venganza, con odio y manos empapadas en sangre. Por qué sí, él tenía una furia devastadora, ira retenida que usaba como poder, sin embargo, a pesar de ser brutal y violento en las batallas también era derrotado en ocasiones y recibía heridas que sufría mas que cualquier otro. Pero se lamentaba solo y eso incrementaba el dolor en su alma.

El dios de la guerra también siente, también llora aunque en silencio.

La última lucha fue contra unos soldados protegidos por Atenea, su hermana y varias veces rival. Astuta e inteligente contraria a Doyoung que era salvaje en todos los aspectos y por lo mismo, ella es la que más lo derrotaba. Quedó totalmente en mal estado, al igual que su armadura y espada. Se reprochó incansablemente dado que no había puesto toda su atención al bélico acontecimiento. Su mente vagaba en las ideas de aquellas flores que encontró aquel día, no podía dejar de pensar en lo obsesionado que estaba con un aroma y todos sus pensamientos iban a parar en miles de dioses para intentar adivinar a quién pertenecían esas lágrimas divinas, de la cual surgieron sus preciadas flores.

Al recuperarse se dirigió a las cercanías del Olimpo para conseguir nuevo armamento, el mejor para ello sin duda, era el dios herrero. Al llegar a su guarida este se vio sorprendido ante tal presencia.


-Hermano, hijo despreciado de Zeus. ¿Cuál es el motivo de tu honorable visita?


Doyoung detestaba oír hablar de su padre y no evitó optar una postura siniestra, tratando de simular su irritación con poco éxito.


-Necesito una nueva arma y no te limites con tus habilidades. Debe ser la mejor, te recompensaré bien.


El herrero dio una media sonrisa, porque claramente, el pago sería de una suma cuantiosa tratándose de un dios tan poderoso.


-Y no me llames hermano, sin importar que tengamos los mismos padres, ni siquiera nos conocemos. Solo tenemos en común la ira.


El otro solo asintió y fue al encuentro del dios de la guerra para recibir su paga. Cuando ambos estuvieron lo suficientemente cerca, Doyoung se sobresaltó. Pudo percibir ese perfume, el que ocupaba sus pensamientos y sueños. Intrigado y sin pensarlo siquiera, preguntó:


-Ese aroma que tienes impregnado, ¿de dónde proviene?


El herrero se vio extrañado, sin poder captar a qué se refería el otro, hasta al fin procesar la pregunta y dio un risa al viento, desagradable de oír.


-Es de mi mujer, su aroma natural y cada que nos acostamos no puedo evitar oler como ella. Por más que quiera, es difícil quitarme este empalagoso olor.


Doyoung recibió esa noticia tal como si fuera una derrota más en la guerra pero esta no tenía masacre, ni sangre, solo conllevaba a un corazón roto.

Doyoung se preguntó si los dioses podían desaparecer por siempre, porque él lo necesitaba ahora.



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Nota: la ninfa de sexo masculino que se menciona, también tiene un fic que escribí. Se llama "Narciso" y allí podrán saber más de él.

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Ares y Afrodita// NCT~ DoWooWhere stories live. Discover now