Daños Culposos

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Cansado por la represión constante del ambiente, emprendió el camino hacia su cita con el horizonte. Una lágrima brotó de su ojo cargada con la esencia de sus seres más queridos, aquellos que quedaron atrás. Una falsa sonrisa escondía su triste rostro, su mente opacada por la confusión que causaba la acosante soledad, olvidó el camino. Las estrellas quisieron guiarlo, pero su mirada barría con profunda amargura el suelo.

Una noche, la luna le susurro al oído que siempre lo acompañaría aunque él no la vea, fue entonces que aquel errante levantó su mirada al cielo estrellado, y por primera vez supo que camino seguir. Pero la noche, aquella oscuridad que tanto resaltaba los astros en el cielo, aquel camino iluminado por el resplandor de la luna, desapareció cuando los primeros rayos del sol aclamaron tímidamente el comienzo del alba. El hombre, desesperado por la ausencia de la luna, acudió al sol con un deplorable grito de ayuda, quien vergonzosamente lo miró, y le ofreció lo único que podía darle, su compañía. La luna vió aquella escena mientras una lágrima rodaba por su mejilla, su corazón se vió atacado por un punzante y envenenado sentimiento de traición, el cual fue lo suficientemente decepcionante como para que decidiera desaparecer.

Desde entonces, el sol acompaña al hombre sin descanso, quien sufre las quemaduras asumiéndolas como su castigo por no recordar las palabras que una vez, la blanca luna le dijo con cariño al oído. Aún hoy, él sigue caminando sin rumbo alguno sabiendo que su único amor, jamás va a volver.

Daños CulpososWhere stories live. Discover now