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-¡Qué hermoso día de sol! -dije en voz alta, mientras lo único que por dentro pensaba es que cada amanecer tenía un nuevo sentimiento de angustia. Para mi buena suerte, se escucha en la Radio mi canción preferida que le dediqué a alguien muy especial y, no, no es todo sobre amor en esta vida. Al escuchar esa canción me trae una cadena de recuerdos: El primer recuerdo es que se cumplieron 4 meses desde la última vez que hablamos. Es curioso como la vida te acostumbra a no tener la presencia de esa persona. El segundo recuerdo es el calvario emocional que significó dejarla ir. No puedo decir lo mismo de ella, en los pocos encuentros que pudimos coincidir físicamente, pude observar que encontró refugio en los demás, incluso me llegó la noticia que conoció nuevas personas, lo cual me resulta genial, se lo merece. Por el contrario, mi defecto siempre fue el mismo, aferrarme. El tercer recuerdo, los buenos momentos que compartimos que antes de que todo cambiara fue el mejor momento de mi vida. El cuarto recuerdo era el hecho de las pocas oportunidades para charlar, tenía el celular en manos, y sentía que hablaba completamente solo o que nisiquiera estaba presente ahí, era ella y su celular. Y así continuaba la cadena de recuerdos, hasta que llegaba una angustia interminable, un nudo en la garganta y la sensación de querer empezar de cero.

Suena una notificación  en mi celular.

-Vamos por un café -Me envió por WhatsApp Feli, un muy buen amigo. Y acepté, todo lo que resulte útil para huir de mi propia mente, me ayuda. Durante el café fueron interminables risas, anécdotas, podía hablar de cualquier episodio vergonzoso de mi vida, excepto un episodio. ¡Sorpresa!, Feli lo mencionó.

-¿Volviste a verla? -Preguntó curioso.

-En verdad no -Respondí cortante.

-¿La extrañas? -Insistió con el tema.

-Por supuesto. La distancia no cambió nada, al menos no en mí -Añadí.

-Pero ella siguió su camino, Federick. Las amistades son eso, vínculos que se pueden suspender en el tiempo, incluso destruirse. No puedes seguir sosteniendóte de recuerdos. Tal vez ni se acuerde de ti. Siempre prefirió a sus otros amigos -Concluyó.

-El verano casi termina. ¿Ya estás preparando tus exámenes? -Cambié rotundamente el tema de conversación. Era en lo que me basaba cada vez que me preguntaban de ella. Y quizás sí, algunos vínculos se suspenden o destruyen en el tiempo. Quizás ni me recuerde. Quizás ya ni existo. Pero para mí no es así. Los psicólogos dicen que existen cinco etapas de duelo: Negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Mi simple apreciación es que me encuentro en la etapa de depresión. Lo cual es bueno, probablemente pronto pueda aceptar y soltar. 

Las siguientes semanas antes de volver a clases fueron magníficas, realicé actividades realmente productivas por lo que culminé un verano para el recuerdo. Pero como dice el dicho, si hay algo bueno disfrútalo porque luego viene algo que nos da un golpe bajo. Y viceversa. Pues es lo que justamente me pasó. El 90% de los días, llegaba un momento siquiera un minuto que la recordaba, y me preguntaba si se encontraba bien o si durante el verano en algún momento pensó en mí. Aunque la respuesta era exageradamente obvia: Muy probablemente no pensó en mí. 

Me había convencido a mí mismo de evitarla en las redes sociales, y aunque mil veces estuve a punto de ver sus estados en WhatsApp. No lo hice. Estaba casi convencido que mi orgullo no lo rompería fácilmente. Hasta que me fallé a mi mismo y vi uno. Estaba mal, y reflexioné durante un largo momento si debía escribirle o no.

Por un lado, me recordaba el hecho de que ella tampoco miraba ni mira mis estados, unas 50 veces me dediqué a compartir estados tristes y ninguno lo vió. Siquiera esas indirectas infantiles que usualmente todos compartimos alguna vez. Además, el último tiempo que compartimos éramos dos extraños tratando de conectar. Y por otro lado, recordaba nuestra promesa: Estar siempre a pesar de todo. Por si la respuesta no es obvia, elegí lo segundo mencionado. Le escribí. Fue breve y cortante. 

-No sé que es lo que te pasa pero no estás sola -Le escribí.

-Gracias pero sí lo estoy -Me respondió.

-Siempre va a haber alguien. Y no dejes que la tristeza te gane -Rematé.

-Gracias por preocuparte -Finalizó.

Aquel breve chat perduró días en mi mente. Preguntándome porque hoy en día todo lo que vale es a través de una pantalla y no compartir físicamente. Un martes puede transformarse en sábado. Y media hora puede convertirse en una oportunidad para ver a alguien. Pero no tenía esa dicha. Ni la iba a tener. Para ser honesto, todos los días había un momento del día que la recordaba o algún recuerdo que me hacía feliz... o me generaba tristeza. Irónico, ¿no?, tal vez ni se acuerda de mí.

Con el transcurso de los días seguí realizando actividades como una forma de superación y de distracción. Me había propuesto objetivos a corto plazo que afortunadamente pude lograr. Si se preguntan puedo contarles uno, me uní a una asociación de personas con cáncer para donar sangre y colaborar en lo que sea posible. La sensación que se genera en nuestro ser cuando ayudamos sin esperar una devolución no tiene ningún tipo de precio, más bien, llena de gratificación el alma y son pequeñas cosas significativas que en la vida no tienen precio. Y así, los días, el tiempo y la vida seguían avanzando. 

* Tres meses más tarde *

-¡Qué hermoso día de sol! -Dije en voz alta. Mientras en mi mente surgían muchas ideas para aprovechar el día. Disfrutarlo a mi manera. A solas o compartirlo. Para mi buena suerte, se escucha en la Radio mi canción preferida que le dediqué a alguien muy especial y que siempre lo será. Una vez escuché que el peor error es dedicar tu canción favorita a alguien porque solo nos genera tristeza y enojo, yo pienso lo opuesto, me trae recuerdos y los recuerdos con ella son lo único que me quedan, pero se fue y no me quedé a esperar porque sabía que era inútil y que no iba a volver a mí. Y no, no lloré, no me angustié ni quise empezar de cero. El momento de aceptación había llegado, el momento en el cual ya no seguía esperando lo que no iba a llegar. Las personas podemos querer con todo el corazón, pero durante todo este tiempo aprendí a valorar más las acciones que las palabras, y también a lidiar con la gente que gusta intrometerse en cuestiones de a dos. También aprendí a valorarme a mí mismo, sin olvidar lo que fui. Ella contribuyó mucho en mi vida y es por eso que siempre le voy a desear lo mejor de este mundo.

Mi corazón, mi alma y todo de mí, le dejó ser. Y hoy su recuerdo me sonríe. Ya no hay tristeza. 

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⏰ Last updated: Jun 05, 2018 ⏰

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Un recuerdo que sonríe.Where stories live. Discover now