De amor y otras cosas amargas

18 0 0
                                    

Taira Tadakazu siempre estaba de buen humor. Incluso cuando jugaba y su semblante se tornaba serio, su buen humor no menguaba; fuera cual fuera la situación, sus ánimos eran envidiables, tanto, que incluso resultaban molestos para sus compañeros de equipo, aunque no podía importarle menos; amaba el rugby y ese era el único motivo que necesitaba para estar siempre de tan buen humor.

Sin embargo, más que cualquier otra cosa, quizás incluso más que el rugby mismo, lo que más levantaba el ánimo de Taira, era Sekizan. El pelirrojo capitán del equipo de Kanagawa era, sin lugar a dudas, el objeto de su completa adoración.

Desde aquella primera vez que le había visto, cuando el entonces novato entrenaba bajo la lluvia luego del partido, la determinación de Sekizan le había dejado totalmente prendado, sin mencionar que había algo en él, en su mirada, que le impedía apartar la vista y volver a lo suyo. Durante algunos minutos, se había dedicado exclusivamente a observarlos, a él y a su compañero, dejándose envolver por la intensidad que brotaba del cuerpo de ambos y permitiéndose sentirse fascinado por ella.

A partir de ese momento, su "interés" por Sekizan se había transformado de una forma que no lograba comprender por completo, llegando a transformarse en un sentimiento que, aunque se esforzaba por disfrazar de admiración, era ya demasiado evidente, incluso para él mismo. Estaba enamorado de Sekizan, loca y perdidamente enamorado de él. Y no, por mucho que lo deseara, su amor no era correspondido.

La verdad era que Taira nunca había tenido el valor de confesarle sus sentimientos a Sekizan, aunque sí lo había intentado en varias ocasiones. Todas ellas sin obtener éxito.

La primera de ellas, había sido poco después de aquel partido, unos cuantos meses después, y su única intención era acercarse a él en busca de su amistad con la esperanza de que, con la convivencia y al darse cuenta de lo mucho que lo admiraba, algún día podrían llegar a ser algo más que amigos. Sin embargo, el chico no parecía tener el más mínimo interés en relacionarse con él, por lo que lo más que pudo obtener de él fue una mirada aburrida antes de que le diera la espalda para seguir con su camino.

Aquella vez quiso pensar que esa era la personalidad de Sekizan, y pudo confirmar en otras ocasiones que él no era el único que sufría de su terrible indiferencia, pues el chico no parecía estar interesado en hablar ni siquiera con los miembros de su equipo. O al menos con la mayoría de ellos, pues estaba ese otro chico, el de complexión robusta y sonrisa amigable, que no se despegaba de él ni por un segundo.

Mutsumi, así le llamaba su amor platónico, y él no podía evitar sentir celos de ese joven, que siempre lucía extremadamente animado cuando se encontraba junto a Sekizan. ¡Cuánto envidiaba la suerte que tenía! Poder pasar tiempo a su lado, no sólo durante los entrenamientos sino también después de clases, hablar con él normalmente, hacerlo reír, entrenar a su lado... cómo odiaba no ser él quien pudiera compartir todos esos momentos junto a su adorado Sekizan.

Y lo que era aún peor, era que no sólo tenía que continuar soportando en silencio la indiferencia de su crush, porque sí, Taira ya hacía mucho que había aceptado tener un crush con Sekizan, sino que, además, tenía que soportar el hecho de que ese tal Mutsumi fuera volviéndose cada vez más y más cercano a él, ocupando un lugar que él deseaba para sí mismo. Mientras tanto, Sekizan comenzaba a cambiar sus sentimientos hacia él, que habían pasado de la total indiferencia al desagrado.

No era un misterio para Taira que Sekizan no soportaba su presencia cerca de él. No importaba cuanto lo intentara o cómo lo hiciera, siempre que trataba de acercarse a él, acaba siendo cruelmente golpeado o ignorado por el pelirrojo. Ni siquiera podría decir cuál de las dos le dolía más, sin embargo, como era de esperarse, sus ánimos no decaían ni siquiera un poco. Entre más era rechazado por Sekizan, más aumentaban sus deseos de acercarse a él.

De amor y otras cosas amargasWhere stories live. Discover now