La última noche

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Todo comenzó una noche de abril. Hacía frío y estaba acostada en la cama, junto a John, mi novio y futuro marido, del cual estaba completamente enamorada.
Eran como las cinco de la madrugada cuando el teléfono fijo comenzó a sonar, traté de ignorar el insoportable ruido que éste hacia, pero era imposible.

– Rose, el teléfono... – dice John con voz somnolienta. Yo simplemente lo ignoré y me hice la dormida.

– El teléfono está sonando, Rose – repite. Sigo igual.
Después de un rato más sonando.  John se levantó y atendió.

– ¿Hola? – dice
– ... – hace silencio para escuchar.
– ¿Habla enserio? ¿Cuando ocurrió esto? – preguntó mientras se levantaba de golpe
– ... – silencio de nuevo
– ¡¿MEDIA NOCHE?! ¿Por qué no me lo dijeron antes? – él estrelló fuertemente su puño contra la mesa de noche. Parecía estar enfadado,  muy enfadado. Cortó la llamada golpeando el aparato sobre la misma mesa. Se levantó para buscar ropa en el armario.

– ¿Qué ocurre? – pregunté preocupada.
– Mi madre – respondió él.

Y, esa noche, comenzó todo. Toda la desgracia, el cambia en la vida de John como en la mía.
Había pasado casi un año desde el suicidio de su madre, a John no le cayó para nada bien, y lo entiendo, ¿a quién le caería bien?
Pero John no intentaba no intentaba salir adelante Cómo debía hacer, sino que empeoraba cada vez más, se venía abajo con cada botella de cerveza que tomaba, con cada sustancia que inhalaba.
Recuerdo la noche en que todo se fue al carajo. Yo estaba sentada en una silla completando una sopa de letras cuando John abrió bruscamente la puerta, haciendo que se golpeé con la pared, luego ingresa a la sala tambaleándose y con sus ojos de un rojo intenso. Estaba bajo los efectos del alcohol y vaya a saber que más.

– ¿John? – pregunté
– M-mujer, no molestes. T-traeme la c-comida. – respondió arrastrando las palabras. Sin más revuelos y para no pasar a mayores, asentí y serví su cena.
Estuvimos unos segundos, hasta que se levantó de su silla, se dirigió en mi dirección y me golpeó. No me sorprendió, no era la primera vez que lo hacía, pero no lo esperaba.  Había hecho lo que él me había pedido, no sé porqué el golpe

– ¿P-por qué? – le pregunté en el absurdo intento de retener las lágrimas – ¿Qué he hecho ahora para merecer ser golpeada? – continúo ya con lágrimas brotando de mis ojos.

– T-todo es tu culpa. – me dijo él – y no llores - ordenó mientras me golpeaba de lleno con su puño

– Pero yo no he hecho nada. – me atrevo a decir
– ¡Cállate! - gritó. – no digas más una palabra – Dijo empujándome tan fuerte que me hizo tambalear. – v-ve a tu habitación, no Q-quiero ver tu maldita cara – demandó
No dije más una palabra y obedecí.
Los días pasaban y era siempre la misma situación.  Gritos, golpes, lagrimas e insultos. Así por semanas, hasta que finalmente dije »BASTA«
Era de noche cuando me levante de esa maldita cama en la que tanto había llorado, mire de reojo a la sala y ahí estaba John. Creo que oyó la puerta porque estaba mirándome. Asustada y a lo oscuro, empiezo a pasar las manos por las paredes, debía encontrar la puerta. Hago tacto hasta que un ruido me asusta el doble. Él se había levantado y venía hacia acá. Me apure y encontré la puerta, entre al baño y trabe la puerta de éste. Me senté en el inodoro, y sin darme cuenta ya estaba llorando de nuevo. Limpié mis lágrimas y decidida tome la felicidad entre mis manos, la deslicé lentamente sobre mis muñecas y me quedé viendo como la tristeza y los problemas salían de ellas en un color rojo oscuro. Momento después, mi vista comenzó a nublarse. En ese momento me sentí bien, pero solo fue eso: un mísero momento.

La última nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora