Capítulo 1.

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¡Estaba arto! Arto de tener que levantarse temprano, de tener que pasar todo el día en una aburrida oficina con todos esos aburridos papeles que firmar, con apenas unos míseros minutos para descansar y almorzar esa fea comida que le traía Hinata todos los días. Demonios, que extrañaba el tiempo en que su única preocupación era el que todos los empleados ingresaran al trabajo a tiempo. Lo peor era que todo era su maldita culpa, todo por haber aceptado casarse con el bastardo de su esposo, Uchiha Sasuke. ¡Sabía que lo había hecho apropósito! El brillo en los ojos cuando se lo propuso no podía ser sólo de felicidad. El muy buen hijo de... Mikoto, sabía que los deberes pasarían a él gracias a un estúpido acuerdo que no sabía de dónde había obtenido su firma.

Bueno, si era sincero, sí sabía de dónde había obtenido su firma pero ¿¡quién podría razonar cuando se tenía a tu prepotente, orgulloso y sexy novio, arrodillado entre tus piernas, con la polla entre esos perfectos y finos labios amenazando con darle la mejor mamada de su vida si le firmaba unos estúpidos papeles!? ¡Por supuesto que iba a firmar! Y el bastardo de Sasuke lo había sabido, se había aprovechado de él.

Desdichada su vida.

Con un suspiro teatral, se recargó en el amplio respaldo de su sillón y se frotó las sienes en un intento por no perder la compostura y saltar por la ventana. Estás en el decimo cuarto piso, Naruto, la caída te matara y dejarás a Sasuke viudo. ¡Jah! Primero arrojaba a Sasuke de allí, luego se arrojaba él. Y hablando del rey de Inglaterra, ¿qué estaría haciendo en esos momentos? Consultó su reloj con la esperanza de que le diera una buena noticia; 19:56. Faltaban unos 30 minutos para poder escapar de esas cuatro paredes por ese día, soltó un resoplido de frustración, pasando a fulminar la pila de papeles como si pudiera hacerlos desaparecer de aquella manera.

Alternó su mirada entre uno de los cajones de los cuales disponía la copia y la montaña de papeles. Una brillante idea surgió de pronto, abriendo inmediatamente aquel preciado cajón que le daría su libertad por ese día. ¡Al demonio con sus responsabilidades de viernes! Pasaría mañana por ellas y las completaría en un rato, mientras tanto, arrojó los papeles descuidadamente y, con una risa triunfal, cerró el cajón con llave. Con el mentón en alto y una amplia sonrisa en el rostro, golpeó el escritorio con ambas manos. Tomó su teléfono y se apresuró a escapar del lugar.

—¡Terminé antes, Karin! Me voy, nos vemos el lunes a primera hora. Hasta luego.— Avanzó rápidamente a la vez que hablaba, cerrando la puerta tras su espalda apenas terminó de hablar, corriendo en dirección a su auto al escuchar los gritos de la pelirroja preguntando si había acabado con todo el papeleo. Una vez a salvo en su auto, se permitió respirar con tranquilidad y conducir a su casa de lo más feliz. Esa noche llevaría a su bastardito a cenar, tenía la reservación desde hacia unas semanas, el lugar era de lo más exclusivo y justo el tipo de lugar al que Sasuke adoraba asistir. Él, por el contrario, acababa siendo regañado por los mozos y, mínimo con tres patadas en la rodilla cortesía de su esposo. Lo bueno de esas noches era el buen humor con el que regresaba Sasuke, el sexo estaba asegurado luego de cenar y era todavía mejor si lograba mantenerse en su lugar toda la noche. Sasuke le permitía hacerle lo que quisiera luego de ello. De sólo pensarlo ya se le caía la baba.

Entró en la mansión en la que ambos vivían, encontrándose todo en un inusual silencio, no se notaba el usual ruido provocado por sus empleados, ni siquiera el televisor de la sala donde el pelinegro acostumbraba a esperarlo. Frunció el ceño al pensar que Sasuke no estaría esperándolo, aflojándose la corbata a la vez que tomaba rumbo directamente hasta las escaleras y agudizaba el oído en espera de oír cualquier cosa fuera de lo usual.

Caminó con cuidado por los pasillos, agradeciendo que la alfombra lograra camuflar el ruido de sus pisadas por completo. Se paró frente a la puerta que pertenecía a su habitación, llevando una mano al picaporte para abrirla y justo cuando estaba por girarla, un gemido ahogado hizo que se detuviera de golpe. Sus ojos de abrieron al tiempo que su boca, sin poder creer lo que había escuchado. Conteniendo el aliento y casi sin respirar, esperó a que el sonido se repitiera. ¿Sasuke lo estaba engañando en su propia habitación? No, Sasuke podría ser muchas cosas, pero no era un infiel... menos si no había hecho nada para hacerlo enojar. Si tan sólo se imaginara lo que se encontraba tras esa puerta...

¿Por qué?Where stories live. Discover now