Mi Querido Amigo

9 0 0
                                    


Hola mi querido amigo. Sí, sin importar las décadas que nos dividan ese título nunca dejará de pertenecerte. Pero confieso con un inmenso pesar que posee cicatrices vastas y profundas. Aún siento el ardor punzante de cada una sobre mi pecho, creadas con tu egoísmo, siendo delineadas sin miedo y con gran pasión.

Aunque el tiempo nos ha sido caprichoso e incorregible, en los últimos años han venido a mí vagos recuerdos, cada uno de ellos más nebuloso que el anterior. Fragmentos han desaparecido en las lagunas de mi mente y, tras una larga y cansada vida, solo puedo considerarlos como hechos insignificantes. No puedes extrañar lo que ya no existe, mas siempre añoraremos aquello que perdimos. ¿Acaso los días, tan simples y a la vez implacables, desde la última vez que nos vimos han sido más reconfortantes para ti que para mí? En el fondo de mi corazón espero que no y a su vez rezo cada noche porque tu salud sea mejor que la mía.

Si al leer estas palabras me haces la misma pregunta que en aquella ocasión, lamento responderte que no, no te he perdonado. Desearía no irme con este rencor, pero la pasión de antaño no ha abandonado este cuerpo decadente y seco. Si esta masa hecha de carne, hueso y sangre no fuera tan longeva viviría mil años, te lo juro. No obstante, tu traición ha consumido mi alma lentamente, convirtiéndome en un despojo de lo que una vez fui. Siendo la ira lo único que me mantiene, eso y mis recuerdos, donde en cada uno tu rostro no deja de ser una muestra de alegría y desprecio.

Qué susceptibles somos los humanos, ¿no te parece? Llevados constantemente por cada insignificante emoción que impulse nuestros pasos. Seres banales e insignificantes, sin duda en ello nos hemos convertido.

Perdóname. Seguramente los delirios de este anciano son de seguro algo incomprensible para ti, pero tiendo a divagar. He adoptado una espantosa costumbre. Irónico, ¿no? Viniendo de mí. A estas alturas ya debes estarte preguntando a ti mismo: «¿cómo fue capaz de encontrarme?» Mi querido amigo, no soy el primero pero posiblemente sí el último de los que anhelan verte partir, y es por ellos que te he escrito esta carta.

Tranquilo, no te asustes, soy un hombre traicionado y dolido, pero, por sobre todo, un caballero. No pienso manchar mis manos y mucho menos concibo pasar lo que me resta de vida con un éxtasis momentáneo. Prefiero odiarte, llenar mi pecho de furia ciega antes que de tristeza, no soltaré una lágrima por ti. Por ello, mi querido amigo: mía no será la sombra que le susurre a tu oído en silencio y haga escapar, con inmenso recelo, el vago suspiro de tu aliento mortal antes de hacerte sucumbir a tu apresurado y justo final.

No. Otros han de hacerlo por mí. Solo les supliqué, poniendo cada centavo de mi ahora inexistente fortuna para que tu vida no fuera mucho más larga que la mía.

Adiós, mi querido amigo.

Atte. Albert Welf

Carta a Federic D. BossWhere stories live. Discover now