Capítulo 1

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El mar lo llamaba, lo atraía como lo haría un amante anhelado. La brisa del océano le susurraba al oído y el hipnótico sonido de las olas al romperse en la orilla le hacía dormitar, allí sentado en la blanca y prístina arena.

"Legolas, Legolas" –lo llamaban.

No se movió. No podía. Estaba demasiado centrado en el juguetón reflejo del sol de la tarde sobre el agua, haciendo que el mar azul se convirtiera en un campo de zafiros brillantes. Tan bonitos, tan atrayentes, y tan decepcionantes.

Tenía la sensación de estar soñando, pero no lo estaba. Sentía la arena entre los dedos. El sol le calentaba la piel. Podía oír las alegres risas de los niños que jugaban a su alrededor. Su cuerpo seguía allí, en la maravillosa playa de Dol Amroth, el estado de la familia del Príncipe Imrahil. Y aun así, su mente estaba en otra parte, lejos en Valinor.

"¿En qué piensas, Legolas?"

El príncipe de Eryn Lasgalen se sobresaltó con la voz repentina, saliendo de su ensimismamiento. Alzó la mirada y parpadeó, aturdido, a la bella dama que lo observaba desde arriba. No se había percatado de que llevaba rato observándolo.

"¿Disculpa? ¿Qué me decías?" –preguntó Legolas, sonrojándose ligeramente.

Con un suspiro y una sacudida de su cabeza, Lady Arwen se sentó al lado del joven señor elfo.

"Parecías tan pensativo hace un momento, tan distraído... ¿En qué pensabas?" –volvió a preguntar.

"Uh... -Legolas se encogió de hombros, intentando quitarle hierro al asunto-. En nada."

"Hmm. Debe de ser un gran 'nada' por lo que me dicen las arrugas de tu frente" –lo molestó Arwen con una sonrisa mientras gentilmente le acariciaba la frente para que dejara de fruncir el ceño.

Legolas se rio y le sujetó la mano. Tras besarle el dorso, respondió:

"No necesitas preocuparte por mí, Arwen. Estoy bien."

"Vale. Si tú lo dices" –dijo finalmente la reina de Gondor mientras se apoyaba contra el costado de Legolas. Él le rodeó los hombros con un brazo y la acercó más hacia sí.

Los dos amigos de la infancia permanecieron allí sentados un rato, sin prestarles atención a los niños que jugaban en ese tramo de la playa. Varias niñas construían un castillo de arena cerca de ellos, charlando animadamente entre ellas. Mientras tanto, un grupo de niños chapoteaba en el agua, nadando y gastándose bromas.

Esto hizo que Legolas sonriera ante felices memorias de cuando él tenía esa edad, pues también solía tontear así con su hermano mayor, Keldarion. Muchas veces se habían lanzado al arroyo trasero del palacio de Mirkwood tras trepar a las ramas de los árboles en verano. Luego solían chapotear y molestarse en el agua como un par de borrachos, riéndose de ellos mismos.

Hubo una vez en la que ambos hijos de Thranduil habían sido gravemente heridos tras intentar un salto en plancha. No se habían dado cuenta de que la rama de un árbol se había roto y caído a la corriente durante la noche. Apuntando hacia arriba, sus ramas afiladas permanecían ocultas en el agua como una trampa, y el desastre ocurrió.

Legolas se había clavado una en el abdomen y Keldarion en el pulmón. Pero ninguno de ellos aprendió la lección y una semana después del incidente habían vuelto al arroyo, para exasperación de su padre.

Keldarion.

Legolas se estremeció al pensar en su hermano. Lo había perdido hacía ya casi diez años ante la llamada de Valinor. Lo había perdido cuando el príncipe mayor navegó a través del mar y nunca volvió.

El Temperamento del MarWhere stories live. Discover now