Prefacio

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Ya todo estaba listo, dos grandes maletas y una mochila fueron suficientes para empacar todas sus pertenencias. Estas ya se encontraban en el baúl de su carro esperando a ser transportadas a su nuevo destino; La Universidad de Londres.

El verano había acabado más rápido de lo previsto. No supo en qué momento pasaron los dos años de colegiatura. Sentía como si hubiese sido ayer cuando estaba en el instituto rodeado de sus compañeros de clase y con un diploma en la mano, a punto de graduarse. Louis pensaba que sus estudios acabarían allí, no creía posible iniciar su carrera como escritor. El ir a la universidad se veía como un sueño lejano casi imposible de alcanzar.

Lo que Louis no sabía era que sus padres anduvieron los dos últimos años de sus vidas llamando a bancos y haciendo cuentas, todo con el único fin de ver a su hijo perseguir sus sueños. A tan solo pocas de irse, seguía sin asimilar que el sueño se convertiría en su realidad.

Sin embargo, todo se sentía extraño. El hecho de tener que dejar a su familia y comenzar una nueva vida, nuevos estudios, nueva casa, nuevos compañeros, nuevo todo.

Louis no sabía cómo se sentía. Se encontraba meditando apoyado contra el marco de la puerta de su cuarto sobre si algo se le había pasado, quería asegurarse de haberlo empacado todo, pero al observar su habitación casi vacía, un enredo de sentimientos se plantó en su estómago y otro de pensamientos en su mente. No podía creer que por fin había llegado el día, el gran día.

¿Estaba emocionado? Claro que lo estaba, pero le era imposible no sentirse ansioso y con un poco de miedo; es que su vida a partir de ahora sería totalmente distinta.

Dejó sus pensamientos de lado y decidió que ya era hora de partir. Tomó su celular, su billetera, las llaves de la casa y del carro, caminó escaleras abajo, dirigiéndose a la cocina donde se encontraba su mamá.

—Creo que es hora de irme —dijo, con una media sonrisa en sus labios pero con un tono de voz un poco débil.

Su mamá suspiró con nostalgia mientras se encaminaba hacia él con los brazos extendidos, Louis la abrazó con fuerza mientras escuchaba el sonido de su garganta al pasar saliva, sabía que se estaba conteniendo para no llorar.

—Mamá, nos veremos en verano, no te pongas así —se separaron del abrazo, él la sujeto de los hombros—. ¿por favor? —terminó diciendo.

—Prométeme que llamarás apenas llegues.

Louis vivía en Doncaster, una pequeña ciudad del norte de Inglaterra, ubicada a 170 millas de distancia de Londres. Sabía que si le iba bien en carretera, podría gastarse cuatro horas de viaje, y aunque no era mucho tiempo, para su madre era lo suficientemente largo como para mantenerla preocupada hasta recibir nuevo aviso por parte de su hijo.

—Te lo prometo —sonrió y le plantó un beso en la mejilla.

—Prométeme que llamarás todos los días —dijo su madre con un tono demandante que le hizo gracia.

Louis rodó los ojos y soltó una pequeña risa.

—Te lo prometo mamá, dile a papá que llamaré apenas llegué y a partir de ahí intentaré llamarlos después de la cena ¿está bien? —ella asintió con la cabeza y volvió a abrazarlo, esta vez con más fuerza—. Me estrujas —dijo Louis con la voz ligeramente ahogada.

Esperó a que su madre lo soltara para decir adiós.

—Adiós hijo, por favor, sé responsable, cuídate mucho y ¡llámame!

Louis ya se encontraba caminando hacia la puerta.

—¡Adiós madre! ¡Te amo! Dile a papá y a mis hermanas que los extrañaré —gritó desde la puerta.

—Lo haré, nosotros a ti... ¡Cuídate!

Y fue lo último que escuchó antes de cerrar la puerta de su casa tras él y caminar hacia su auto. Londres lo estaba esperando.

Holloway | l.sWhere stories live. Discover now