00,7

288 36 17
                                    

Una canción resonaba en el viento, contando la historia de un muerto. Resultaba tonto pensarlo, pero nadie podía evitarlo.

Mi necesidad por una larga ducha se vio interrumpida nuevamente ante el golpe fuerte y severo de Edén en mi puerta. ¿No tenía nada más que hacer? Ese reflejo definitivamente necesitaba a una humana con urgencia.

Por un momento, me pareció creer que había entendido mi sonrisa maliciosa, como si entre leyera en mis ojos: sigue jodiéndome, y te joderé más, Edi.

De paso hacia el ala suroeste del castillo, nos tropezamos con varias Driagnas que no dudaron en mirarme. Las historias corrían rápidamente, así que bien podía ser por lo que sabían de mí y mi pasado o por la aparente relación que tenía con Daxon.

Prefería que estuvieran en la superficie de rumores, que en interior del huracán de mi corazón. Prefería que me señalaran por provocar incendios, por ser despiadada, una ladrona, que intentaran buscar respuestas dentro de mí.

Una reflejo bastarda. Eso era para ellos. Con eso me bastaba.

—Estoy seguro que amarás esta clase...—musitó Daxon en mí oído. A su lado, dos reflejos lo acompañaban, hablando entre sí. El de gafas y el rubio. No me miraron—, ahí aprendí a tocar a las mujeres con mayor precisión. Los Dranor tienen sus trucos...

Miré a Daxon y negué sutilmente con la cabeza.

—Lo único que querré mover con mis tinieblas, es un cuenco y mi caja de cereal.

La diversión brilló en su mirada, recordando los tiempos pasados, cuando ningún apellido era un impedimento para vivir o poder acercarse a alguien. Daxon, pese a ser parte de un reino oculto en la zona de su familia, seguía poseyendo tanta riqueza como cualquier otro rey en el pasado, era de la "realeza" después de todo, su actitud y educación lo dejaban en evidencia. Por eso mismo nos habíamos alejado.

O bueno, fue una de las razones.

Él me observó, sabiendo bien en qué estaba pensando, así que le sonreí golpeando su hombro antes de alejarme por completo para evitar que nos vieran mucho tiempo juntos. No importó cuando entramos al salón, repleto de Driagnas, Dranor y reflejos.

La luz radiante me impactó en el rostro, pero lo primero que vi, fueron las lámparas de lava azulada que iluminaban cada escritorio para los estudiantes. Lo segundo, fue a él...

Reprimí una maldición...

Esto no podía estar pasando.

***

Debía ser una maldita broma.

Contuve el aliento un segundo y bajé la mirada para considerar las opciones que tenía antes de gritarle a los mismísimos Antiguos por cómo estaban sucediendo las cosas. Podía escapar, ¿pero qué sentido tenía? Nunca había huido, ni siquiera cuando una Driagna me corrió de Ciudad Sol dos siglos atrás. Aunque intentó quemarme el cabello con su magia...

No habían pasado más de diez minutos tras gritar por el jabón que me había entrado a los ojos, cuando estaba ahí, tomando asiento para recibir la clase para convertir la sal en azúcar o el azúcar en sal, y lo vi entrar con total armonía, el dominio y la distinción marcando sus pasos.

Mi rostro se descompuso.

Y posiblemente habría abierto la boca de no pensarlo dos veces.

Era el mismo sujeto que me había atrapado la noche anterior, con su cabellera platinada rozándole las pronunciadas cejas, agarrada en una coleta de cuero, ataviado en una simple camisa de algodón sin la intención de ocultar el entrenamiento previo que exaltaba su cuerpo. ¡Ese jodido cuerpo! ¡Oh, Antiguos! ¿Dónde me había metido?

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora