ESPUMA

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Siente la sutil vibración en su sien y eso le relaja. Cuando viaja solo acostumbra a acomodarse escuchando la música con sus airpods mientras apoya la cabeza y observa a través de la ventanilla. Ha sido un vuelo tranquilo, pero como de costumbre, no ha podido pegar ojo, por lo que su mente ha aprovechado para rememorar con detalle todo lo que ha vivido en las últimas semanas. Pasan delante de él imágenes, conversaciones, susurros, confidencias y llamadas de todos sus altibajos emocionales después del drama familiar en abril; del tormentoso mes de mayo que prefiere dejar atrás; del pasado mes de junio que reavivó su ilusión por la música y, sobre todo, por el amor. Y ahora piensa en todo lo acontecido este mes que llega a su fin, donde confirmó su absoluta devoción por la persona de la que se enamoró perdida e irremediablemente por primera vez a sus 22 años dentro de esa academia donde siempre quedará parte de su alma. Hoy 28 de julio, piensa de nuevo en el regalo que le dio la vida cruzando al rubio en su camino. Nunca antes nadie le había demostrado sin palabras, tan sólo con hechos, que estaba ahí para él, sin condición, aún en los momentos en los que no se lo merecía, en los que había intentado apartarlo de su lado y cuando creyó firmemente que ya no le merecía. Fue su salvavidas, su parachoques, su escudo, su compañero fiel, siempre atento a lo que necesitaba en cada instante, dándole ese espacio que exigía sin pedirlo. La lealtad de Raoul le ha ayudado a disipar sus profundos miedos y sus inseguridades, le ha convertido en una persona mejor.

Una lágrima brota y se desliza por la aleta de su nariz pero no la seca, dejando que caiga sobre su pierna y tatúe un círculo perfecto en el tejido del pantalón. Coge de nuevo su móvil, Raoul ya ha debido llegar al hotel. Recibió su último whatsapp, que ahora relee, mientras esperaba en el aeropuerto; Nerea y él estaban de camino en el autobús junto con Thalia. Agradece enormemente que hubiesen viajado un día antes a Avilés, donde se hospedaban, para que él no estuviese solo esa noche. Era la segunda vez desde que los conoció que habían hecho eso por él. No podía sentirse más afortunado de tenerlos.

Se vislumbran ya las luces del aeropuerto, es noche cerrada y aunque el cansancio pesa sobre sus párpados, la idea de reencontrarse con su chico después de tantos días, le da esa chispa de energía que necesita. Aterrizan, avanza despacio hasta la salida y espera a su maleta de la cinta transportadora mientras mira la hora en su reloj; la una y cuarto de la madrugada. Seguro que ya están dormidos cuando llegue, piensa cuando sube a un taxi a la salida del aeropuerto. Tiene otro mensaje del rubio: "habitación 122". Por la noche a penas hay tráfico, en menos de veinte minutos llega a la puerta del hotel, el hall está vacío y tras recoger la tarjeta en recepción, sube directamente a la habitación.

Llama a la puerta, no abre nadie, clic utiliza su tarjeta magnética y entra a la habitación.

¿Raoul? —silencio— Raoul, ya estoy aquí.

Nada. Entra cautelosamente y deja su maleta al lado de la cama. Echa un vistazo rápido en la habitación, está solo. Una pequeña nota le llama la atención sobre la mesilla, reconocería esa letra entre millones de caligrafías: Ago, vuelvo en seguida, ponte cómodo

El cuarto de baño es grandioso, con azulejos marmoleados brillantes y con un gran espejo. Hacía tiempo que no veía una bañera de hidromasaje en una habitación de hotel. Los pies le duelen, las piernas le pesan y la idea de un buen baño relajante le atrae en ese mismo instante.

Deja el grifo abierto y echa un poquito de jabón además de las sales de baño que encuentra perfectamente adornadas junto al lavabo. En seguida una gran cantidad de espuma comienza a formarse en la superficie. Enciende el hilo musical, una delicada y relajante música de violonchelo y piano comienza a inundar la estancia. Se desnuda, deja caer la ropa en el suelo y entra en la bañera sintiendo cómo el agua caliente y las burbujas le masajean las plantas de los pies, los gemelos, los muslos, la espalda y, finalmente, el cuello.

ESPUMAWhere stories live. Discover now