Detrás del espejo

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  — ¡Dylan!   

La voz ronca y desesperada de Logan resuena en la casa abandonada.

Los chicos del pueblo la llaman La Casa de la Colina, y nadie se atreve a pisarla desde hace años. Logan Cooper, de doce años, a quien la Casa de la Colina siempre ha inspirado un pánico cerval, entiende por qué. La casa es un inmenso y polvoriento laberinto sin salida que te devuelve una y otra vez a la misma habitación.

Frente al falso espejo que nunca muestra tu imagen.

— ¡Dylan! — llama, pero sabe que su hermano no volverá a por él. Intuye que la promesa de que si se atrevía a recorrer el caserón y llegar hasta el espejo podría pasar el verano con él no era más que otro engaño para deshacerse de él, quizás para siempre.

Además de miedo siente humillación y rabia.

De las paredes brotan susurros. Del espejo emana un fuerte olor a caramelo tostado. De algún lugar llega la melodía de un piano.

— Logan... — murmura una voz embriagadora. El niño se frota la nariz, limpiando el sucio reguero de lágrimas y mocos. Vuelve a estar frente al espejo.

El olor a caramelo se intensifica.

Apoya la mejilla sobre el cristal, inexplicablemente cálido y agradable. El miedo se desvanece.

Igual que él.

**

— Olvídalo. No entraré ni por un millón de dólares.

Luke mueve la cabeza con tanta vehemencia que parece un ventilador y Dylan siente ganas de golpearle. Ambos tienen ya 15 años y la razón por la que Dylan, cuyas aspiraciones desde que empezó la secundaria han sido volverse popular y conseguir una beca en deportes, ha vuelto a juntarse con su inmaduro amigo de la infancia, se debe exclusivamente a que sus nuevos amigos del instituto pasan fuera del pueblo las vacaciones. La única alternativa para no morir de aburrimiento es Luke.

Además, está Quinn, la prima de Luke que ha venido durante una semana y que parece sacada de una revista de modelos.

— Tu hermano ha entrado ahí dentro. ¿Y? ¿Cuál es el problema? Entrad a buscarle — exige la modelo en cuestión, fastidiada. Llevan casi una hora esperando a que Logan reaparezca.

El problema es que la casa aterra. Mucho. Hay tal cantidad de historias sangrientas sobre ella que no sabe por dónde empezar, pero Luke le ahorra el trabajo recordándoselas a la vez y a gritos.

Suspira y mira la mansión con una creciente sensación de desasosiego. Obligó a su hermano pequeño a entrar porque pensó que se acobardaría y volvería a casa llorando en lugar de seguirle a todas partes como un cachorro abandonado. Con suerte Luke se habría largado también, se habría quedado solo con Quinn y tal vez se habría atrevido a invitarla a salir.

En lugar de eso había perdido a Logan.

— Voy a entrar — se decidió.

— Te sigo. Es solo una casa abandonada — dijo desdeñosamente Quinn sacudiendo su perfecta cabellera dorada. Luke masculló un "vamos a morir" pero los siguió.

La casa engulló a los tres chicos y, como a Logan, los devolvió una y otra vez a la sala del espejo. Para entonces Luke lloriqueaba, Quinn estaba pálida de terror y Dylan solo quería irse a casa, aunque sus padres le mataran por haber perdido a su hermano.

La habitación, como el resto de la casa, estaba cubierta por una gruesa capa de polvo... excepto el espejo.

— ¿Cómo es posible que refleje la habitación pero no a nosotros? — musitó Quinn.

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2018 ⏰

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