Chapoteo

9 0 0
                                    

Mi padre siempre me dijo desde niño, - Lucha por tus sueños y serás feliz-. El siempre fue un hombre muy trabajador y optimista, me apoyaba con todo lo que yo necesitaba y terminó por marcar mi vida con distintas frases, tipo como -Si te equivocas no importa, lo intentaste y eso es lo importante-, si, algo contradictorio al refrán anterior, pero gracias a este último nunca me detuve a luchar por lo que quiero.

Estudio en una escuela cualquiera, sin ningún título o reconocimiento como para decir que es un lugar prestigioso, personas asisten ahí solo porque no hay nada más que hacer en donde yo vivo, es solo un pueblo gris y opaco. Hay unas cuantas casas, todas bastante grandes, como para que veinte o más personas vivan en ella, extraño, ya que el pobre pueblo no sobrepasa a los 60 habitantes. También hay unas cuantas cantinas, una librería y todo esto se encuentra a la costa de un río.

-El rio abandonado- Lo llamaba mi padre, ya que, para algunas personas externas al pueblo puede ser interesante o incluso divertido ir a ese rio, pero como los habitantes ya nos acostumbramos a vivir siempre al lado de las ruidosos chapoteos, ya ni siquiera nos interesa girar nuestra cabeza y mirar una vez más esa agua muerta, solo a una persona, a mi padre.

Mi padre y mi madre iban una vez a la semana al rio, cargaban siempre a las cinco de la mañana todo lo necesario para poder estar ahí hasta tarde, lo hacían como si fueran a viajar, porque realmente no era necesario cargar con todo si tu casa está a unos cuantos metros a tu espalda... pero ellos lo hacían con amor a la pesca. Tomaban sus grandes cañas y sus hermosos anzuelos brillantes con los que yo jugaba cuando ellos salían de compras, tomaba los anzuelos, los amarraba a un hilo transparente y fingía que pescaba en la bañera de la casa, lo único que lograba pescar era el jabón que siempre olvidaba recoger. Siempre que volvían del rio ellos me miraban y me abrazaban, siempre me invitaban a ir con ellos pero yo los rechazaba... Le temo al agua, hace unos años vi como una persona se caía en el rio, noté como saltaba el agua hacia cada una de las piedras de alrededor, con 5 años, obviamente paralizado, no hice nada, solo me quedé observando como la mano del hombre se hundía en el profundo rio abandonado.

Al siempre rechazar su salida semanal, terminaron por aceptar finalmente que no quería volver ahí. Pero a pesar del accidente y de mi rechazo, ellos no dejaron de amar la pesca, veía desde casa como entusiasmados sacaban los peces, y los metían en un balde para nuevamente regresarlos más tarde al agua, unos cuantos se iban al rio nuevamente, y otros eran seleccionados para el consumo alimenticio de nuestra casa.

A veces me interrogaba a mí mismo, hablando solo en la habitación. -Si quieres estar con ellos... ¿por qué no simplemente sales por la puerta y vas con ellos?-

me dije así varias veces, durante varias semanas, hasta que decidí por fin salir de la casa y acompañarlos. Me recibieron con mucho amor y cariño, tanto así que mi padre me confío su caña favorita para que yo la usara y a ver si lograba sacar algo, mi mala destreza no me ayudó y no conseguí nada, pero ese día mis padres si lograron pescar a unos 8 peces aproximadamente, y mi madre por la felicidad decidió preparar una cena con lo que consiguieron en el rio para celebrar que por fin había superado mi miedo a esa agua abandonada. Los tres estuvimos varias horas cocinando y preparando todo, mi madre me enseñó a preparar la comida y a servir de forma adecuada y de forma estética, me encantaba pasar tiempo en la cocina con mi madre, ya que ella antes de mudarse al pueblo estudió gastronomía y sabe muchísimos trucos, recetas y demás.

Llegadas las 9 de la noche, nos sentamos los 3 en nuestra pequeña mesa redonda de la sala, en aquel pueblo era difícil conseguir un televisor, no teníamos uno, así que normalmente platicábamos sobre lo que nos gustaría hacer en un futuro. Mi madre quería escribir un libro, incluso ya había pensado el título, se llamaría -La magia de sauce- el cual trataría de un pequeño grupo de hadas que vivían escondidas por miedo a los humanos que tomaron su territorio, a ella le gustaba mucho el género fantástico y lo mitológico. Mi padre quería conseguir un préstamo de dinero para poder llevarnos a mi madre y a mí a la ciudad y salir de ese pueblo grisáceo. Yo me fui más lejos, ellos hablaban de un lapso corto de tiempo, y les conté que era a lo que yo quería dedicarme de grande, les conté que quería trabajar en animación o en algo relacionado con el cine, como efectos especiales, escenografías y demás. Les maravilló la idea, era algo completamente novedoso para ellos, después de mi comentario, mi padre se propuso a trabajar más duro para poder irnos del pueblo, que mi madre consiga un editorial para si libro, y que yo vaya a una buena escuela y pueda prepararme para mi futuro.

Al caer la rocaWhere stories live. Discover now