Único

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Era el 3 de mayo de 1998, una fecha que marcaría a muchas familias horas después, y fecha que ya había marcado a tantas otras. Se respiraba un ambiente tenso, silencioso, como si se tuviera miedo de alzar la voz; como si, con ese simple gesto, más tragedia surgiera.

Y es que la mayor tragedia había sucedido. Esa tragedia que muchos pensaban imposible incluso, pues El-niño-que-sobrevivió yacía en algún punto del Bosque Prohibido, mientras los mortífagos celebraban su muerte.

Voldemort había ganado.

Para regodearse en su victoria, hizo que un destrozado Hagrid cargara el cuerpo, una imagen devastadora para los que poco a poco se asomaban al patio mientras veían avanzar a las filas tenebrosas. Jadeaban, incrédulos, y lloraban.

Draco se quedó estático. No podía ser. San Potter no podía estar muerto. El muy imbécil había ido a entregar su vida por la de todos los demás. Cómo no. Tenía que ser Gryffindor.

Pero cuando oyó a la comadreja gritar y echarse a llorar, algo más le golpeó como una bofetada de realidad. De verdad estaba muerto. Draco no sabía qué sentir.

Bueno, sí lo sabía, pero aceptarlo era más difícil.

¿Cómo aceptar que le dolía su muerte? ¿Cómo aceptar que le debía la vida, y no se lo iba a poder pagar? ¿Cómo aceptar que había llorado al ser sacado en escoba de la Sala de los Menesteres? ¿Cómo aceptar lo desesperado que estaba por su ayuda? ¿Cómo aceptar que sí, que por supuesto lo había reconocido en su mansión, y no había dicho nada? ¿Cómo aceptar que a penas había luchado por su varita? ¿Cómo aceptar que tenía esperanza? ¿Cómo aceptar que él no quería ser mortífago, sino ser de los buenos? Pero sobre todo, ¿cómo aceptar que lo quería?

Apenas escuchó el discurso que el Señor Tenebroso estaba dando. Reaccionó, sin embargo, cuando su madre lo llamó.

-Draco, ven.

Una simple orden.

¿Por qué costaba tanto?

-¡Draco! -su padre. Merlín, se había ganado un cruciatus por su tardanza, lo sabía. Quizás dos. Pero Draco no quería moverse.

Se sobresaltó al sentir un apretón en su mano.

Luna.

Lunática Lovegood, su única amiga. Siempre con su mirada soñadora, dispuesta a escuchar y a dar consejos. Ella lo sabía todo de él, y con ese apretón de manos, le estaba dando fuerzas. Le estaba diciendo que se fuera, que pensara en sí mismo. Que estaba bien si se quedaba, que estaba bien si se iba. Estaba bien. Podía avanzar.

Luna le daba su apoyo, y eso fue lo que lo llevó a dar un paso, y luego otro. Y siguió avanzando, evitando mirar a nadie, porque no se sentía digno de ningún bando. No era lo suficientemente bueno, ni lo suficientemente malo. No era nada.

Draco se tensó cuando el Señor Tenebroso lo rodeó con un brazo, y levantó la mirada. El cuerpo inerte de Potter seguía en los brazos del guardabosques.

"Lo siento tanto, Potter".

Y se marchó de allí.

Draco, venWhere stories live. Discover now