La Llegada

13 0 0
                                    

Brillaban las tres lunas cuando aparecieron las dos figuras en el círculo de símbolos arcanos. Recuerdo que Marigny miraba con ansiedad aquello. El juego de luces plateadas y verdosas se acompañaba de un sonido metálico y vacío, parecido al que hacían los deslizadores cuando partían hacia las estrellas. Los dos seres eran como Marigny, delgados y con miembros pálidos, dos que servían para desplazarse y dos, los superiores, para usar herramientas o defenderse. Había aprendido mucho de la raza de Marigny gracias a él mismo cuando me tomó como aprendiz, pero no conocía a alguien aparte de mí que hubiese conocido a semejantes criaturas. Su centro de pensamiento se encontraba en uno de los extremos, justo encima de la parte superior del cuerpo, donde también se encontraban los órganos lumino-receptores que caracterizan a las razas desarrolladas. Miraron a su alrededor y contrajeron sus extremidades espasmódicamente cuando el proceso de transportación hubo terminado. Marigny bajó los escalones de las ruinas hacia ellos y los saludó en su idioma, aunque según él mismo decía se hablaban casi cien idiomas en su planeta natal.

– Imagino que fueron ustedes los que debieron de haber leído el libro–les dijo a modo de saludo–. Están ahora muy lejos de casa y sin capacidad de regresar, así que mientras más rápido asimilen este hecho, mejor. Mi nombre es Emmanuel De Marigny. No sé cuántas generaciones habrán pasado en la Tierra pero viví en ella desde el año 1931 hasta 1959, cuando fui traído aquí por leer el libro que seguramente ustedes también ojearon.

Las palabras de los recién llegados eran confusas incluso para mi alto conocimiento de la lengua que Marigny llamaba "inglés". Estos especímenes al parecer no lo hablaban correctamente, o usaban una entonación y pronunciación muy distinta a la de mi maestro, que me había enseñado por casi diez revoluciones como requisito para ser su aprendiz. No bajé por orden expresa de este; comentó que mis numerosos miembros y mi único órgano lumino-receptor iridiscente podría asustar a los visitantes, impidiéndoles comprender lo que este habría de decirles. Esperé. Mis vibro-receptores captaban pedazos de la conversación y estaba tan aburrido que decidí poner atención suficiente como para saber de qué hablaban a modo de ejercicio de lenguaje.

El más largo, o alto, según se debía decir, debatía con Marigny la posibilidad de que este estuviese equivocado y si existiese una manera de regresar a la Tierra usando el mismo método. Marigny le replicó que no existían libros en aquella región del universo y que no sabía completamente cómo funcionaba aquello lo suficiente como para replicar el encantamiento que lo llevaría a casa. El otro, más pequeño y asustadizo comenzó a llorar y a mecerse lentamente encima del círculo de símbolos arcanos. Incluso en la distancia podía escuchar sus corazones bombear vida rápidamente. Interesantes los terranos en verdad, pensé. Cuando conocí a mi maestro este pasaba por algo parecido, su corazón casi explotaba, pero su rostro y su postura reflejaban una calma que ni siquiera yo era capaz de sentir estando frente a semejante criatura. Estos seres eran débiles en comparación con los varios que poblaban mi planeta, que gracias a la Asociación Estelar recibía visitas regulares de parte de otros rombantes de la galaxia y se decía que en el Límite de lo Conocido existían criaturas particulares en verdad que detestaban las visitas y mantenían sus secretos fuera de las redes de información.

– Puedes bajar ahora, Howard–me dijo Marigny sabiendo que podía escucharlo a pesar de que susurrase.

Mis miembros se apoyaron en los escalones y salí de las sombras a la luz de las lunas, bajando pausadamente como mi maestro me había advertido que debía hacer cuando el momento llegase. Vi las expresiones de horror en los rostros que me contemplaban por primera vez, una expresión que bastante reconocí en el rostro del único terrano que conocía cuando se topaba con seres de belleza distinta a la suya. Cuando estuve frente a los dos viajeros flexioné mis miembros para poner mi órgano lumino-receptor a la altura de los de mis nuevos conocidos. Extendí uno de ellos a modo de saludo, como me había dicho que hacían los nuevos conocidos en su planeta, pero la expresión de horror se hizo más profunda y retrocedieron con rapidez.

A Través de una Oscura GalaxiaWhere stories live. Discover now