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-...ette...-fue todo lo que alcanzo a oir, la dulce voz de una mujer joven repetía el nombre esperando que la persona se presentase rápido en el lugar del que provenía el sonido, donde ella la esperaba.
-Ya voy...-contesto con dulce voz una pequeña niña de ojos azules y pelo oscuro desde el umbral de la puerta de su habitación, donde se encontraba plácidamente jugando con sus amigos de felpa.
La chiquilla salio corriendo a toda prisa, con su vestido rosa y sus botas de un rojo intenso, las cuales no había querido quitarse en una semana, ni para dormir. Corrió desprevenida por toda la casa hasta que llego a su destino, el cual parecía ser la cocina. Al llegar, dio un frenazo antes de estamparse contra el mesón gigante que había en medio, se quedo balanceándose sobre sus pies durante un largo rato, y ya por fin cansada de esperar, hizo notar su presencia para que la mujer que aparentemente cocinaba le pusiera atención a la pequeña niña.
-Hola cariño-dijo la chava dejando de lado lo que hacia para luego darle un beso y un muy fuerte abrazo a la pequeña.
-¿Tu me estabas llamando?
-No amor, yo no... Ah claro... seguro te confundiste, estaba llamando a Paulette.
-¿Quieres que la busque por ti?
-Gracias hija, y lávate luego para cenar.
-Si, mami.
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Colette despertó sobresaltada como si de una pesadilla se tratase. A sus ya recién cumplidos dieciséis años de edad, a Colette le seguían atormentando esos extraños sueños de una niñez lejana en donde vivía en una casa distinta con su madre y otra mujer a la que no podía recordar con claridad. Esta vez no grito, ya sus sueños no le incomodaban como antes, solo se levanto por un vaso de agua y volvió a la cama, tenia que clamarse, no quería que su madre se despertara y volviera otra vez con su charla.
Enseguida recupero el sueño y se quedo dormida sin ningún problema.
