T R E I N T A Y C I N C O

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No puedo negar el miedo que me recorre al cruzar las puertas de la preparatoria

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No puedo negar el miedo que me recorre al cruzar las puertas de la preparatoria.

No tengo miedo de Yana pero si de lo que ella pueda hacer después de lo que pasó con Perla, y extrañamente, no es por mi que temo, si no por Perla y Ellie, en especial Ellie porque se que Perla ha desarrollado un caparazón con el pasar de tantas cosas y de ninguna forma quiero decir que Ellie es débil pero de las tres, presiento que es la más vulnerable a cualquier humillación que Yana haya preparado.

Una parte de mi espera que esa pelea del viernes le haya hecho entrar en razón pero tengo el presentimiento de que Yana no es el tipo de personas que deja pasar cosas como esa. Girándome para entrar al pasillo de los casilleros, escucho risas y susurros y en la lejanía puedo ver a Ellie frente a su casillero, quitando cosas del mismo con ferocidad y lágrimas en sus ojos.

Oh no.

Me agarro de las tiras de mi mochila y me apresuro hacia ella.

—¡Ellie!— ella me da una mirada rápida antes de recoger su mochila del suelo y pasarme por un lado para salir de ahí, —Ellie...

Mis ojos caen sobre su casillero, hay un montón de papeles pegados al mismo, con dibujos brazos y muñecas de cortadas y frases como 'Soy Ellie y hago lo que sea para llamar la atención porque soy una perdedora.' mi sangre hierve al arrancar un papel que dice '¿Quieres ser mi amigo?'

Me giro hacia el pasillo donde todos los adolescentes están ahí, unos susurrando, otros con miradas de lástima y otros sonriendo al comentar al respecto. Solo puedo ver la espalda de Ellie caminando llegando casi al final del pasillo. Corro detrás de ella pero la alcanzo cuando llegamos al baño y ella se encierra en uno de los cubículos, dejándome afuera.

—Ellie...

—Estoy bien, Klara.— su voz está llena de dolor y sé que está llorando.

—Ellie, abre la puerta.

—Estoy bien, de verdad, ya debería acostumbrarme a esto.

—Nadie tiene que acostumbrarse a eso, vamos, iremos a la dirección y acusaremos a Yana, sabemos que fue ella.

—¿Crees que eso lo arreglará? Tal vez la suspendan, pero volverá y seguirá atormentandome.

—Ellie.— le toco la puerta, —Por favor, ábreme.

Ella abre la puerta y me parte el corazón ver lo roja que está su cara porque está llorando. Ella está sentada sobre el sanitario con la tapa puesta, ella aspira, su nariz colapsada por las lágrimas y yo me agacho frente a ella.

—Oye,— le digo, conjurando mi mejor sonrisa, —tienes razón, tal vez la suspendan y vuelva como si nada, pero si vuelve a molestarte, la volvemos a reportar y veamos que también le va con sus notas si la siguen suspendiendo. Si nos quedamos sin hacer nada, tampoco se solucionará por sí solo. Además, olvidas algo muy importante, Ellie.

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