I don't dance

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Bueno, primero que nada y antes de que empeceis a leer, solo deciros que es una adaptación muuuuy libre de HSM y que no nos odieis por ningún personaje, que queremos mucho a todos estos chavales ❤️



Cuando Agoney había llegado al hotel, hacía apenas dos semanas, no podía imaginarse todo lo que su vida iba a cambiar. Sentía que el que debía ser el verano de su vida se iba a convertir en una pesadilla y no sabía cómo pararlo. Él y Alfred no se habían separado ni un solo día desde que tenía memoria, pero ahora, ahora casi no reconocía al chico.

01:22, la tenue luz de su reloj parpadeaba en aquella oscuridad que le rodeaba. ¿Qué estoy haciendo yo aquí? Se preguntaba. Y no, no se refería a ese enorme campo de baseball completamente vacío en el que se encontraba, sino allí, trabajando de camarero, cocinero o caddie a orden de Mireya Bravo, la chica rubia que se había visto forzada a dar trabajo a medio East High sólo por el placer de tener a Alfred cerca.

– Alfred... - suspiró Agoney para sí mismo con una media sonrisa – ¿qué demonios estás haciendo?

Su mejor amigo les había arrastrado allí a todos, era lo que él hacía porque había nacido para ser un líder, les había prometido el verano de sus vidas, trabajo en equipo, risas y mucha música.

El moreno rio en soledad ante ese pensamiento, Alfred y la música, el chico ya le había prometido olvidarse de ella tras la actuación de final de curso, pero Agoney sabía que eso no era cierto, sabía que una vez que reconocías y aceptabas una parte tan importante de ti no había manera de dejarla atrás. Para Alfred aquello había sido la música, sí, pero para Agoney era algo mucho más difícil de explicar y de lo cual tenía muchísimo más miedo.

El verano de sus vidas. Al principio casi se lo había creído, ¿por qué no iba a salir bien? ¿Qué podía fallar? Agoney pasó una mano por su cara lentamente, estaba exhausto, debía irse a la cama en ese instante si quería descansar al menos cinco horas antes de comenzar el turno que le habían asignado para el desayuno en la cocina, llevaba varios días seguidos así y sus ojeras empezaban a ser visibles. No podía decir que fuese un trabajo especialmente desagradable, la mayoría del tiempo lo pasaba acompañado de Amaia, Ricky y Miriam, su novia. Solo la idea le hacía reír, él y Miriam. Casi ni se conocían hasta que la primera chica había convencido a su mejor amigo de que podía cantar y bailar, y ellos dos habían intentado por todos los medios parar aquel sin sentido, entre plan y plan se había dado cuenta de que la del pelo rizado era mucho más de lo que mostraba, aquella pequeña revolución que Alfred y Amaia habían empezado les había calado hondo, ambos descubriendo una parte de sí mismos que no estaban seguros de querer aceptar aún, así que aceptaron la del otro, comenzaron a quedar más, hablar más y conocerse más, a su alrededor todos habían asumido que eran pareja y ellos no se habían molestado en desmentirlo, si acaso, reían en compañía y les seguían el juego porque así era más fácil. Mucho más fácil que admitir que no, que no estaba con ella, ni estaría con ninguna otra chica, porque sencillamente no le interesaban de aquella manera. A él mismo le había costado horas de sueño, de miradas tímidas en los vestuarios y de conversaciones a altas hora de la noche con Miriam aceptarlo, así que ¿cómo podía esperar que alguien más lo entendiese?

Estaba empezando a maldecir a Alfred en voz alta, porque si, porque le culpaba a él de todo aquello, de haberle hecho plantearse que igual sí que podía ser otra persona y no quien le habían marcado que debía ser, porque Alfred le había hecho darse cuenta de que quizás no era solo su mejor amigo, de que siempre había sido algo más, pero eso ahora no servía para nada, no cuando el chico se estaba olvidando de ellos, o al menos eso parecía. Estaba empezando a maldecirle mientras se levantaba pero se calló, una silueta perfectamente recortada por la luz del foco que alumbraba la entrada le hizo callar. A Agoney nunca le había caído especialmente bien, pero tampoco especialmente mal, Raoul era simplemente Raoul, el chico del espectáculo, el que no tenía miedo a ser él mismo, el que siempre estaba a los pies de su media hermana: Mireya. Y allí estaba, de pie con su camisa blanca y esbozando una media sonrisa, llevaba el cabello rubio perfectamente colocado en un tupé, a las dos de la madrugada, y entonces a Agoney se le ocurrió que dudaba haberle visto en cualquier momento un pelo fuera de lugar. Siendo sinceros, tampoco es que se hubiese fijado demasiado.

I don't dance | RagoneyWhere stories live. Discover now