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Las estaciones del año cambian.

Y nuestro lazo se rompe más. ​

Se sumió en su mente y permitió a todo lo demás desaparecer. Aquel claro cielo era idéntico al de aquella vez. Tan tenue y relajante que de forma irónica lo torturaba internamente y causaba que sus recuerdos más amargos sucumbieran dentro de él.

«Ella amaba el cielo»; se recordó con dolor.

Buscó en sus memorias y se maldijo internamente, ¿Cómo se permitió que ese instante pasara tan de repente? Claro, él no sabía nada y simplemente se odiaba, cambiaría todo por regresar al pasado y remediar aquel hecho. El tiempo se había vuelto incierto, no recordaba cuando tiempo había pasado desde aquel momento o, mejor dicho, no quería hacerlo.

Primavera.

Verano.

Otoño.

Invierno.

Todo era remotamente igual, monótono y sin vida, su única luz y razón se había esfumado. Había salido de la misma forma en la cual había entrado, la enorme diferencia es que esta vez se había llevado la mitad de él consigo.

Elevó la vista y se permitió observar las nubes ante sus ojos, se meneaban de un lado a otro con dulzura compartiendo el dolor interno que solo él comprendía. Su mente masoquista volvía a recordar los suaves momentos fugaces que taladraron cada arteria de su nuevo corazón.

Oprimió los puños y ahogó su dolor en su mente. Su voz, su sonrisa. Sus orbes se abrieron totalmente. Estaba empezando a olvidar su rostro aun cuando prometió no hacerlo. Un suave latido resonó dentro de su pecho y en cierta forma lo acogió y sonrió.

Me aferro a los recuerdos que quedan.

Así nunca se irán. ​

La melodía sonaba en unos oídos y diferentes sonrisas escapaban de sus labios. Un sonido chirriante superó el de sus audífonos, retiro uno y buscó a alguien en específico entre toda la multitud que salía en diferentes direcciones. Un sonido llegó a su auricular y observó su dispositivo, había llegado un nuevo mensaje de texto.

Suspiro y tomó asiento sumiéndose nuevamente en su propio mundo. Probablemente d nuevo tendría que esperar, pero no le importaba, no lo hacía sí se trataba de ella. Recordó con un toque dulce el primer instante en que se conocieron y un sentimiento cálido lo consumió.

Tenía ocho años aquel día, y ella contaba con la misma edad. Desde ese inicio comenzó su Amistad que poco a poco rebasó esa pequeña línea. Unos brazos cayeron torno a sus hombros creando un abrazo cálido. La observo de soslayo, mantenía una sonrisa clara que transmitía felicidad y Luz con el simple hecho de observarla. Se afirmó en su mente.

Gracias a ella, él tenía Esperanza.

Su caminar a casa era el mismo, pero siempre había algo que lo hacía diferente. Ella platicaba con él y contaba todo lo ocurrido en el transcurso. Este sonreía ante sus palabras e igual comentaba todo lo que hacía. Siempre iban envueltos en risas, reproches, caprichos, juegos e incluso en ocasiones en una o dos peleas, pero finalmente se reconciliaban.

Aquella tarde no era la excepción.

Recordaban la salida un día anterior y la joven sugería repetirlo nuevamente, pero en compañía de los demás. «Multitud es más diversión»; Pronunció con la voz dulce que la caracterizaba día a día y que ponía a sus pies al rubio. Este asintió. Pronto llegaría una fecha importante. El primero de Agosto. Su mente voló veloz a ese instante y regreso de golpe. Ahora ambos estaban en el último año de universidad y aun no comprendía el instante en el cuál inicio su relación con aquella chica de ojos chocolate que tanto lo cautivaba.

Sayonara, HikariWhere stories live. Discover now