Prefacio

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¿Siempre sería igual?

¿Realmente me merecía todo esto?, ¿Qué es lo que supuestamente él sentía por mí?, ¿Qué es lo que él realmente deseaba?, Y ¿Por qué todo lo que él imaginaba me involucra a mi?

¿Qué es lo que sucedía y transcurría en su retorcida mente?

Tantas preguntas, pero sin ninguna respuesta se formulaban en mi mente; había ocasiones en las cuales me era simplemente imposible detenerlas de mi boca y eran expulsadas consciente o inconscientemente ante su trágica y engorrosa presencia, lo cual siempre terminaba en el mismo final, una desgracia.

Ya no sabía controlar mi cuerpo; no desde que él lo usurpó, lo tomó y denominó como suyo.

Sin importar lo que hiciese, siempre terminamos en la misma incómoda situación, ya que constantemente solía seguir la misma tortuosa rutina que él estaba obsesionado a practicar al pie de la letra, sin embargo, a veces solía ser benévolo, a veces no había miradas represivas, tocamientos por debajo de la mesa o si había suerte, por debajo de la ropa; a veces no decía ni una sola palabra y estábamos en un silencio sepulcral y otras en las que era imposible callar su sucia boca.

Cuando tomaba el valor para por fin preguntarle, nunca obtenía lo que quería, solo me brindaba suspiros despectivos, evitación o simplemente pasaba de largo de ellas.

Solamente una vez cambió todas aquellas acciones que siempre hacía y me logró regalar una mirada despectiva y sería, con esos ojos oscuros que no demostraban expresión o luz alguna.

Antes de su llegada los días pasaban con gran normalidad. Acababa uno y empezaba el otro, nada fuera de lo inusual o fuera de mi confort; iniciaba el tercero, cuarto y quinto día y así sucesivamente, sin ninguna emoción o novedad alguna.

Pero todo cambió en el sexto día. No lo noté de inmediato y me arrepiento tanto de eso, pero algo estaba distinto. Tenía una mirada diferente y constante sobre mí, chocamos miradas fugaces, una sonrisa tonta por su parte y una avergonzada por parte mía; nunca noté sus intenciones hasta que llegamos al gran y esperado acto.

"Gran error"

El séptimo día empleo con coqueteo y el octavo una insinuación.

El noveno un toqueteo y una disculpa sincera.

El décimo se formó en la creación de la lujuria y el dolor.

¿Y el onceavo?...

¿Cuántos días más debería de contar para que se detuviera?

¿Por qué demonios no paraba? y ¿Por qué ella no hacía nada?

No recuerdo exactamente cuándo comenzó está catástrofe, ni cuando fue el inicio de mi perdición.

Lo único que tengo fresco en mis memorias son los recuerdos del pánico excesivo, las inseguridades, incomodidad y llanto desconsolado. Tampoco conozco con exactitud si él cambiaría o al menos terminaría con esta situación.

Realmente no conozco, ni sé nada.

No conozco el detonante.

No conozco ni conocía el efecto que tenía mi reacción, acciones o un movimiento.

No conocía el valor de mis intenciones, palabras o sonrisas.

Creó que nunca me conocería del todo, no conocía el valor que ocasionaban los sonidos, el valor de los gestos y movimientos hasta la llegada de él.

Nunca había dudado tanto de mí y de desear que el mensaje que daba y transmitía fuera el correcto.

No sabía si yo lo había provocado, si le di iniciativas o él captó mal una acción y la tomó como indirecta de que lo deseaba y quería que lo hiciera.

Pero de algo de lo que estoy segura es de que todo esto nació de los más profundos deseos de él.

Él creó escenarios en su mente y deseos morbosos, él empezó a verme con otros ojos y a desear más de lo que tenía, deseaba llegar y corromper cada parte que fuera posible de mí.

No sé qué expresaba su cuerpo, no sé qué pensaba cuando me miraba o me dañaba, no sé lo que sentía, al parecer no sabía absolutamente nada de él.

¿Realmente alguien puede llegar a disfrutar ocasionar daño a otra persona?

¿Qué es lo que tanto disfrutaba él?; ¿La reacción del dolor o inducirlo? ¿El sentimiento de superioridad y éxtasis o el dolor ajeno?

Tantas preguntas en mi mente con tan pocas respuestas, varías deducciones y bastantes silencios tormentosos.

Todo se siente bien: los humanos encuentran satisfacción en la violencia porque les gusta, pero quitando la satisfacción, el acto se vuelve vacío.

Me enojé conmigo por sentir dolor.
Me enojé conmigo por no pararlo.
Me enojé con ella por iniciar mi infierno.
Me enojé conmigo por ser débil.
Me enojé conmigo por guardarlo todo y quedarme callada.

¿Lo juzgarás si conocieras su persona, su mentalidad y su físico?
¿Me creerías?
¿Me entenderías?
¿Realmente te gusta, o más bien, nos gusta esto?
¿Realmente hay placer en sus palabras y acciones?
No había conocido el dolor verdadero hasta su llegada.

El no poder dormir tranquila, el sentirme observada constantemente, hablar con inseguridad y en voz baja, mirar constantemente a mi alrededor y el de disfrutar de mi soledad.

Tengo tanto miedo y recuerdos fugaces, pero ése no es el punto ni la interrogante.

¿A qué le tienes miedo tú?, ¿Qué te detiene?

¿Por qué quiere que recuerde todas las cosas que me lastiman? Es cruel.

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HimWhere stories live. Discover now