Argus Filch y el Origen de la Señora Norris

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Dentro de la habitación, sobre un viejo sillón de cuero, un niño encorvado con una prominente joroba leía un libro polvoso. La cubierta del libro tenía un título con letras góticas "Encantamientos básicos hasta para el más inepto de todos los magos, aprenda cómo hechizar un huevo duro". Al abrir la primera página se pudo ver un sello muy peculiar con un escudo de armas, había un águila, un león, una serpiente y un tejón, con unas letras doradas "Propiedad de la Biblioteca del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Devolverlo regresando de vacaciones o sufrirás las peores consecuencias de tu vida". El niño con la gran joroba había robado el libro de uno de sus primos que habían estado pasando sus vacaciones de verano en su casa. También, robó su varita e intentó aproximadamente cincuenta y seis intentos hechizando un huevo duro, pero nada funcionaba, el huevo seguía ahí, pasmado e inerte.

─Oye, ¿qué haces con mi varita? ─un chico de aproximadamente catorce años entró en la habitación─, tú no podrías hechizar ese huevo ni con clases del mismísimo Merlín, tonto. Argus, eres un sucio Squib.

El muchacho, le arrebató el libro y la varita al niño de la joroba y lo empujó hacia un lado. Las lágrimas le brotaron de los ojos a Argus quien no tenía más de diez años. Y es que lo había intentado todo. A lo largo de su niñez jamás presentó ni una sola pizca de magia, intentó ponerse en peligro al propósito y por poco termina siendo víctima de los Doxies de los bosques de Escocia en un viaje con la familia de su padre, el señor Filch. Quien no le prestaba nada de cariño por su falta de magia, su madre muggle era muy distinta.

─No le agrado por no tener magia en mi interior ─decía mientras sollozaba en los brazos de su madre.

─Él te ama cariño, pero está un poco preocupado por las labores del Ministerio, ha habido muchos cambios.

─Ninguna escuela de magia me aceptará y no podré ir a Hogwarts como mis primos.

Desde esa plática había pasado todo un año y Argus ya no tenía más a su madre. Una enfermedad muggle se la había arrebatado y ni la magia ni la medicina no mágica pudo curarla. Su padre era un hombre inflexible, no le había mostrado cariño desde hace mucho tiempo y es que sabía que todos se burlaban de ambos, a uno por no tener magia y al otro por tener un hijo sin magia, todo por casarse con una muggle. Habría deseado poder hechizar a todos aquellos que hablaban mal de su madre. Una ocasión, entre los libros de la pequeña biblioteca de su familia, encontró algunos que hablaban sobre herramientas medievales que usaban los muggles para torturar a las brujas y, también cómo las quemaban en piras hasta que el último de sus huesos se calcinara, el libro había sido escrito por una tal Dolores Norris. Comenzó a fantasear cómo pondría a todos aquellos que insultaban a su madre en los artefactos de tortura, con los picos y los amarres de cuero, las ruedas y el metal.

─No seas idiota Argus, esos instrumentos muggles pocas veces fueron utilizados con los magos o brujas reales. Fueron usados con su propia gente, como los salvajes que son ─le dijo su padre la primera vez que lo vio leyendo esos libros.

Argus se decepcionó bastante, pero nunca perdió el gusto de unas buenas cadenas engrasadas o la idea de poner a todos colgando sobre sus pulgares hasta romperlos.

Como era de esperar, al cumplir sus once años nunca recibió su carta para asistir a Hogwarts. Se decía que era el mejor colegio del mundo y creía que ahí podría al fin aprender a usar su magia. Según su padre el que no llegara su carta demostraba de manera definitiva que él era un Squib, un nacido de magos sin poder mágico. Los Squib eran tan aborrecidos como los sangre sucia o peor aún, porque al menos los sangre sucia podían asistir a Hogwarts.

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⏰ Last updated: Jan 16, 2019 ⏰

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