Nadie recuerda

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El cielo era gris y profundo cuando abrí los ojos. A lo lejos, un trueno me hizo despertarme por completo. Me di cuenta de que estaba en el parque cercano a mi casa. Sobre mí, estaba él: al principio parecía muerto, así que me empeñé en sacudirle un poco.


-Sigo vivo, pero no me muevas, por favor.- me dijo.

-¿Qué fue lo que pasó?- le pregunté.

-Nos ensartaron con una varilla.- susurró.

Abrí los ojos con incredulidad. Temiendo que fuera una broma, intenté incorporarme, pero un dolor agudo en mi rodilla izquierda me hizo dejar mi tentativa. Él se quejó.

-Te lo dije.- exclamó en un tono apenas audible.

No dije nada. Pensé en llamar a una ambulancia, y busqué mi celular, pero no estaba. Miré a ambos lados pensando que estaría tirado, sin embargo no había rastro alguno de él.

-¿Tú tienes un teléfono?- le pregunté con impaciencia.

-En mi bolsillo.- dijo con dificultad.

Me moví con lentitud, y poco a poco bajé mis manos hasta los bolsillos delanteros de su pantalón: No había nada. Me levanté un poco más, y busqué en los bolsillos traseros, hasta que lo encontré. Nuevamente un dolor terrible me recorrió el cuerpo y me caí de golpe.

-¿Estás bien?- preguntó asustado.

-Sí- dije tajante. Tratando de no desmayarme por el nuevo golpe, comencé a marcar y llamé a urgencias. Cuando les dije todo, una espesa niebla gris hizo más oscuro el ambiente. Poco a poco cerré los ojos, y ya no supe nada de mí.

...

El ruido inconfundible de una discusión me hizo despertar de golpe. Me encontraba en el hospital, con una sed fatal y muchas ganas de comer nieve de guanábana. Mi pierna izquierda estaba inmóvil y una enorme cantidad de vendas cubrían mi rodilla. En la cama contigua, un chico y una chica de mi edad me miraban con lástima.

Comprendía entonces que quienes habían iniciado la discusión eran mis padres, y lejos de preocuparme, me quedé en la cama. Ignoré a mis espectadores, vi que tenía a mi lado mi bandeja de comida y me puse a comer con ánimo. Pese a no tener nieve de guanábana, me contenté con jugo de naranja, pechuga de pollo a la parrilla y una escueta selección de verduras irreconocibles.

De alguna manera, todo había vuelto a la normalidad. Claro está, ya no me encontraba tendida con él en el suelo del parque, y por supuesto, mis padres discutían como siempre. Terminé de comer y me quedé pensando en lo que le habría ocurrido a él. No estaba en la misma habitación que yo, así que viendo a los impertinentes que me acompañaban, me decidí a preguntarles por él.

-A ese muchacho lo tienen en urgencias.- Me respondió el chico.

-Desde que llegaron hace dos días, él se encuentra allí.- añadió la chica

Me quedé atónita: ¡¿habían pasado dos días?! Agradecí sus respuestas y guardé silencio. Ahora que caía en la cuenta, no recordaba el por qué habíamos terminado en esa situación. Tampoco recordaba su nombre, y eso me hizo enloquecer. En los siguientes días, un par de policías y mis padres se encargaron de agobiarme con preguntas. Sin importar quién me cuestionara, a todos les decía lo mismo. Ni siquiera yo podía entenderlo.

Los entrometidos resultaron ser agradables. Me dijeron que se llamaban Ricardo y Gisela, ambos eran de Puerto escondido, Oaxaca y se conocían de toda la vida. Como yo, tenían doce años, y estudiaban en la misma secundaria que yo. Cuando entramos en más confianza, me mostraron un video tomado el día de lo ocurrido.

Toda la escuela estaba reunida. Tumultos, gritos, y empujones. un par de enormes inquisidores escoltando a dos culpables. Y yo era una de los dos condenados.

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⏰ Last updated: Aug 17, 2022 ⏰

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La sonrisa de LewisWhere stories live. Discover now