Aticus

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 Ven y mira... entonces: huye

Aticus

Paredes color caramelo... envuelto en ellas, despertó rodeado por las tímidas penumbras que se van gestando al caer la tarde, y sólo mira con tranquilidad las cortinas limón que se azotan con el viento. Recuerda que ha dejado abierta la ventana que da al balcón, y se estremece.


No es por frío. Tal vez es por la emoción: sí, es la emoción. Hacía tan solo un par de horas, el vertedero se ha abierto. Un nuevo y desconcertado integrante ha empezado a formar parte de él. Los muros resbaladizos, el ambiente denso, la cálida sensación negativa... la tenue luz que deja vista para unos escasos metros alrededor... vuelve a estremecerse al pensar en lo complicado que será orientarse para el huésped. Los vellos de sus brazos se erizan hasta el punto máximo: la oscuridad que se va cerniendo en la habitación impide ver el éxtasis en sus pupilas. ¿Cuántos son los que han sucumbido al vertedero? La verdad han sido tantos que ya no recuerda la cantidad exacta.


Sólo vienen a su mente los detalles. Los gritos de unos, las lágrimas de otros. Unos preciosos labios frunciéndose con resignación mientras caían al vacío. Los actos desesperados de la mayoría, que siempre ofrecen a la persona que más decían amar a cambio de una pronta libertad. Luego está el de hoy: un burdo ser mediocre que ha vomitado la comida que con tanta compulsión se introdujo al organismo sin masticarla bien. Hizo un asqueroso, vergonzoso y patético espectáculo que por poco le hizo profesar lastima hacia ese perdedor.


Se convulsiona en la cama en pleno ritual de asco y satisfacción. A pesar de todo, ese sitio es el más maravilloso y temible lugar sobre la faz de la tierra. Ningún otro se le puede equiparar. Se jacta de tener una amplia experiencia y conocimiento sobre lo peor y lo más desesperante. Mil años de estancia le dan toda la autoridad del mundo. Ya ha hecho todas las cosas más horribles que ni siquiera un asesino podría imaginar.


Pensándolo bien: sí que tiene un poco de frío. Su extraño cuerpo sufre a veces. Aún no alcanza una insensibilidad absoluta, pero es también su enterrada consciencia la que le obliga a sentir aun algunas cosas. Ahora mismo el ocaso se muestra débil y la noche está más cerca. Siempre tiene frío al ver ese momento. Es como si una especie de repulsivo dejavú le incitara a recordar y olvidar algo importante y fatídico. Se repite a si mismo que no es nada, que es mejor que ignore esa sensación. Su propio pene se ha puesto erecto y ese familiar halo negro lo ha rodeado. Esta en un lugar digno de él, ya lo sabe.


Se levanta de la cama, va hacia la ventana y la cierra de golpe. Los cristales retumban ante su brusquedad, pero permanecen en su sitio. Respirando con dificultad, se dirige a la cocina. El penetrante aroma a hierro y sudor invaden todo el ambiente. Le gusta. La excitación le orilla a desabrochar su pantalón y quitarse la camisa. Honestamente su dicha es porque es hora: viene a su retorcida mente la imagen de una pequeña mujer afroamericana que se acerca lentamente, con pasitos patizambos, temerosa de su inevitable destino.


Desde que recuerda, todo ha estado así: oscuro, tranquilo...hermoso. Los culpables resuenan en su desdén por enfrentar sus pecados. Por otro lado, están los antiguos practicantes negativos. Estos ven con solemne paz y presteza el habitar ese lugar otra temporada. Se saben antiguos inquilinos y el por qué llegaron allí. Ya nada es sorpresa. Todo es bonito: él es como una parca, como el barquero y el verdugo. Al fin y al cabo, merece ese estatus. Las personas carentes de amor y dicha deben tener ese destino, eso lo comprendió hace siglos.


Se muere de sed. Al abrir la llave del grifo, éste da un par de estruendos antes de sacar el líquido rancio y amarillento que él bebe directamente con voracidad. Continúa ignorando esa horrible sensación mientras termina de beber. No tiene prisa por resolver asuntos que no entiende y no recuerda en su totalidad. Está en su hogar, nunca se irá y es lo único que importa. Su modesto palacio es adornado por todo tipo de seres y sus historias. Ni el más desdichado de ellos ha pasado desapercibido por él, pues se percibe a sí mismo como un Dios clemente que otorga refugio a los miserables que llegan a sus dominios.


Una vez saciado, deja que los restos de agua corran por su cuerpo. No le parece pertinente ya reparar en esos ínfimos detalles. Es más: su atención se dirige a la belleza que contiene una de las cacerolas. Una sopa verde llena de retazos blanquecinos de carne se muestra tan sublime y apetitosa ante su codiciosa mirada... No puede evitar tragar saliva. Esta tentado por el raro origen de su platillo favorito. Nada en este mundo y en otros podría calmar su exótico gusto por la carne humana. De hecho, ya nada más puede satisfacerle. Se sabe a sí mismo como un irremediable asura, como un demonio que alcanza el máximo placer consumiendo a otros para salvarse a sí mismo.

Aun así, siente cosas en ocasiones. Parecía que el placer sexual sería su único vuelco conmovedor, pero hay por allí restos de otras emociones que le hacen sentir menos poderoso y perfecto. Ya no quiere sentir nada. Aún le preocupan las constantes ráfagas violeta que llueven del cielo y hacen desaparecer a algún habitante de su insólito paraíso. Siendo el dueño de ese mundo está agobiado porque no es conocedor de todos sus secretos, y aun así actúa con una arrogancia persistente. Se percibe en ese proceder la terrible sensación de falsa seguridad y el afán de hundir y conquistar por la fuerza, rompiendo los parámetros sagrados de la voluntad. Así es su existencia allí. ni siquiera el tiempo le ha hecho ver su propia historia. Todos los que han sido atormentados por el creen que su amnesia es parte de un sello para bloquear un pasado más sangriento. Él sabe la magnitud de sus acciones. 

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⏰ Last updated: Aug 17, 2022 ⏰

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Ven y mira... entonces : ¡huye!Where stories live. Discover now