Única parte.

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Llovía tan fuerte que los arboles eran doblados, no por el viento, sino por la lluvia casi torrencial. ¿A quién se le ocurre salir en un día así? ¿No la mayoría conoce el clima tan impredecible de la ciudad? Incluso los que no viven ahí, conocen su clima.

La chica de cabello largo, y miel iba aferrándose a su sombrilla mientras caminaba por la acera. El viento era frío pero parecía un día tranquilo para pasear; sin muchas personas de aquí para allá... Era mejor que cualquier día soleado, con todo y la llovizna fuerte.

Valentina se encaminó hacia un pequeño y pintoresco café cruzando la calle, había un letrero fuera escrito con tiza que decía: "galletas caseras, chocolate caliente, y sopa de guisantes" empujó la puerta y se escuchó el cascabeleo del timbre.

Se sentó en una pequeña mesa muy adentro el pequeño café, lejos de las grandes ventanas, ocultándose de cualquier tipo de paparazzi; tomó el menú y se dispuso a darle un vistazo; tomaría algo rápido, no necesitaba quedarse tanto tiempo ahí. 

Valentina se había percatado antes de que el pequeño lugar estaba vacío y respiró con alivio, la probabilidad de dar explicaciones o contestar preguntas a medios de comunicación era completamente nula, no era mala voluntad, simplemente estaba cansada.

Cansada de ser emboscada por los paparazzi. Cansada de la monotonía; las conferencias de prensa y los periodistas haciendo siempre las mismas preguntas sobre su vida sentimental, y personal. Cansada de tener solo cuatro horas para dormir en las noches, intentando hallarle un rumbo a su vida y fallando, si no fuera suficiente, el corporativo de su familia exigiéndole más.

Por primera vez en toda su vida, no sabía qué hacer...

De manera sorpresiva Valentina fue sacada de su ensimismamiento por una voz clara, un tanto grave, pero alegre, justo detrás de ella.

— ¿Qué puedo ofrecerte hoy? – La voz pertenecía a una bonita chica. Tenía el cabello corto, al hombro, un negro destellante. Su figura era delicada, femenina, pero aun así parecía fuerte y flexible. Cuando la mirabas, lo primero que podías notar era su sonrisa, lo segundo... sus juguetones ojos oscuros, adornados con un par de pestañas por las que cualquiera mataría.

De manera precipitada Valentina dio de nuevo un repaso al menú... – Solo un latte, gracias. Y una galleta de esas, por fa. – Apuntó hacia el jarrón lleno de galletitas color miel que estaba en el rincón, junto a la caja registradora.

La linda señorita volvió a sonreír, mientras tomaba nota. En su pequeño gafete decía "Juliana". Valentina se perdió en el gafete de la chica y sintió sus ojos pesar. Dios, en verdad estaba cansada.

Traigo su orden lo más pronto posible. – Dijo Juliana y se alejó caminando con gracia y enérgicamente; justo antes de perderse detrás de la puerta, que se supone conduciría a la cocina, se dio la vuelta e hizo contacto visual con Valentina, para la simultánea alegría y mortificación de Valentina, Juliana le guiñó un ojo.

Oye, ¿qué? – Se dijo Valentina a sí misma. O no tanto, cuando notó que lo había dicho en voz alta estrelló su mano contra su boca, e intentó entretenerse con su iPhone, o al menos pretender que lo estaba con la pantalla en negro.

¿Por qué Juliana había hecho eso? ¿Por qué le había guiñado un ojo? ¿Fue algo amistoso, o intentó que fuera algo más?

Valentina empezó a entrar en pánico.

Sí, Juliana era muy linda, y sí, su sonrisa le provocó a Valentina el delicadísimo aleteo de mariposas, Y SÍ... probablemente Valentina tenía un ligero "enamoramiento". Pero después de Lucho, Valentina estaba intentando alejarse y limpiar las atrocidades que los medios habían inventado sobre su pasada y horrible relación, y justo ahora... ¡Jesús! Juliana era una chica, ¡UNA CHICA! Hermosa, pero a la prensa Méxicana no iba a importarle cuan deslumbrante fuera ella.

Café y galletas caseras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora