Capítulo Único.

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La expresión de fastidio en la cara del rubio le dijo todo. Era más que obvio que no le había caído en gracia la invitación.

—Yo no tengo porque estar asistiendo a esos eventuchos para la peble. — le respondió con desagrado antes de darle la espalda y comenzar a caminar en dirección a la salida.

—¡Colín! — exclamó, deteniendo sus pasos — Enserio sería un honor para nosotros que asistieras y...

—Ya te respondí, tomate, no cambiaré de opinión. — le sonrió con altanería y está vez si salió del salón.

La pelirroja apretó sus puños a cada uno de sus costados mientras su cara adquiría un fuerte color escarlata. Ese... Patán la sacaba de sus casillas.

¿Tan difícil era asistir a una exposición de arte para recaudar fondos?

Tomó grandes bocanadas de aire, tratando de calmarse, para luego destensar sus dedos y moverlos, simulando tocar las teclas de un piano sobre su muslo, tratando de calmarse.

—Ese rubio teñido... — gruñó antes de abandonar el salón.

—×××—

Se movió nerviosamente al lado de la mesa de bocadillos, le aterraba la idea de toda esa gente viendo sus varias piezas expuestas en aquel evento escolar.

Por séptima vez en cinco minutos, sacudió la falda de su vestido color salmón y zapateo el suelo en un distraído ritmo.

Un rubio de ojos grises se le acercó y le mostró una sonrisa con mejillas sonrojadas, el esfuerzo de su último baile lo habían dejado sudoroso y agotado.

—Siento presentarme en estas fachas, pero tengo que dar una presentación más luego de esto.— le hizo una reverencia, causando la risa de la fémina; su pantalón apompado, zapatillas deportivas y la camiseta sin mangas que aquel chico usaba para bailar no iban para nada con aquella elegante acción.

—Giovanni, ¿enserio eres familiar de Bourgeois? — preguntó cuando el Faure-Dumont le ofreció su gancho para caminar a través de la exposición.

—Por desgracia, mi querida cuñada. — bromeó, deteniéndose en la primera pintura que reconoció como de su amiga.

—No me digas cuñada, Colín y yo no somos nada.

La risa masculina la descolocó por un minuto, al igual que a las personas a su alrededor; digamos que aquella risa no era la más sutil.

—Nathy, juntarte con Adrianne le viene mal a tus ojos y a tu lógica. — comentó, caminando hacia otro lugar del corredor.

—No entendí... — murmuró, aunque siempre fue escuchada por su mejor amigo.

—No importa, yo si me entiendo y me divierto.

—Ah, ya veo tu parentesco con Colín. — gruñó en respuesta, haciendo reír nuevamente al ojigris.

—Bueno, linda, no puedo evitar que sangre Bourgeois corra por mis venas. — le ofreció una sonrisa ladina antes de ver la hora en el caro reloj que descansaba en su muñeca.

Caminaron unos largos minutos más, hasta que pasaron al lado de unas chicas que hablaban sobre la próxima presentación de baile del grupo.

—¿Ya casi es tu presentación? — preguntó al ver la mueca en la cara masculina.

—Sí, Nath, aunque no es la última. — suspiró cansado, amaba bailar, pero sentía la sobre exigencia en su cuerpo.

—Bien, en la próxima voy a ir a verte — le sonrió para tranquilizarlo y luego lo comenzó a empujar hacia la salida del Louvre —. Ahora vete, Nina se preocupara mucho.

Rire Chaleureux. [Nathloe Genderbend]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora