Un día más

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Un nuevo día comienza, soleado tal vez, poco importa si de todos modos será igual al ayer, igual al mañana, igual a todos aquellos días que no recuerdo y de los otros que resaltan en lo incierto.

Bajo las escaleras con paso firme, no por ello rápido. En el primer piso veo la mesa tan mal atendida como siempre; ¿qué pensará mi abuela? No ve en esto sino una mansión. ¿Qué pensará mi abuelo? Con sus abundantes, y escasos en técnica, esfuerzos para arreglar ciertos desvaríos en la casa, creyéndose en la capacidad de un fontanero, no ha hecho más que destruir toda estética. Se podría alegar que al menos funciona, pero no llega ni a eso, todo es peor.

Con escases de ánimos, mi abuela me avisa que la comida ya está lista y que me siente. En la mesa no veo más que a un ente, referido cerdo, llamado abuelo. ¿Será esa mi comida? no, vi mal, ahí está la comida, definitivamente, el solo es un devorador más.

Ocupo un espacio en la mesa, lugar que me corresponde, lugar al que fui solicitado. Degustar la comida es tare fácil; ya no es para mí esta comida más gustosa que otra, no por su sabor esplendido, ni cuidadoso preparado, mas bien por la gran rutina.

Un sonido se oye. Un sonido me sorprende. En el medio de uno de mis actos más primitivos, el comer, escucho entonces lo que luego será lamentable de escuchar: el enfado manifestándose de mi abuelo embravecido por alguna trivialidad. ¿Qué puedo desear más que el hecho de que esto no se produzca?

Podría tal vez quejarse por la comida, el pan tostado podría habérsele quemado a mi abuela, tal vez se queje de mi tío que en su vida poco ha progresado, creyéndose en las mayores de las posiciones o poseedor de una gran virtud. Incluso así, por más que intente desprestigiar la causa de mi padre no puedo también albergar la defensa de mi tío. No se ayuda a él mismo, no hay nada que yo pueda hacer.

La furia de mi abuela era incesante, sus palabras mal sonante. En la desdicha de tener que ser testigo de tal situación, producto de un dinero que perdió en las apuestas, se terminaron volteando las tornas y ahora soy yo el foco de su atención, participe de tal situación.

¿De que se quejó esta vez? Una crítica más e insulto consigo, nada fuera de lo habitual, algo que sigue en el marco de lo esperable. Crítico mi rendimiento académico, no lo negaré, para el fui realmente mal en el colegio, ¿con que objetividad alega de fracaso mi éxito? Podría no ser un éxito muy virtuoso, pero tampoco es un fracaso, y todavía en este caso, soy víctima de tal acto.

Regreso a mi lecho, como aquel que pernocta en donde no es querido, me dirijo con paso débil. ¿Qué podría conducirme a tal situación sino el simple lamento de las acusaciones sin ninguna vergüenza ni alguna causa?

Me acuesto y pienso, llegando a mí varias memorias. Recuerdo a mi madre ya muerta y en esos deseos poco afecto albergo. Su rostro solo recuerdo de las fotos que siempre veo, siempre que puedo, pero ya no queda en mí ni recuerdo de quien fue. No sé ni que compartí con ella, ni que cosas me habrá dicho o que me hubiese intentado enseñar.

Me levanto para ir a mi computador, ¿qué más refugio podría tener? No poseo mas que juegos y ya ha pasado cierto tiempo. Desayuno que me salté y cena próxima. Hablo con mi amigo más allegado, que irónicamente ni he visto en persona, ni he sabido más de el que lo dicho por un interés en común: los videojuegos.

Salgo del baño, luego de cenar. Exhausto ya de mi día en el que poco hice pero que igual me agota. Me dirijo a mi cama a conciliar mi sueño, yo, el hombre desdichado.

En mi mente nublosa, intentando dormir, caigo en cuenta de mi gran incapacidad. Me alego poseedor de pequeñas virtudes pero al final soy un ser que es incapaz de sentir pasiones. Podría parecer correcto, pero esta gran falta de pasiones es culpable de uno de mis mayores lamentos: mi voluntad para cumplir cosas es sumamente reducida.

Luego de un rato de ser incapaz de dormir llega a mis oídos otra vez el grito de mi abuelo. ¿De que se quejará esta vez? de una pastilla que no encuentra y a mi abuela atribuye la culpa por no encontrar. Un hecho sencillo y nada interesante que desencadena furia descontrolada que emana de mi abuelo, de su boca, de sus actos.

Y como solitaria mi alma, ya mi mascara se cae, ya mis sueños se apaga, ya no queda en mí ni pena ni nada que alegar. Poco el juicio que cometí hoy, poca la diferencia al día rutinario. En medio de este divague sin sentido, mi mente se apaga. La neblina ocupa todo mi pensar y dormido caigo, en este día para así dar comienzo al mañana, con su nueva entrega, emisario obtuso con la idea de ofrecer siempre el mismo paquete que ya recogí. 

Los días que se repitenWhere stories live. Discover now