Capitulo único.- El hijo del mal

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-Desde que llegaste al mundo jure darte total protección, daría mi vida por ti, al mal recurriría yo.


Hace mucho, mucho tiempo, en un reino ya olvidado gobernaba Phillip Hamilton, un joven príncipe de 19 años de edad. El señorito se mantenía rodeado de lujos y todo lo que fuera su real petición. Era un monarca odiado por su sometido pueblo.

El príncipe fue puesto a cargo desde los 12 tras la muerte de su padre, Alexander ll Hamilton, otro monarca detestado por el pueblo debido a su mandado con mano de hierro. Tanto padre como hijo apenas pensaban en el bien de su gente, solo se concentraban en entrar a guerras y ganar territorios.

Phillip tenía un adorado caballo de sangre pura llamado Hércules, un excelso capitán Virginiano que parecía algo contrariado con su actitud y un sirviente de un rostro familiar.

Las guerras que llevaba a cabo eran costosas, su corte se reunía para hablar sobre ello,
pero el príncipe siempre indicaba lo mismo:

-Aumenten los impuestos de esos plebeyos y ya, si no quieren morir a manos del enemigo no dudaran en apoyar la causa.
- Pero...

Nadie le había llevado la contraria a su majestad en mucho tiempo, este se giró indignado hacia el hombre de dentadura postiza y gran altura.

-Su majestad, debemos ver por nuestra gente, entiendo su ideal y lo cerca que esta de ganar esas tierras en el otro continente pero llevar tropas en el mar es exponernos, además, de continuar así no habrá pueblo que enriquecer.

La historia de este personaje fue corta, pero eso se ganó por siquiera creer que lograría ser escuchado por quien portaba la corona, el joven que se desharía de todo aquel que se opusiera a su "sabio" mandato.

El capitán Washington, quien le había servido a su padre y le había fallado a él yacía expuesto en la plaza como amenaza para la plebe. Frente a su cadáver estaba su aprendiz de piel negra arrodillado con lágrimas en los ojos e ira en su corazón creciendo por la muerte de quien considero un padre sumando el temor con el que vivía su pueblo francés se impulsó el deseo de una revolución.

Detrás de este joven príncipe se esconde un gran secreto, mucho antes de que naciera el reino era gobernado por su abuela Rachel Hamilton, la cual solo tuvo un hijo. Para asegurarle un futuro a su muchacho le comprometió con la princesa más afortunada que había en ese entonces, proveniente de un reino vecino, la hija mediana del rey Schuyler, Elizabeth Schuyler.

Sin embargo, la joven se oponía a su compromiso con el prepotente, enano fanfarrón de Alexander debido a que esta cayo enamorada de un joven caballero de su corona, sir Laurens.

Era joven y estaba enamorada, con solo 15 años de edad pese a estar casada con el futuro Rey Hamilton intento fugarse para ser feliz con su amado, huida que fue estropeada por el capitán y los caballeros de su esposo.

Laurens nunca fue atrapado gracias a que su adorada Eliza le salvo, este decidió jamás volver a servir en el reino Schuyler. Vivió escondido en el reino de los Hamilton, esperando que así al menos pudiese ver a su preciada Eliza a lo lejos. El hombre ya siendo parte de ese pueblo recibió la trágica noticia que conmociono a todo el mundo, apenas habían perdido a la reina Rachel subiendo a Alexander al trono, ahora habían perdido a la reina Elizabeth luego de que esta dio a luz.

Estaba devastado, algo en él le impulso a adentrarse al castillo y buscar un puesto en esa corte. El rey le acepto como un mozo, un triste mozo, su majestad se encontraba muy ocupado con su nuevo mandato y necesitaba gente que cuidara de su hijo.

En el momento en que Laurens conoció al pequeño se dio cuenta, bien no solo el, muchos parecían darse cuenta de que había gato encerrado. Fue llevado con total calma ante el monarca de ojos violetas y este no parecía desconocerlo, diablos, que termino revelando que lo noto desde que puso un maldito pie en su palacio.

Le explico que por decreto ese niño era suyo y no se lo entregaría, pero, permitiría que le apoye en su crianza mientras era un bebe y si se portaba bien podría verlo crecer.

Acepto decretos como mantener su cabello corto, no podía dejarlo crecer más allá de 1 cm, cubrir su piel lo mejor posible siempre usando ropas inusuales para un sirviente como calcetas o una pañoleta y nunca, nunca usar tacón, sus zapatos debían ser de bailarina donde sea que estuviese, pero eso parecía más un capricho del rey por su altura, ya que estaba a nada de usar zapatillas de dama para no verse tan bajo entre su género. Pese a que toda su corte usaba calzado bajo, no tanto como el de Laurens, seguía distinguiendo por su corta estatura.

Para su suerte, Alexander Hamilton falleció cuando Phillip apenas tenía 12 de edad. Laurens era el sirviente predilecto del jovencito: Le consideraba un mejor amigo sin detenerse a pensar por que el hombre de casi 30 años veía tanto por el sin ser nada.

Quiso redirigir el aprendizaje de su muchacho, lamentablemente él estaba corrompido por los ideales de su falso padre. Sin importar todo que lo intentaba la guerra y la corrupción eran lo único que Phillip tenía claro en su futuro para Francia.

Pasaron los años, el príncipe estaba más cerca de la mayoría de edad, con un ejército tan grande bajo su mando varios países pequeños buscaban aliársele, viajo junto a su fiel mayordomo al otro lado del mar para firmar unos tratados de paz en América, cuando paseaba por las pintorescas calles del hermoso reino su príncipe se topó con una belleza morena, una encantadora chica de sonrisa cálida, Phillip se había enamorado

Pero la chica resulto ser Theodosia Burr, hija del emperador Aaron Burr, el joven de pecosa mirada estaba encantado por la señorita. Apreciando la situación como una oportunidad para hacer suya a la doncella pidió como requisito de la alianza desposarla, sin embargo, padre e hija le rechazaron, firmo los tratados con fingida paciencia y se retiró humillado a su reino.

Las cosas no iban a quedarse así, John lo sabía. Se acercó al destrozado joven solo para recibir y acatar una orden

- "Quiero tener ese reino en llamas para el amanecer."

No fue un incendio directo lo que deseaba el príncipe, quería que la princesa perecía por rechazarlo. Laurens no se opuso a llevar a cabo la orden y aun así en sus adentros lamentaba que el chico no supiera aceptar un no como respuesta.

Realizo el viaje de nueva cuenta, cumplido el crimen y volvió a su tierra. Aún tenía el recuerdo de la joven soltándose de la vida debido a un punal que atravesó su pecho. Había echo lo que su majestad deseaba para ser feliz, entonces ¿Por qué no podía dejar de llorar?

Durante su escape distinguió como el emperador encontraba el cuerpo de su hija y soltaba un grito desgarrador con la joven entre sus brazos. Sabía que las cosas iban a ponerse mal, pensaba acariciando el cabello que apenas tocaba la punta de sus orejas en adonde irían a parar.

Para demostrarle a su alteza que había llevado a cabo el asesinato le sirvió a su merienda con un peculiar listón verde apenas volvió de un agotador trayecto en barco, el de cabellera rizada lo reconoció del ropaje que vestía la piel canela, le sonrió a su mozo antes de seguir tomando su té con tranquilidad.

Estaba tan sumido en su soberbia que no noto el motín que un marques preparaba junto a su ejercito junto a la furia incontrolable de un hombre que acababa de perder a su mas preciado tesoro, rompiendo el tratado al buscar otro aliado para cobrar venganza al acabar con ese reinado.

En cambio Laurens veía venir la furia del pueblo, sujetaba sus rizos con una coletita que parecía iniciar y terminar en su nuca, continuando con sus labores como si nada pasara.

Un día antes de que el príncipe saliera para mandar a su ejercito a la batalla un gran estruendo hizo asomar al mozo por uno de los ventanales, escondió su largo cabello detrás de la oreja mientras veía como una turba trataba de tomar las puertas; los soldados, el pueblo y una tropa extranjera siendo lideradas por un hombre de barba con coleta de cabellera china hombro a hombro con un americano calvo de tez morena.

La servidumbre no tardo mucho en huir antes de sufrir la ira de la gente sin preocuparse por el príncipe, John iba contra la muchedumbre buscando llegar pronto a la habitación de Phillip.

En uno de los jardines traseros el muchacho corría a su habitación tras escuchar tal alboroto, vio como su corte escapaba, gruño entre dientes pensando mandarlos a la horca, la soledad de su palacio le peso y al abrir las puertas de su pieza lo que vio lo dejo estupefacto, le reconoció gracias a esos ojos verdes, no había notado lo mucho que le había crecido el cabello a su mozo, el gran parecido que tenían, nada, no había notado nada hasta ese momento en que le vio vistiendo sus ropas, reacciono cuando este le extendió un pequeño pergamino del tamaño de su puño y unas prendas con la otra mano.

-Toma esto, se que te quedaran, debes huir lo más pronto posible. -hizo entrega de los objetos. -
- Pero... ¿Cómo? -Una capa gastada fue puesta sobre sus hombros, antes de ponerle la capucha el hombre lo estrujo con todas sus fuerzas acariciando su cabeza. -
-Está bien, mi sangre está en ti. -Esas palabras le mostraron la realidad, correspondió el abrazo negándose a soltarlo. - la culpa es mía en realidad, no hace falta llorar.

Con un rápido movimiento corto el cabello del chico, cubrió su rostro con la capucha y le escondió en un pasadizo detrás de un libero, Phillip se quedó ahí un momento, se apresuro a cambiarse y descubrir el otro extremo del pasadizo.

Laurens se dejo caer frente al libero, cuando estuvo listo se puso de pie y aprecio el marco que su príncipe tenia del difunto rey en aquella habitación, luciendo como el, igual de cautivo en esa seria mirada que solo busco fuego y disputas, el alarido era mas cercano, hasta que finalmente 6 soldados y ambos lideres derribaron las puertas.

- ¡Ugh, pero que salvajes!

Grito con prepotencia como lo habría hecho su hijo. El Marques de Lafayette fue quien lo apreso y lo encerró en su celda temporal.

Al día siguiente el hombre de nombre eterno y un soldado fueron por él, le vendaron los ojos antes de escoltarlo a donde sus oídos reconocieron como la plaza principal. La gente aclamaba a los héroes y le abucheaban a su imagen, pudo sentir como era puesto contra una pared estando de frente a los presentes con sus manos atadas a la espalda.

Entre la multitud se escondía un jovencito de mejillas con muchas pechas y ojos marrones, veía como su mozo estaba en posición para ser fusilado por 10 hombres que formaban una fila a 7 metros de él, del lado derecho estaba el marqués de Lafayette dando un discurso de libertad a la conmocionada multitud, el emperador solo esperaba el momento de abrir fuego, pero entre todos, solo el parecía examinar con esmero al supuesto joven que iban a ejecutar.

Había un gran temor e incertidumbre deteniendo sus pies, no podía creer lo lejos que llegaba la fidelidad de ese hombre, a no ser...

- ¡Este día, caerá el primer tirano...! -El campanar de las 3:00 pm comenzó a sonar, unos cuantos notaron como el de rizado cabello sonrió, muchos pudieron escuchar sus ultimas palabras. -
-Vaya, es hora de tomar la merienda.

El rey Burr abrió los ojos con sorpresa, algo dentro de él le decía "Espera.." elevando una mano, pero algo más fuerte decía que eso era lo correcto haciendo que callara sus dudas y desviara la vista del asesinato de quien todos acusaban de acabar con la vida de su hija. Si estaba frente a su asesino, pero no lo sabía del todo.

El príncipe volvió a derramar unas lágrimas en estado de shock, no fue hasta que la palabra "FUEGO" y el morboso aplauso del pueblo le hicieron extender una mano hacia su padre.
Su lamento se perdió entre la celebración, huyo lo mas lejos posible sin poder hacer nada respecto a los restos de su progenitor. Huyo a la playa que estaba a las afueras del reino, una bella mujer de tez morena y labios carmín le acogió en su hogar sin preguntar de donde venia, lo veía como un bebe que necesitaba refugio. Cuando cayó la noche Phillip se escabullo de ese hogar para ir a la orilla donde las olas se despedían de la tierra, con sus pies desnudos se adentro al mar sosteniendo una botellita con el pergamino que le dio su padre en el interior, lo leyó antes de hacer ese curioso ritual en el que muchos dicen, te será cumplido un deseo.

-Si en otra vida nos volvemos a encontrar, yo te protegería sin dudar otra vez. 

El sirviente del malWhere stories live. Discover now