1

17.4K 429 126
                                    

Mi vida en Pamplona ers un puto caos, no sabía que hacer para alejarme de mi grupo de "amigos", ultimamente me estaba quedando sola, y hasta lo prefería. La única amiga de verdad que conservaba era África, la cuál hace poco se mudó a Madrid para empezar la universidad. Justo como iba a hacer yo pero a Valencia.

Quería alejarme de Mikel, lo odiaba, nuestra relación había sido bonita y tal pero habían pasado tantas cosas que lo acabé odiando. Al igual que a todo el grupo, que ahora que lo pienso tampoco pierdo mucho.

Estaba ya dejando las cosas en el maletero, sería unas cuantas horas de coche, pero era la unica manera de llevarme el coche allí.

-Ten mucho cuidado con la carretera, cariño.-mi madre me abrazaba con necesidad.

No era muy partidaria de que me fuera de casa tan pronto pero acabó por entenderlo, Valencia era perfecto, no era tan caro como Madrid o Barcelona y tenía buenas universidades.

Me despedí de toda mi familia, la noche anterior habían montado una fiesta en mi casa para despedirme, donde fueron todos mis "amigos" de allí, y no me puedo alegrar más de perderlos de vista. Me habían demostrado lo mierda de personas que eran conmigo.

-Llamanos cuando llegues.-dijo mi abuela con una pequeña sonrisa.- ¡Qué mayor te nos hace, hija!

Volví a despedirme de todos por quinta vez, parecía que mi madre quería alargar aquel momento lo máximo posible.

Me metí en el coche, y pité tres veces en forma de despedida y emprendí mi camino. Era finales de agosto, hacía un calor impresionante, por suerte el aire de mi coche funcionaba perfectamente.

No podía dejar de pensar en todo lo que había pasado este ultimo año, en que ya había dejado el instituto, que estaba independizandome, que iba de camino a una nueva vida completamente diferente.

Después me planteé como serían mis compañeras de piso, María era simpática y extrovertida, habíamos hablado mucho las ultimas dos semanas y me flipaba su rollo.

Las otras dos me las había mencionado pero no me acordaba de sus nombres, una era de Andalucia, Cádiz o por ahí y la otra de Valencia. En cambio, María era de Madrid.

No sé, tenía curiosidad y un poco de indertidumbre porque no sabía si iba a estar cómoda allí o no, dependian de muchos factores.

No paraba de recibir mensajes y llamadas de Mikel, estaba harta de él y se lo había dejado claro en varias ocasiones pero no paraba de insistir. Bloqueé las llamadas y los mensajes, borré su número y dejé el móvil donde estaba con rabia.

Seguí conduciendo, a veces pensaba en mis cosas, otras en mi vida en Pamplona, en mis padres, mis hermanos. Otras veces simplemente me ponía a cantar canciones que salían aleatoriamente en la rádio. El camino se me hizo eterno, para que engañarnos, paré dos o tres veces en las gasolineras que me iba encontrando por el camino.

¿Cómo será todo aquello? ¿Me llevaría bien con mis compañeras? ¿Haré nuevos amigos pronto? Todo eran preguntas que aún era muy temprano para responder, lo mejor era esperar a que las cosas fluyeran.

Llegué al bar donde había quedado con Maria, habíamos quedado allí y después ir juntas al piso, el cuál sería mi casa por los próximos cuatro años.

Me bajé del coche colocandome las gafas de sol y echándome el pelo hacia atrás. Miré fijamente a la terraza y vi a la chica rubia allí sentada con una cerveza hablando con el camarero.

-¡Hola! ¿María Villar?-dije lo mas amable posible.

La chica me miró con los ojos entrecerrados y se quedó unos segundos analizandome.

-¡Coño! ¡Natalia!-dijo sacando una sonrisa por fin y respiré tranquila.- Lo siento, es que estaba tan metida en la conversación con Pablo.-señaló al camarero.

-No te preocupes.-reí nerviosa, era un poco incomodo ya que era la primera vez que hablabamos en persona.

María era una chica un poco más baja que yo, su pelo rubio era largo y liso, vestía despreocupada con una camiseta roja de alguna empresa de por aqui y unos pantalones de chandal negro. Sus brazos estaban llenos de tatuajes sin sentido aparente.

-Ven, sientate, pidete algo. Pablo atiende a esta pivón.-llamó la atención del camarero, que al parecer tenían bastante confianza.

-Cla...Claro, dime.-dijo con una sonrisa sacando una libreta de la parte de atrás de su pantalón.

-Una fanta de limón, porfavor.-pedí con una sonrisa.

-Cuéntame cariño, ¿qué tal el viaje?-apoyó su cabeza en sus manos acercandose más a mí, para prestarme más atención.

Hablamos durante unas horas sobre todo en general, algunas veces Pablo intervenía, era un chico bastante simpático, aunque un poco tímido al principio, también estaba lleno de tatuajes.

El móvil de María sonó, haciendo que la conversación que estabamos teníendo se parase.

-Dime Alba.-contestó un poco molesta por cortarle justo cuando ella iba a hablar.- Sí, sí, compra algo para esta noche.-María se callaba para dejar hablar a la otra chica.- No creo que tenga muchas ganas, de todas maneras se lo comento, después hablamos, ya casi vamos. Adiós.-y colgó.- Pablo trae la cuenta anda.

María pagó y se despidió del chico con un beso en los labios, eran pareja por lo que pude suponer. Nos metimos en mi coche y seguí las indicaciones de María.

-Alba me ha dicho que esta noche van a salir con los chicos, que si quieres venirte.

-No tengo muchas ganas, me quedaré organizando las cosas.-dije, y no era excusa, realmente me iba a morir si no hacía un pequeño descanso.

-Claro, no te preocupes, ¡hay mucho tiempo por delante!-decía la rubia emocionada.- Ay, ahora gira por aqui.

Tras otros cinco minutoa llegamos al portal del edificio, María tocó al porterillo y ordenó a las otras dos chicas, Julia y Alba, que bajaran a ayudarme.

-No hace falta de verdad.-dije cuando estaban las tres expectantes a que abriera el maletero.

-Anda exagerá, como vas a subir todo eso tu sola, mujer.- la morena habló acercandose a la puerta del maletero, abriendolo.

-Y menos mal que hemos bajado, habrías dado ocho viajes minimos.-dijo María cogiendo la primera maleta.

-¿Tocas la guitarra?-Julia dijo emocionada viendo la funda en una esquina.

-Sí.-reí al ver su cara.

-¡Yo también! Madre mía, me empiezas a caer de puta madre y aun no te conozco en condiciones.

Subimos las cosas poco a poco, Julia hablaba animada conmigo mientras que Maria se quejaba de lo que pesaban las cosas, mientras tanto Alba solo se disponía a subir las cosas con paciencia, sin hablar.

Me pasé la tarde colocando las cosas en mi nueva habitación mientras las otras tres se paseaban de un lado a otro preparandose para salir. Llegaron las nueve de la noche y salieron por la puerta despidiendose de mí.

Salí de mi cuarto y me limité a observar la casa y las otras tres habitaciones, era todo bastante grande para ser tan barato, aunque también influía el echo de que fueramos cuatro.

Me tiré en la cama rendida y me pasé con el móvil, la guitarra y escribiendo hasta tardísimo, decidí dormir ya que al día siguiente me gustaría dar una vuelta por Valencia y ver que cosas hay por aqui.

Sin más, dejé la guitarra en el mismo sitio, puse el móvil a cargar y cerré los ojos con el fin de dormirme lo más pronto posible, dejando de lado el nerviosirmo en el cuerpo que aun tenía.

Welcome HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora