Letras de un ADN formado por las constelaciones estelares apagadas, pero vivaces.
El reflejo del sentir en versos sin hogar concreto, que abordan temáticas diversas. Todo ello dentro de un mundo de ínfimas luces, cuya única escapatoria es la poesía...
Al atardecer eras oro bruñido, un roce de esperanza, el compás de mi latido.
Eras el sentir de un sinsentido, el júbilo concorde con mi melodía, las horas que corrían sin necesidad de haber sido.
La llave de mi coraza y el estrepitoso habla de su cálida mirada tenían nombradía.
Cállate. Te lo ruego, por favor.
Ahora que no estás, el ruido es insoportable.
Te arrebató vilmente el Olvido, pero no se llevó consigo tu recuerdo.
Ahora que no estás, las hojas verdes se tiñen de rojo en tu memoria, el viento llora por tu ausencia.
Calla al silencio por mí, que la Nada me carcome, la insolente que abarca mi Todo, la que se atribuye tu nombre.
Al atardecer eres el licor amargo que consume mi mente.
Antes eras oro, ahora polvo inexistente.
Eras, no volverás a ser.
Cállalo. Calla este ambiente eterno y silencioso de hojas agostadas. Por lo que más quieras, cállalo...
Con el último beso que quedó tatuado en la atmósfera aquella fugaz tarde otoñal, antes de emprender tu viaje al incorpóreo reino.
Calla a mi sonoro silencio.
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Ya sé que lo mío no es la poesía, si esto ha sido una cagada, mis disculpas más sinceras a todo aquel al que le ocasione dolor de ojos este intento fracasado de poesía.