Capítulo Uno.

477 16 2
                                    

Escucho la alarma sonar. Mierda. Ya son las 7 de la mañana y yo solamente había dormido dos horas. Había estado grabando los últimos retoques de mi canción Sutra con Dalmata, sabía que iba a ser un éxito. No es una canción común, va mucho más allá de lo que es el amor, de lo que dos almas sienten cuando se encuentran y se aman.

Hoy tenía concierto en mi querida Colombia, tengo que admitir que estaba cansado, tenía bolsas debajo de mis ojos que no se iban ni maquillándome. No tenía ganas de un concierto, pero mis niñas habían pagado por verme, y no las puedo defraudar.

Me levanto de la cama, friego mis ojos y me miro en el espejo que hay en la habitación del hotel. No reconocía al muchacho que se encontraba frente al espejo, no sabía quien era. A veces extraño ser simplemente Sebastián, un chico normal, sin tener que enconderme algunas veces debajo de capuchas, pero no lo hago de malo, simplemente, hay veces que necesito un descanso de todo, y realmente no me perdonaría que me vean cuando estoy cansado y piensen que no quiero sacarme fotos y conocerlos.

Cepillo mis dientes, me lavo la cara, y me peino un poco. Y con peinarme me refiero a acomodarme un poco el pelo porque es imposible controlar este nido de pájaros que tengo arriba de mi cabeza.

En fin, las ganas de hacer un concierto se habían ido. Me rompieron el corazón hace unos días, bueno, siempre digo que me rompen en el corazón, pero esta vez es en serio, me lo destrozaron en tantos pedacitos que no hay nadie que pueda repararlo. Por eso mis ojeras, mis ojos hinchados, y mis ganas de escapar.

Me suena el celular, es un mensaje de Roberto, mi mánager.

"De: Robert

Mierda Yatra, baja a desayunar, vamos tarde"

No le contesté, me gustaba molestarlo. Y se iba a molestar más, si le decía que no tenía ánimos de hacer un concierto. Perdón querido Robert.

Estaba apunto de salir hacia el lugar donde nos sirven el desayuno, cuando justo veo a una chica en el pasillo caminando hacia mi, con la vista en el piso, un poquito más baja que yo, hablando por télefono, distraída pero también emocionada gritando "Es hoy, mamá, es hoy! No lo puedo creer!" Qué es hoy? Día de entrega de éxamenes en la escuela? Esa niña no tenía más de 18 años, y me causaba gracia como caminaba agitando las manos y con los pelos revueltos, y me olvidé de recalcar que todavía usaba pijama y en la mano que no sostenía el celular, llevaba el cepillo de dientes. Esa niña es más distraída que yo. Me reí por mi propio pensamiento. Y acto seguido la chica me miró.

Por.

Dios.

Acaso estoy viendo un ángel?

Podía estar recién levantanda, con todos los pelos sin peinar, con ojeras y el maquillaje todo corrido, pero, definitivamente era hermosa y sexi, debo admitir. Llevaba un short y una remera que le hacía juego, y unas pantuflas de ¿Mickey Mouse? Me causa mucha ternura. Tenía una nariz respingada, unos pómulos marcados y finos, que se alineaban con su hermoso rostro y sus perfectos ojos color verde que te miraban a través de esas pestañas y te sentías en el cielo.

¿Qué estoy diciendo? Ni siquiera la conozco. Alguien que me pegue una cachetada así me despiertan, creo que sigo con la almohada pegada a mi cara.

La chica ni se inmutó, sólo me miró, se rió medio raro, y salió corriendo. Supongo que la asusté, porque parecía un tonto mirándola.

Cuándo llegué al comedor, ya no había nadie. Genial, me tocaba desayunar solo. Buen día para mí. Aunque, ver a esa chica me trajo un poco de tranquilidad.

¿Me estaré volviendo loco? Mejor sigo tomando mi café así me despierto y comienzo a ensayar para esta noche.

Cristina - Sebastián Yatra.Where stories live. Discover now