I

2.1K 74 7
                                    

Los encuentros con Irene eran cada vez más intensos. No podía sacármela de la cabeza. Me pasaba días enteros pensando en ella, subiendo fotos a la historia de Instagram con canciones que me recordaban a ella. Sin duda me gustaba mucho, nunca me había gustado tanto alguien de la manera en la que me gustaba ella.
Tampoco me había fijado en una chica nunca, pero ella lo cambió todo.
Estaba tan bien cada vez que nos veíamos que me olvidaba de todo. Solo existíamos ella y yo. Éramos muy diferentes políticamente, pero no me importaba, nos entendíamos con una sola mirada.
Me desperté a media mañana y lo primero que hice fue salir a correr como hacía siempre. Al cabo de una hora, volví a casa para darme una ducha. Justo cuando estaba poniendo un pie dentro de mi bañera sonó mi teléfono.
Fui corriendo a cogerlo y para mi sorpresa era ella.
– ¡Hola! – dije alegremente
– Hola Inés. ¿Qué tal?
– Muy bien. Estaba a punto de meterme en la ducha.
– Muy bien también. Estoy de camino a Barcelona porque tenemos una reunión allí a media tarde, me puedo escapar antes y si quieres podemos vernos. Tengo muchas ganas de volver a verte. En cuanto salga te mando la dirección y nos vemos allí.
– Me parece estupendo. Yo también tengo muchas ganas de verte también. Te echaba de menos.
– Y yo a ti. Nos vemos luego.
– Hasta luego.
Me puse tan nerviosa que no sabía ni que hacer. Me senté a respirar hondo durante unos minutos y cuando por fin puse los pies en la tierra me metí en la ducha. Estuve un buen rato dejando que el agua caería sobre mi. Me moría por besar sus labios. La última vez que nos vimos casi nos besamos, sino llega a ser por mi estúpido vecino que se equivocó de timbre en el momento equivocado.
Cuando salí de la ducha, me puse una camiseta de estar por casa y enrollé mi pelo en una toalla. Me dirigí hacia la cocina para comer algo pero la verdad es que de lo nerviosa que estaba no tenía hambre así que únicamente comí una naranja acompañada de un vaso de agua. Mientras comía, llamé a su restaurante favorito de Barcelona para que nos trajesen la comida a casa, sé que le encantará.
Cuando por fin terminé, fui a mi habitación y abrí mi armario. Sin duda, siempre que quedaba con ella me pasaba más de una hora eligiendo qué ponerme. Y como no, hoy me pasó exactamente lo mismo. Al principio pensé en ponerme unos vaqueros, algo de su estilo, pero luego pensé en aquel vestido rojo hasta que por fin di con lo que quería. Un traje negro ajustado, con una camisa blanca. Y por supuesto mis tacones. Ellos no pueden faltar.
Desde que abrí mi armario hasta que me decidí había pasado más de una hora y aún tenía que alisarme el pelo pero como no recibí ningún mensaje supuse que me daba tiempo. Cuando terminé de alisarme el pelo, me maquillé y por supuesto me pinté los labios de rojo. Me encantaba como me quedaba. Y sé que a ella también.
Cuando estaba metiendo las cosas en el bolso alguien llamó a mi puerta. Como fuese otra vez el vecino esta vez si que iba a enfadarme pero de verdad.
Me dirigí hacia la puerta y para mi sorpresa cuando la abrí allí estaba ella. Iba preciosa, llevaba mis vaqueros favoritos y mi camisa favorita. Estaba radiante.
– Irene, ¿Qué haces aquí? ¿No ibas a llamarme o a mandarme un mensaje?
– Sí, pero prefería darte una sorpresa. Una no olvida cómo se va a la casa de una persona especial
¿Una persona especial? ¿Yo? Estaba claro que algo estaba pasando entre nosotras. O al menos eso creía yo.
– Madre mía. Pasa anda.
Nos sentamos ambas en mi sofá a contemplar las bellas vistas a Barcelona, pero realmente a quién yo miraba era a ella.
– Qué bonita es Barcelona. ¿Verdad? – le dije.
– Sí, pero hay cosas más bonitas aún. – me dijo mirándome a los ojos.
No supe que decir así que tan solo sonreí y me puse roja.
Pasamos toda la tarde hasta casi las diez hablando de su reunión, de mi semana, de sus hijos, de como le había ido a ella la semana... hasta que interrumpió nuestra conversación.
– Por cierto, Inés. ¿Qué te apetece cenar?
– En un rato tendremos aquí la cena.
– ¿Y eso? ¿Cuándo la pediste? ¿Y a dónde?
– Antes, justo cuando me llamaste. No soy la única que puede dar sorpresas. Y el sitio ya lo verás.
– Venga va, dímelo. – dijo mientras se acercaba a mi.
– No puedo, espérate unos minutos y lo verás.
– Pero quiero saberlo ahora. No me hagas esperar tanto. – dijo acercándose aún más que antes.
– No me vas a convencer Irene.
– ¿A no? – dijo susurrando mientras colocaba sus labios casi rozando los míos.
Estuvimos a punto de besarnos de nuevo pero de nuevo el timbre volvió a ser nuestro mayor enemigo. Espero que sea la cena y no el vecino otra vez. Era la cena.
– Inés, es mi restaurante favorito. No pensé que te acordarías. Te lo dije y me acuerdo además, pero no sentí que fuese nada importante. No hacía falta.
– Lo he hecho porque te quier... porque te quiero demostrar que yo también se dar sorpresas. – dije arrepintiéndome de lo que había dicho.
– Sigo diciendo que no hacía falta. Pero muchas gracias.
Durante la cena hablamos de muchas cosas, de nuestra infancia, de nuestros padres, de lo que nos gustaba leer, de música... No podía pedir más. Me sentía tan bien. Con ella sentía que lo tenía todo. Tenía estabilidad que me hacía mucha falta desde hace un tiempo, era feliz y lo necesitaba, podía confiar en alguien, me sentía segura, valorada y sobretodo querida. Irene lo tenía todo. Era un huracán. Daba igual lo que te contase, siempre era agradable escuchar su voz. Su compañía era lo mejor que me había pasado nunca.
Me encantaba su forma de reír, su sonrisa, su dulzura cuando estaba conmigo, las historias que me contaba. Se interesaba por mi como nadie lo había hecho antes.
Tengo miedo porque esto que siento por ella es más fuerte que todo lo que he sentido por alguien antes. Y no sé cómo describirlo y mucho menos cómo llamarlo.
Cuando terminamos de cenar, recogimos todo y seguimos hablando durante horas de lo mismo sentadas en el sofá, y de otras cosas más. Comiéndonos con la mirada la una a la otra pero sin dar el paso. Tenía miedo de ser yo la que se estaba haciendo ilusiones, pero había algo que me decía que había algo.
– Inés, siento interrumpir esto, pero me tengo que ir. Mira la hora que es. Ya es muy tarde.
– ¿Por qué no te quedas? Ya es muy tarde y tienes todas tus cosas aquí. Puedes quedarte en la habitación de invitados si quieres.
– ¿De verdad?
– Claro, te lo estoy diciendo. Ya sabes que mi casa es tu casa, Irene.
– ¿Te puedo hacer una pregunta Inés?
– Claro. Las que tú quieras.
– ¿Alguna vez has estado con una mujer o te has sentido atraída por una?
– ¿Y tú? – pregunté muy nerviosa.
– Te estoy preguntando. Sí o no.
– No.
Cambió radicalmente de tema pero siguió haciéndome preguntas. Finalmente le hablé de que cuando era adolescente pasé unos años en los que no me sentía bien porque todas mis ex-parejas por llamarlos de alguna manera me utilizaron.
– Pero, ¿qué te hacían?
– Reírse, lo que hacen siempre. Salen contigo y te humillan, se ríen, no te toman en cuenta. Pero eso ya es pasado.
Irene se acercó aún más a mi, casi podía sentir su respiración en mis labios. Me colocó el pelo detrás de la oreja y me acarició suavemente la cara.
– Yo no te haré nunca eso. Te cuidaré siempre – me dijo susurrándome al oído.
Al instante, sus labios se habían fundido con los míos. Fue un beso tan dulce que por un momento olvidé dónde estábamos. Al separarnos ninguna dijo nada. Solo nos miramos, nos sonreímos y nos volvimos a besar.
– ¿Así que nunca te habías sentido atraída por una chica, no? – dijo mientras se reía.
– ¿Y qué iba a decirte? – respondí mientras continué besando sus labios.
Estaba claro. Irene había aparecido en mi vida para quedarse.

Você leu todos os capítulos publicados.

⏰ Última atualização: Apr 21, 2019 ⏰

Adicione esta história à sua Biblioteca e seja notificado quando novos capítulos chegarem!

Vas a quedarte.Onde histórias criam vida. Descubra agora