Capítulo 1

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Hay tres tipos de muertes: la psicológica, la social y la física.

Seguramente, la que menos duela sea la última.


Prólogo

Madrid, 18 de septiembre de 1997

Dos meses aquí, en este lugar infernal que atienden y curan a los enfermos. Sin embargo, cada vez me encuentro más débil, desgastada, desmejorada. Siento que me consume una especie de plaga en mi interior. Larvas negras, extrañas y sin catalogar en este jardín botánico especial que es mi cuerpo. La imagen de los pequeños gusanos es clara, nítida, y lleva consigo la palabra «muerte».

60 días, 1.440 horas, sin saber nada de él. Siempre fui buena en matemáticas. Calculo de forma vertiginosa los más de 80.000 minutos vividos en la incógnita. Un rompecabezas del cual no consigo descubrir las piezas. No entiendo por qué Marcos todavía no ha venido a verme.

Noto que me duermo. El silencio se manifiesta parlanchín y cargante en la habitación. Anima de manera descarada, como si fuera una competición, a mis pensamientos. Los dos me agotáis.


Capítulo 1

Larache, 1950

El casino Amusantde Larache estaba situado a las afueras de la ciudad. Era una antigua villa ubicada en medio de un descampado, desolado por el día, reconvertido en clandestinidad por la noche. Su nombre Amusant, diversión en francés, es lo que todos los clientes buscaban. Disponía de un gran aparcamiento y un portero para evitar altercados. Su interior estaba dividido en varias zonas. Algunas habitaciones para las señoritas de compañía, que la mayoría solicitaban, ocupaban la planta superior. No había «habitaciones fijas», aunque cada una de ellas tenía una peculiaridad especial. La verde, forrada de espejos para que el cliente no perdiera ningún tipo de detalle ni de fuente de excitación; la roja, llena de elementos diseñados para el juego sexual, y la negra, tapidaza íntegramente en dicho color para sentir el lado más oscuro del ser humano. Los deseos más íntimos de los señores quedaban guardados en el más absoluto secreto de esas cuatro paredes. Tan solo Madame Claire conocía los gustos particulares de los caballeros.

La planta de abajo disponía de varios salones. Uno de ellos, el más grande, estaba destinado a los juegos de azar con dos mesas para la ruleta, tres para el Black Jack y una para el «craps». Junto a él, una estancia pequeña, algo apartada y con mayor intimidad se reservaba para el póquer. En la sala contigua estaba el bar, con luz tenue, suficiente para alumbrar la barra donde servía, las bebidas espirituosas, una bella señorita, ataviada de forma provocativa para alegrar la vista a los caballeros. Otras camareras, pululaban por los diferentes espacios para optar a ser señoritas de compañía. Servían a los señores con miradas seductoras aprendidas tras su pasado oscuro. La mayoría habían sido violadas, maltratadas en su niñez. La prostitución se convertía en un medio para sacar provecho a lo que ellas consideraban que no tenía valor, su vida. Rentabilizar su cuerpo era una forma de sentirse útiles para alguien. La soledad se calmaba por unas horas.

Ellas compartían un código con los clientes. Después de servir la copa, preguntaban: «¿El señor desea algo más?». Si el caballero contestaba «Madame Claire», eso significaba ser la elegida para esa noche. En el caso de que respondiera con un «No, gracias», debería probar con otro.

El bar daba al salón de espectáculos. Las mesas se encontraban estratégicamente dispuestas frente al escenario. En las primeras filas, las de uso individual. Atrás, los sillones de cuatro asientos, reservados para cuando los hombres venían en grupo. Pierre los organizaba a la perfección para acomodar a los clientes, permanecer ojo avizor a las necesidades de cada uno de ellos y, de ese modo, pasar la pertinente información a Madame Claire.

El puzzle de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora