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No pude dormir en toda la noche, me movía de un lado a otro por la cama sin tener la oportunidad de conciliar el sueño. En mi mente solo permanecía la sonrisa de Izan, me causaba inquietud saber que hoy nos veríamos, y que tiene algo importante que decirme.

Mentiría si dijera que no me siento ansiosa y qué mi cuerpo tiembla por saber lo que el destino me depara con mi mejor amigo, y aunque entre la agonía de la felicidad y los nervios de fracasar, debo de mantener un punto de esperanza en medio de mi ser; uno donde se incline al fracaso y al éxito en mi balanza emocional.

Le ruego a los cielos que sea una noticia buena, una que alegre mi día y me dé esperanzas por las noches. Realmente quiero que él se dé cuenta que me gusta, que siempre ha sido él.

Hace más de una hora que me he despertado, todavía la alarma no había sonado, pero los nervios me ganaron. Sostengo la toalla con fuerza mientras veo el conjunto que he elegido con tanto esmero; me tardé más porque me depile y como decía la abuelita que se sentaba bajo un árbol:

La que limpia su casa, es porque visita espera.

Y diablos, nunca pensé que esa frase tendría otro sentido en mi vida, y sí, espero aunque sea una visita de parte de Izan hoy.

Me despojo de la tela que cubre parte de mi cuerpo, me visto con una sonrisa en mi rostro y me pongo el collar que él me regalo la navidad pasada. Amé ver su rostro rojo de vergüenza al pensar que no me gustaría su regalo.

— ¡Venus, Izan ya está aquí!

Mis nervios se disparan, me miro al espejo e inhalo y exhalo en un intento fallido. Bajo las escaleras de dos en dos, pero al llegar a los últimos escalones finjo tomarme mi tiempo en bajar, me saluda con su hermosa sonrisa que se ensancha más al ver mi vestimenta.

— ¡Por fin bajas!—Mueve de forma exagerada las manos—.Debemos irnos, nos vemos tía Elena.

—Cuídense.

Los dos salimos de la casa como si estuviéramos escapándonos para vivir una aventura, y vaya aventura que tendría a su lado, siento un cosquilleo que recorre por mi mano hasta llegar a mi corazón, provocando que este se desemboque con sus insistentes latidos.

« ¡Vamos, tómalo de la mano!»

Me doy ánimos mientras miro de reojo como este camina hasta su carro. Tengo las ganas, pero algo me lo impide.

—Sube querida panda—Susurra Izan abriendo la puerta, río internamente ante el apodo.

Me lo puso por mis notorias ojeras.

Alzo una ceja y le agradezco en voz baja; me subo al carro, que es de su padre. Cierra la puerta y da un golpe suave en mi ventana, me regala una sonrisa y seguidamente rodea el auto para subirse.

El carro ruge con fuerza, se pone en marcha con tanta facilidad que hace que los minutos se vayan al compás del viento; al comienzo el ambiente era un poco incómodo. Yo trataba de averiguar o incluso encontrar algún rastro que me indique que él ha comenzado a tener sentimientos hacia mí, pero no he encontrado ninguna señal.

Solo se abstiene en mirar la carretera mientras tararea una canción, no voltea a verme por más que intente llamar su atención; con decepción decido ver por la ventana la ciudad, la música del carro se pierde junto a mis pensamientos justo antes de ser interrumpidos por el que hace mi corazón palpitar.

Izan pone su mano encima de la mía.

¡Alerta, Izan!

Mi garganta se seca ante su tacto, mi respiración se detiene por un segundo; me pongo rígida en mi asiento. Levanto lentamente mi vista a su dirección, y lo que me encuentro es con su sonrisa tan dulce y una mirada tentadora.

El Lamento de una estrella (Un amarre por accidente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora