Capítulo 1

214 8 8
                                    

Stacey Di Salvo dejó el auricular en su sitio como si estuviese en otro mundo, la voz del teléfono acababa de decirle que en tres días era su boda, ¿Boda? Pero, ¿En qué momento se había comprometido?.

Estaba segurísima de que se trataba de un error, un grandísimo error, y para aclarar todo el lío tendría que salir inmediatamente para Cefalú, un municipio de la provincia de Palermo, hacía años que no pisaba ahí, 15 para ser exactos, la esperaba un viaje de 30 horas desde Inglaterra a Sicilia y otro de una hora, doce minutos para llegar a su destino, ¡Menudo follón!.

Mientras entraba en una maleta ropa sin ton ni son, no era capaz de entender cómo había sucedido algo así, estaba pensando seriamente que era una broma de muy mal gusto, aunque, al recordar la seriedad del supuesto abogado, se lo pensó mejor, nadie se pondría a jugar con algo así.

Ella no tenía tiempo para esas cosas, además su vena siciliana a penas era notable, era una inglesa de pies a cabeza, no le hacía ninguna gracia tener que pisar el territorio del viejo tirano de quién se decía era nieta, su experiencia con él le había enseñado que los sentimientos de una niña de ocho años no eran nada para un hombre amante a los negocios, egoísta y manipulador como aquel.

Sacudió mentalmente la cabeza, para ver si así se despejaba su mente de esos pensamientos tan lúgubres que la carcomían de vez en cuando,bueno, muy de vez en cuando, después de cerciorarse de que todo estaba en su sitio cerró la puerta y se subió al taxi, quince minutos después estaba en el aeropuerto, después de registrarse y llenar los documentos de rigor subió a su vuelo y media hora más tarde estaban en el aire.

Se acomodó en el asiento y como por obra de arte sus pensamientos volaron a aquel fatídico día de Julio cuando se enteró que sus padres acababan de morir, Franchesco Di Salvo recibió la noticia estoico sin mover ni un músculo, cuando la policía se retiró llamó sus abogados y les dió la orden de enviar los restos de su madre a Inglaterra y los de su padre fueron dispuestos para darle santa sepultura en tierra santa como la llamó el.

Cada día durante los siguientes ocho meses, escuchó todo tipo de ofensas hacia el nombre de su madre y otras más dirigidas a su descendencia, pero la gota que colmó el vaso fue lo que le dijo cuando le vió con un pantalón puesto.

—Solo las rameras visten de esa manera—habia dicho, mirándola con desprecio— pero supongo que es lo que se puede esperar de alguien que nació de una cualquiera, serás igual a tu madre a menos que encuentres un buen marido siciliano que te meta en cintura.

Ese mismo día con ayuda del jardinero le envió una carta a su tía Elizabeth Milford y una semana más tarde se instalaba en el que sería su nuevo hogar, allí fué feliz, muy feliz.

Elizabeth era una mujer de esbelta figura, ojos marrones grandes y una sonrisa muy dulce, como la vida no le dió hijos la acogió a ella como una y fué la mejor de las madres.

Le dió una buena educación, y la envió a la universidad, gracias a ella era la gran abogada que era, fue la primera de su promoción y hasta la fecha no había perdido ni un caso, aunque su campo de trabajo era liderado por hombre ella había logrado imponerse, le había demostrado a ese viejo canalla que ella era digna de respeto y admiración.

Decidió dejar los demonios del pasado dormidos y le pidió a la azafata una copa de vino, aún le quedaban quince horas de viaje, después de tomarsela se acomodó en su asiento y se dispuso a tratar de dormir un poco, acción que no pudo lograr, para cuando  anunciaron el aterrizaje se encontraba decidida a resolver todo el asunto y regresar lo más pronto posible a su hogar, veinte minutos más tarde se encontraba frente al aeropuerto esperando un taxi, miró su reloj y se dió cuenta de que llegaba justa de tiempo.

★La Esposa Del Siciliano★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora