Tranquilizar

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Nada era comparable a la zumbante felicidad con la que el corazón de Nezuko latía al escuchar la noticia del retorno de Zenitsu, ausentado por semanas debido a una misión fuera del Butterfly Estate.

Últimamente, Zenitsu hacía misiones por sí solo. Sin la compañía de Inosuke ni de su hermano—esto significaba, por lo tanto, que Zenitsu no duraba mucho que digamos allá afuera; volviendo siempre con heridas mortales todo el tiempo, se quedaba como mínimo dos semanas en los cuarteles en cuidados y entrenamientos intensivos, todo para recuperarse e ir a trabajar lo más pronto posible. Y a pesar de ser un estilo de vida exhaustivo y doloroso, pensaba ella, notaba cómo Zenitsu aún así no se rendía, ni se dejaba doblegar por las ganas de tirar la toalla.

Nezuko río para sus adentros al pensar lo mucho que la influencia de su hermano le estaba haciendo bien (y mal, al mismo tiempo, ya que se hacía mucho daño al pelear—pero era un avance, al fin y al cabo).

Cuando Zenitsu estaba con ella, procuraba mostrarse lo más orgulloso posible de sus hazañas, ignorando las vendas sangrantes que rodeaban su frente, sus costillas rotas o el terrible sabor de la medicina que tenía que tomar a diario. Zenitsu lograba siempre, de alguna manera, mostrarse de buen humor si estaba ella allí. Lograba soportar sus heridas si con ello podía conversar con ella así fueran unos minutos.

Nezuko mentiría si dijera que no le gustaban esos pequeños detalles, ese cambio de actitud en Zenitsu—ese efecto que ella tenía sobre él.

Y así había sido desde hace unos meses. Comenzaron a hablar desde hace unas semanas en las que Tanjiro estaba de misión e Inosuke en entrenamiento con uno de los pilares. Estaban solos en una habitación con muchas camas; habían llevado el cuerpo desmayado de Agatsuma a una de ellas, adyacente al lugar donde descansaba su caja. Ella se había despertado de su siesta al escuchar unos gimoteos y quejidos, y al salir se encontró con el semblante fruncido del muchacho. Su frente perlada de sudor y musculos sufriendo espasmos la invitaron a acercarse más con preocupación. Se inclinó al verlo mover los labios.

—Kaigaku... —murmuró con pesadez, para luego soltar una súplica en un tono tan lastimero que estrujó el corazón de Nezuko—. Jii-chan...

Zenitsu comenzó a gimotear y a negar con la cabeza, entrando en estado de pánico dentro de sus sueños. Esto rompió todavía más su corazón, y la hermana mayor de los Kamado no pudo evitar el impulso de agarrar el cuerpo de Zenitsu y sostenerlo entre sus brazos, como con un niño pequeño. Acarició su cabello rubio y le susurró cortos shh, en un intento de que su voz le calmase. Zenitsu detuvo su lloriqueo lentamente, su antes respiración frenética sincronizada con la de Nezuko. Ella suspiró aliviada, y gentilmente pasó la manga de su kimono por el rostro del chico, limpiando sus últimos rastros de dolor.

No supo cuánto tiempo duró en aquella posición, sujetándolo en sus brazos. Recordaba analizar su facciones detalladamente; recorrió con los ojos varias veces la piel de sus mejillas, su nariz, sus párpados y largas pestañas—luego llegó a los labios, donde se quedó observando más de lo que debió, pero se distrajo luego con los huesos de su mandíbula. Notó que le ocurría lo mismo que a su hermano: su cara se contorneaba más con el paso de los años, como efecto del crecimiento. Y sin embargo, Zenitsu todavía podía presumir de lucir un rostro jovial de todas maneras. Un rostro de niño chiquito que la enternecía sin querer, y al mismo tiempo el de un joven que estaba dispuesto a morir por proteger vidas ajenas—incluyéndola a ella.

Inconscientemente sonrió y pasó su mano por la mejilla del rubio, sintiendo la piel con su pulgar. Y en aquél momento Nezuko se dio cuenta que no solo veía alguien a quien cuidar en Agatsuma, sino alguien que la podía cuidar de vuelta.

Mis maneras de alcanzarte | Kimetsu no YaibaWhere stories live. Discover now