Don't Stop Me Now

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Esa noche el amo Crowley había llegado temprano a casa, demasiado para nuestro gusto. Mis hijas y yo nos pusimos tiesas, tan derechas y tan verdes como podíamos, con tal de no hacerlo enojar.

Cuando pasó entre nosotras ni siquiera nos lanzó una mirada. Se escuchó el ruido de su chaqueta siendo lanzada al escritorio y cuando la puerta giratoria se cerró, el caos se armó entre todas.

—¿Madre que ha sido eso?
—¡Vamos a morir, vamos a morir!
—Nos va a quemar...
—¡No, seguro nos echa por el triturador de basura!

Traté de calmar a mis hijas como pude, les pedí silencio, que se sacudieran las hojas y que recordaran que nuestro amo, por más que fuese cruel y frío, podría haber tenido un mal día.

—Tal vez está indigesto —se burló una de mis hijas mayores.

—Mami, ¿nos vamos a morir? —la más pequeña de todas empezó a temblar en su maceta.

—Aquí nadie se va a morir, capullitos. Y ya basta de hacer ruido, aprovechemos que se ha saltado el riego de la noche para dormir temprano.

Cuando el amo desaparecía en su dormitorio, nos mecíamos lentamente y cantábamos para poder dormir, o más bien yo les cantaba a las más pequeñas para que no sufrieran del estrés que las mayores conocían.
Tras dormir a la última de mis hijas, las miré una última vez y eché una hojeada a la puerta del amo: cerrada.

Antes de entrar en un sueño profundo una pregunta cruel avivó en mi cabeza: si había tenido un mal día, si algo malo le había pasado, ¿no se lo merecía todo por ser tan....duro con nosotras?

***

Sentir el agua fría sobre mi tronco me hizo despertar, apenas y moví una hoja en respuesta. Reconocí el "pshhh pshhh" del atomizador.
—Dijo que iba muy rápido —el amo Crowley suspiró y se sentó frente a mi, con la espalda en mi maceta.
—¿Puedes creerlo? —vi que se quitaba sus gafas de sol— llevamos milenios juntos y me dice que voy rápido. Soy un imbécil...¡no el desgraciado es él!, estúpido, ángel.

Silencio.

No sabía se moverme, no hacerlo, mucho menos si hacer que mis hojas lucieran brillantes.

—¿Ustedes que dicen?, ¿soy tan malo como parezco? 


Mis hijas comenzaron a despertarse una a una. Incrédulas de que el amo no estuviese gritando ni dando órdenes. Sentía sus miradas como si me quemaran las raíces. Algunas, sobre todo las pequeñas, empezaron a temblar, un visita nocturna alteraba a cualquiera.

—Pero claro que soy malo —negó y soltó una risa seca al ver a mis hijas temblando— ¿Qué me pasa en la cabeza? soy un puto demonio, somos puto malos y somos lo peor. 

Más suspiros, seguía sentado frente a mi, mas silencios. 

—No puede ser tan tonto para no darse cuenta, ¿verdad?, yo me enamoré de él desde el inicio, en el estúpido jardín del Edén. Cuando me cubrió con su ala supe que algo se había movido en mi corazón. —golpeó el piso con los pies, haciendo un berrinche— por más  o menos angel caído que sea, aún puedo sentir...aunque odio los sentimientos.

No sabía de que estaba hablando, el amo siempre había vivido solo en aquel departamento gris, no recordaba ningún tipo de compañía o reunión o fiesta, siempre éramos nosotras y él. De pronto alargó la mano hasta una de mis hojas y la tomó entre sus dedos índice y pulgar.

—Llevo mucho tiempo enamorado de él —echó la cabeza hacia atrás, mirando mis hojas— ¿que opinas?, ¿debería rendirme?, ¿lo espero cuanto?, ¿otros cinco mil años?

Estaba a punto de mover una hoja para reconfortarlo cuando pense en algo mucho mejor. Sin necesidad de hablarles el vos alta, mis hijas recibieron órdenes y se pusieron manos a la obra. Puede que fuésemos simples plantas de hogar y que fuésemos helechos demasiado verdes para vivir en un departamento en Londres, pero del miedo había nacido el poder y eso era gracias al amo Crowley. 

Claro, jamás admitiríamos que teníamos algo de cariño hacia él, pero era mejor así, mantener las distancias y contentarnos con servirle.

Luego de su par de horas de lamentaciones y hablar sin parar de alguien llamado Azirafel que decía ser un ángel o el amo le llamaba ángel: nos pusimos manos a la obra. 

A la mañana siguiente, era casi medio día cuando el amo había decidido salir de la cama y llegar a nuestro pasillo. 

Justo como lo planeamos, se detuvo en seco al ver el montoncito de hojas secas regadas por el piso. 

—¿QUIÉN FUE? —gritó— ¿AHORA SE ESTÁN MARCHITANDO?, ¡ES LO ÚLTIMO QUE NECESITABA!, ¡SI ES NECESARIO LAS QUEMARÉ A TODAS Y LES CONSEGUIRÉ UN REEMPLAZO!, ¡SON UNAS INÚTILES!

El amo comenzó a patear las hojas, provocando solo que se transformaran en hojarasca que él tendría que barrer. 

Cuando por fin limpió el pasillo, no sin ofrecernos la dosis completa de terror e insultos, lancé una de mis hojas más grandes. El amo estaba de espaldas cuando escuchó la hoja caer. Caminó hasta el centro del pasillo y lo vi temblando de furia al recoger la hoja. 

En ella había escrito: "u r not that bad x" el amo Crowley se guardó la hoja seca en el bolsillo trasero de su pantalón, se apuró a terminar de barrer la hojarasca y empezó a regarnos en silencio. Había algo distinto en el atomizador, no solo era agua, había un olor a lavanda que nos extraño. Y como si él nos hubiera leído el pensamiento dijo en voz alta:

—Me han dicho en la florería que esta mezcla sirve para que las hojas brillen más, también para que los troncos tengan un tono menos seco, espero no cuente como canibalismo o algo así, si no, lo siento por ustedes.

Era demasiado testarudo para admitirlo y si a eso le agregamos que es un demonio más difícil le resultaba; pero bastaba con mirar sus ojos amarillos, los párpados ligeramente cerrados y la comisura izquierda de su boca levantada para saber que se sentía feliz.

Y todas, sin poder ser escuchadas por el amo, deseamos que no se rindiera, pues era justo que alguien lo hiciera feliz; quien sabe, tal vez de esa forma dejaría de amenazarnos tanto. 

Don't stop me nowWhere stories live. Discover now