Eran aquellos días en que el mundo estaba habitado por
mis catorce años. Entonces, éste sólo existía para conocerme
y no era mucho más grande que el errante trajinar de mis
destartalados zapatos.
Éramos, para aquellos felices días, una gavilla de
granujas que íbamos desde los ocho hasta los dieciséis o
diecisiete años unidos por aquella hermosa hermandad que
prodiga la miseria cuando vivimos y soñamos en las mismas
barriadas marginales donde los padres y madres hacen
prodigios y malabares para llevar el sustento a la boca de
sus hijos. Vestíamos como mejor podían nuestros padres
defendernos de la desnudez; zapatos destartalados,
pantalones y camisas remendadas. Chancletas, alpargatas o
simplemente descalzos
Así como era de variopinta nuestra vestimenta lo era
también nuestra fisonomía marcada por el mestizaje propio
de nuestros pueblos latinoamericanos: pelos rubios y
ensortijados o lisos azabaches flameando sobre rostros
morenos, oscuros o blancos. Cabellos negros y achicharrados
sobre rostros blanquecinos o rostros indios. Narices chatas
o perfiladas; bocas anchas o pequeñas; pieles que iban desde
el más retinto de los negros hasta el blanco de los albinos.
Pero estas divergencias fisonómicas y hasta de recursos
(algunas de nuestras familias por cualquier razón tenían algo
más de recursos que otras) nunca jamás fueron fuentes de
discordia o segregación; todo lo contrario, fueron la fuente
del más inusitado compañerismo nacido de la cháchara
juguetona donde a cada cual se le acomodó el mote o
sobrenombre que mejor o más burlesco nos parecía según
su estampa física o según sus características. De tan
Orillando los recuerdos
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prodigiosa fuente nacieron sobrenombres tan inusitados
como: Bachaco, Cerro prendió, El Coleto, Culimbo, Pantaleta,
Mapanare, Anguillo, Negro Cunta, etc... Apodos que
llevábamos orgullosos como flamantes blasones haciendo
las delicias de nuestras perennes burlas y pesadas bromas
llenando nuestras duras existencias de risas y algarabías;
porque así era de sencilla y hermosa la vida en aquellos días
en que el mundo estaba habitado por mis catorce años.
Recuerdo que para ese entonces todos estudiábamos
diseminados desde la primaria hasta el bachillerato pero,
en los deliciosos días libres, en las horas libres del diario
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El loco Jose
AdventureUn loco errante fugado de un manicomio y en su trashumancia llego hasta un barrio donde se encontro con una muchachada la cual al poco tiempo lo incorpora a sus andanzas y travesuras ; llenas de aventuras y ocurrencias marcandoles de forma magica e...