1. La llamada del viento.

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El ruido de los motores se oía por todo el descampado, que solía estar vacío y silencioso durante el día, pero por la noche decenas de bestias rugían y brillaban todo lo que sus amos querían. Acompañados a estos, la música se elevaba en un alto volumen. Las chicas con ropas cortas caminaban de un lado a otro, buscando al más arriesgado y valiente que consideraban. Otras simplemente bailaban para intentar atraerlos. Los chicos en cambio, acicalaban a sus bestias de hierro mientras de sus altavoces dejaban salir sonidos acompasados, cuanto más alto, mejor. También algunos comenzaban a competir con sus cuerpos antes de hacerlo en sus monturas: pulsos, dominadas, flexiones con sus hembras encima…cualquier cosa valía. Algunos más intentaban crear música al único free style con sus propias bocas y palabras. Todo lo que se hacía en cierto modo era una pelea tanto de gallos como de gallinas, donde el que deseaba ganar lo hacía a toda costa. Desventaja o ventaja de estas peleas: no había reglas.

Amigos, enemigos, desconocidos, todos se reunían allí cada sábado al anochecer en lo que ellos nombraron La llamada del viento, y cada vez que el viento soplaba, había que perseguirlo. Perseguirlo con coches bajos y rápidos que iluminaban metros de distancia, y sus piezas de colores que fluorescían con la luz. Recordaban a los cohetes artificiales que hay siempre tras el baile de primavera, o eso pensaba Skyler. En realidad ella no estaba pendiente de los ruidosos coches ni de las extravagantes motos, observaba que su acompañante no sufriera ningún peligro, lo que era difícil en este entorno. Al buscarlo con la mirada lo encontró en plena batalla de pulso sobre un coche morado de luces azules. ‘‘Jamás hubiera combinado esos colores’’ pensó mientras se situaba a cierta distancia.

Ambos chicos implicados en la pelea de fuerza sobre el capó morado, estaban casi en las últimas: sus caras estaban completamente rojas, las venas del cuello y brazos estaban muy marcadas, y ambos emitían algún gemido que alentaban-de alguna manera-su fuerza.

-¡Vamos Connor!-gritaban algunos.

-¡Ya es tuyo!-animaban al otro.

Todo se veía venir, el chico del pelo castaño tenía al del pelo moreno con su puño casi apoyado en el capó, todos esperaban su victoria clara, pero en un movimiento en falso el moreno recuperó terreno haciendo temblar al castaño de ojos verdes. Poco a poco fue igualando la balanza, haciendo que las venas se hincharan aún más y que los tatuajes de brazos y manos se tiñeran de un color rojizo por dentro. El castaño dio un pequeño grito al ver que esta vez era su mano la que rozaba el capó. Finalmente un ¡pum! marcó que ya había ganador. El moreno alzó su puño victorioso y acto seguido abrazó a su rival que se masajeaba la mano entumecida.

-Creí tenerte en el bote, cabrón.-dijo el muchacho de pelo claro.

-No te confíes Connor, te lo digo siempre.-el moreno despeinó a Connor despidiéndose de él y dirigiéndose hacia una chica que desencajaba totalmente en ese entorno.

Pequeña, con una sudadera que no dejaba enseñar nada y sin maquillaje en exceso. Nuestro moreno cogió en brazos a esta chica, que era mucho más baja que él, dándole total libertad de manejarla a su antojo. Esta reía y gritaba suplicando que la bajase. Él la obedeció y se puso a su altura, aún con la respiración entrecortada a causa de su trabajoso triunfo. Ella miró sus brillantes e intimidantes ojos pardos sintiendo que se encogía ante él.

-¿Quieres irte a casa, Sky?-preguntó el moreno sujetando los brazos de la joven.

¿Sam? . De Zoella IthierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora