Capítulo único

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Había hombres adinerados en Shroud

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Había hombres adinerados en Shroud. Y después estaba Charlotte Katakuri. Él, junto a una pequeña élite, controlaba la economía de la nación y, por ende, también su política. Hombres y mujeres como Katakuri, Linlin, Judge, Doflamingo, Mihawk, Spandam, Bege y Stussy monopolizaban el mercado y devoraban a todas las presas que interfiriesen en su camino. Doflamingo había absorbido todo lo que había conseguido Crocodile a través de estafas. El segundo había desaparecido de la faz de la tierra y nadie sabía qué había ocurrido con él. Y tampoco les importaba. Una vez que alguien caía, el juego terminaba para él. Otro buen ejemplo fue la muerte en extrañas circunstancias de Urouge, que había intentado plantar cara a la madre de Katakuri, Linlin, y había salido escaldado. Judge aún había aprendido la lección a tiempo y decidió aliarse con ella, pero nunca se sabía quién podría ser el siguiente en ser absorbido.

Y como todos los hombres poderosos, debían reunirse de vez en cuando para dividirse las presas. Ningún detalle debía dejarlos en desventaja respecto a los demás.

—¿La pajarita no hace que... me resalte más la mandíbula?

—Cielos, Katakuri..., todo tú es demasiado interesante como para perderse en simples detalles. Además, hace décadas que esta práctica se hizo común. Ahora el hecho de que se note que una prótesis no es real sino titanio reforzado es la última moda —La adulta le guiñó el único ojo azul que se podía vislumbrar entre sus mechones rosas y le indicó con un gesto de cabeza que la siguiese de una vez. Su marido suspiró y asintió.

En el fondo tenía razón. Ya nadie contemplaba su mandíbula robótica y pensaba en su antiguo mal hábito con las drogas. Él había escapado a tiempo y era un hombre poderoso, por lo que nadie se atrevería a enfrentarse a él. Morgan ya no podría decir lo mismo. Había probado muchas pastillas con él y aún no podía olvidar su rostro adusto y cuadrado... Se había construido una mandíbula de hierro y se le había podrido hasta matarlo. Fue eso lo que lo impulsó a dejarlo de una vez; no quería ser la vergüenza de su familia.

Katakuri frunció el ceño y dio marcha atrás en medio del largo pasillo que conectaba con el recibidor para buscar el comando. Aunque nadie fuese a atreverse a entrar en su hogar sin permiso, prefería bloquear la entrada. Nunca se sabía si un loco como Doflamingo, una curiosa y chantajista como Stussy o unos seres retorcidos y lamentables como los hermanos Vinsmoke querrían aprovechar cualquier muestra excesiva de confianza.

Estaba en el mismo bolsillo de la americana negra de siempre, pero el adulto seguía olvidándose de él y buscándolo por toda la casa. Suspiró y negó con la cabeza, reprendiéndose por aquel mal hábito. Por suerte, solo su mujer podía ver aquella faceta desastrosa y caótica que procuraba ocultar de sus hermanos. En una casa diferente él no tenía que ser el "hombre perfecto" sino lo que era: un marido reservado y receloso que se hacía el ignorante de todas las insinuaciones de su mujer solo para molestarlo. Un marido capaz de tumbarse al lado de su esposa y quedarse observándola por horas sin necesidad de decir nada.

El pitbull y la muñeca; KataReiWhere stories live. Discover now